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Corea del Sur, anfitriona de los Juegos de invierno de PyeongChang 2018 – que se inaugurarán el próximo viernes, día 9; y se desarrollarán hasta el 25 de febrero -, y su vecina del Norte ya conviven en la Villa Olímpica de Gangneung, inaugurada formalmente el viernes y que este sábado ha mantenido su primera jornada de actividad oficial.
La de Gangneung, localidad situada a orillas del Mar de Japón y que albergará gran parte de las competiciones de hielo de la XXIII edición de los Juegos de invierno, es, junto a la de PyeongChang – sede de ambas Ceremonias -, más próxima a los escenarios de las pruebas de nieve y deslizamientos, una de las dos Villas Olímpicas en las que se alojarán la mayoría de los casi 3.000 deportistas de los 92 países participantes en la cita olímpica invernal.
En la Villa de Gangneung, conocida como la ‘ciudad de los pinos’, que será sede del curling, el hockey y el patinaje, de velocidad y artístico – modalidad en la que España tiene todas sus esperanzas puestas en el madrileño Javier Fernández, doble campeón mundial y séxtuple de Europa -, las primeras banderas ya empiezan a engalanar sus balcones. Y entre ellas contrasta, casi al lado de la entrada principal, una gigante del ‘Team Korea’, situada muy cerca de la de Corea del Norte, algo menor en tamaño. En unos Juegos llamados, también, a promover la paz en la región.
La residencia en la que durante los Juegos se alojarán ‘SuperJavi’ y los otros patinadores españoles (Felipe Montoya, de origen colombiano; y la pareja de danza que integran la madrileña Sara Hurtado y el ruso nacionalizado Kiril Khaliavin) – el piloto de skeleton barcelonés Ander Mirambell vivirá en la de PyeongChang -, se construyó entre julio de 2015 y septiembre de 2017, en un área de 111.069 metros cuadrados.
Con un coste aproximado de 200 millones de dólares, la villa “de abajo”, “la del mar” – que será uno de los legados de los próximos Juegos Olímpicos, al haberse vendido ya todas las viviendas (siempre según datos facilitados por la organización) -, está integrada por nueve edificios de entre 22 y 25 plantas, que dan cobijo a alrededor de 2.900 camas distribuidas en un total de 922 apartamentos.
En los que ya se han empezado a identificar claramente los primeros inquilinos en tomar posesión en una de las dos residencias de unos Juegos que se disputarán en una región situada a apenas cien kilómetros de la zona desmilitarizada (DMZ, siglas en inglés). Que, desde 1953 fecha que marcó el fin, después de tres años, de una muy sangrienta guerra que dejó más de tres millones de muertos, separa a las dos naciones que integran el mapa político de la península coreana, nunca ajena a las tensiones.
Y si el ‘cartelón’ del equipo anfitrión luce con claridad en el bloque 801, la bandera de sus vecinos norteños contrasta, unos metros detrás, en el edificio número 804.
También se percibe que en la Villa Olímpica de Gangneung ha entrado un nutrido grupo de deportistas chinos, japoneses y suizos. El bloque 802 está, de momento, claramente ocupado por la delegación de Uzbekistán; y es Italia, de entre todos los países europeos, la que más destaca, hasta el momento, luciendo numerosas enseñas nacionales en la torre 803.
De estas nacionalidades son los primeros que se han hecho notar en la residencia de los deportes de hielo, que acoge a los que no están en la de PyeongChang, mayormente integrada por representantes de las disciplinas que se disputarán en las zonas de Alpensia (biatlón, esquí nórdico, saltos de trampolín y esquí acrobático; así como las deslizantes, como el bobsleigh, el luge o el skeleton); Phoenix (snowboard), YongPyong y Jeongseon (esquí alpino, ambas).
Construida en idéntico periodo, con un área algo más pequeña que la anterior (107.276 metros cuadrados), pero más barata (unos 165 millones de dólares), la de PyeongChang será también la Villa Paralímpica, cuando, casi inmediatamente después de que se clausuren los Juegos, arranquen los Paralímpicos de invierno.
Al lado de donde vivirán los deportistas en Gangneung, está la Villa de prensa, que también empezó a recibir durante las últimas horas a sus primeros inquilinos. Algunos de los cuáles, aparte del ‘jet lag’ sobre todo los llegados de otros continentes, sufren otros trastornos, derivados del extravío de parte de sus equipajes.
Curiosamente, es la más grande (13 edificios de entre 14 y 25 plantas, entre los que se reparten más de 6.000 habitaciones, en 116.0008 metros cuadrados) y la más cara (costó, aproximadamente, 350 millones de dólares). Pero los representantes de los medios de comunicación pueden dormir con la conciencia tranquila, porque – siempre, según la organización – la villa de prensa es otro de los legados que dejarán los Juegos de PyeongChang al pueblo coreano, que ya ha adquirido la totalidad de las viviendas.
(Fuente: EFE / Adrian R. Huber)
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