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Convertir en “santuario de la humanidad” al pulmón del planeta que es la Amazonia o dotarla de personalidad jurídica con derechos propios son algunas de las ideas que esbozan los expertos consultados por Efe para proteger frente a incendios y otras amenazas al mayor bosque tropical del mundo.
La conmemoración este jueves del Día Internacional de la Amazonia para rememorar la designación de este territorio como provincia en 1850 por Pedro II de Brasil coincide este año con una fuerte presión internacional y de los medios de comunicación para proteger una Amazonia muy castigada por los incendios y la deforestación.
Lejos de polémicas y posibles guerras de cifras en el ámbito de la política internacional sobre récords o no de fuegos este verano en la Amazonia, es innegable que cada vez se reduce más este territorio cada vez más amenazado, según los expertos.
De hecho, ahora su extensión “es un tercio menor a la de hace veinte años”, asegura Fernando Valladares, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor centro de investigación público español.
Con una relevancia ambiental la de este enorme territorio con cerca de siete millones de kilómetros cuadrados clave en términos de biodiversidad mundial, oxígeno y lucha contra la crisis climática, “el Amazonas cada vez es más pequeño y cada vez está en peor situación”, asegura Valladares tras exigir que se proteja “urgentemente”.
Una idea supuestamente “estupenda” aunque aparentemente una utopía sería que este territorio en América del sur compartido por nueve países – de los cuales Brasil posee casi el 70 % -, llegara a formar parte algún día de lo que pudiera considerarse una serie de “santuarios globales de la naturaleza” o red de espacios ultraprotegidos, explica el ecólogo David Moreno, investigador del Centro Vasco del Cambio Climático (BC3), situado en el País Vasco, al norte de España.
Sin embargo, la realidad es que eso sería prácticamente imposible de llevar a la práctica por el alto coste económico que conllevaría a los países, matiza el científico.
Según Moreno, dotar de ese estatus privilegiado a todos los entornos que lo merecieran por su valor ecológico a nivel mundial, por ejemplo también Siberia, los bosques de África central y los que persisten en Asia, tendría un enorme impacto en la gente que vive de ellos: de su madera, de la agricultura o de sus minerales.
El investigador del BC3 ha advertido de que la magnitud de los incendios este verano en Siberia ha sido al menos similar a la de los fuegos en la Amazonia, aunque paradójicamente el eco de la alarma internacional ha sido mucho menor pese al agravante ambiental en ese continente de clima mucho más frío con distinto impacto en el ciclo de carbono.
Algo más optimista se ha manifestado el investigador Valladares sobre la idea de una posible implantación en algún momento dado a nivel global de alguna supuesta red de “santuarios de la humanidad” o propuesta similar pese a la enorme complejidad de un proyecto así. “No tiene qué ser imposible”.
El Tratado Antártico firmado en 1959 con un acuerdo de cooperación internacional en términos de soberanía estableció preservar libre de conflictos bélicos este territorio dirigido a la ciencia y además proteger sus ecosistemas, aunque la situación en la Amazonia es muy distinta porque está sometida a muchas más presiones económicas, según recuerda Valladares.
Cuando se firmó el tratado en la Antártida esta apenas despertaba interés dado que no había tecnología para extraer sus recursos naturales, pero en la Amazonia “la presión es enorme” porque se quiere sacar mucho provecho económico; de hecho, se acaba de hacer una autopista y se ha construido un nuevo aeropuerto en medio de un espacio protegido.
La ley para proteger el entorno existe, pero “no hay quien vele por su cumplimiento”, advierte el investigador del CSIC. Por ello, añade, cualquier posible nueva opción de solución a este tipo de situaciones es bienvenida, por compleja o inesperada que resulte.
“Hay que pensar diferente”, sin reivindicar solo la protección de la naturaleza, sino proponiendo además nuevas fórmulas, también jurídicas, por ejemplo tratar a los elementos naturales como entes “que puedan tener en sí mismos unos derechos”, explica el científico.
“Tenemos que ir dando personalidad jurídica a ciertos elementos de la naturaleza fundamentales para la salud del planeta e ir promoviendo reformas, desafíos legales”.
Ha recordado el caso concreto de un río en Nueva Zelanda al que hace algo más de un año se le dio personalidad jurídica con la sorpresa de muchos, apunta, pese que ahora ya hay otros dos más en camino, uno en Ecuador y otro en Colombia.
Fuente: EFE
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