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No hubo sorpresa en Bolivia: Evo Morales desarmó a la oposición y conquistó la joya de la corona de sus rivales, Santa Cruz. Para él no existe el desgaste en el poder, según el siguiente análisis de Gemma Casadevall.
“Aquí, en América Latina, cada país se ha trazado su propia vía hacia su pleno desarrollo democrático. Y el proceso de Bolivia, desde mi punto de vista, se ajusta al correcto desarrollo de su vía democrática”, declaraba a DW Álvaro Colom, expresidente de Guatemala y jefe de la misión de observación electoral desplegada por la OEA en el país andino. Era un juicio “lógicamente provisional,“, aclaraba, a primera hora de ese domingo electoral y durante su visita a la Escuela Guaqui del barrio de Alto Lima, de la ciudad de El Alto.
El presidente Morales y líder del Movimiento al Socialismo (MAS) sabía lo que hacía cuando invitó a la observación internacional a seguir esas presidenciales. Sobre cada una de las elecciones o referéndums que ha ganado se han lanzado las más diversas acusaciones, inclusive las que llevaron el sello de “pureza democrática”. Su gran amigo y aliado Hugo Chávez no autorizó tutelajes extranjeros, menos aún de la “enemiga OEA”. Evo Morales demostró una vez más su habilidad para jugar a muchas bandas al dar la bienvenida a los 200 observadores de diversas organizaciones —amigas o menos afines— al país.
La conquista de Santa Cruz
No necesitó el MAS esperar a los resultados oficiales para festejar su victoria en ocho de los nueve departamentos del país —es decir, salvo Benin—. Santa Cruz, símbolo de la prosperidad económica, había caído también hacia su lado y la fiesta no podía esperar. El 59,5 % que difundían los medios, cuatro horas después de cerrar la votación. frente al 24 % de su directo “perseguidor”, Samuel Doria Merino, era razón más que suficiente para salir al balcón de la Plaza de Murillo y brindarle el triunfo a Fidel Castro y Hugo Chávez, sin olvidarse de lanzar una llamada conciliadora a la desballestada oposición.
Doria Merino perdió por tercera vez ante Morales; el tercero en liza, el expresidente Jorge Quiroga, encajó su segunda derrota —con un 9 %, además—. Por contra, el presidente se había colocado entre el primer porcentaje con que llegó al poder —el 53,72 % de 2005— y el de su reelección, un 64,2 %, en 2009. Los otros dos rivales alternativos —Juan del Granado o Juan Sin Miedo y el verde Fernando Vargas— no contaron en los sondeos y tampoco lo hicieron en las urnas.
¿Quién, si no, podía ganar esta elección? Morales representa el auge económico en un país que sigue siendo pobre, pero donde se redujo de un 28 % a un 18 % la pobreza extrema y donde se reportan índices de crecimiento anuales por encima del 5 % mientras los vecinos decrecen. El propio presidente exhibe unos méritos que incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) le reconoce, mientras sus maltrechos contrincantes se presentan desunidos y quemados por sucesivas derrotas.
¿Quién, si no el aymara Evo Morales, podía ganar esta elección, en un país de población mayoritariamente indiomestiza que hasta su llegada al poder simplemente no “contaba”? El Alto, la mayor concentración humana del país, a 4.080 metros sobre el nivel del mar y con 1,2 millones de personas en su mayoría de raíz indígena, era y es territorio del MAS. Más significativa es, sin embargo, la victoria de Morales en Santa Cruz , que de pronto le dio la espalda a uno de los hombres más ricos del país, el empresario Doria Medina. El electorado de Evo Morales ya no es solo la población indígena, sino también el comerciante o mediano empresario.
Dedicatoria a Fidel
El presidente que quería ser futbolista —o camarero, cuando se retire— es un excelente jugador a muchas bandas, que combina ideología y pragmatismo. Que sale al balcón a dedicarle el triunfo a Fidel y a Hugo —no a Rául Castro o a Nicolás Maduro, otro dato significativo— y al que luego veremos previsiblemente viajando por todo el mundo —sea China o España— para asegurarse la inversión extranjera.
¿Quién, si no, iba a ganar esta elección? “El reparto de escaños favorece a los grandes”, denunciaba a DW Armando de la Parra, politólogo y director de la plataforma ciudadana “Voto Informado y Transparente”. Desde su organización se viene clamando contra las fórmulas de reparto de sitios del sistema electoral boliviano. También contra ciertas prácticas dichas autóctonas, como el llamado “voto consensuado”, que hace que las comunidades —o más bien sus líderes— decidan por consenso y en asamblea lo que será el voto de sus integrantes. “Así gana el MAS en muchas comunidades, al dictado de su líder”, dice de la Parra.
“Es una fórmula distinta de entender la democracia. Prima el interés de toda la comunidad, decidido por consenso, frente al voto colectivo”, defiende por su parte Juan Carlos Pinto, exguerrillero y ahora director del Servicio Intercultural de Fortalecimiento Democrático (Sidfe), adscrito del Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Para de la Parra, el proceder del TSE, que en la noche electoral se retiró tras horas de espera sin dar resultado alguno, es exponente de la ineficacia —o dependencia política y hasta corrupción— en que se mueve el cuerpo judicial boliviano. Como el abultado resultado favorable al MAS lo es de un sistema electoral que precipita el acaparamiento de poder. Los logros económicos de la Bolivia de hoy no son atribuibles a la gestión de Morales, sino a un empresariado que no desiste pese a la persecución política.
Mientras la oposición asimila como puede su derrota, Evo Morales recibía este lunes, en perfecta formación y a las siete de la mañana a un desfile de embajadores dispuestos a presentarle sus credenciales. El imbatible presidente boliviano recuperaba su agenda, sin esperar los resultados del TSE y sin síntomas de resaca tras unas presidenciales que, de nuevo, ganó. ¿Quién, si no él?
(Fuente: Gemma Casadevall/Deutsche Welle )