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“¡Timóoon!” Este es el típico grito de los niños cada vez que ven un suricato en cualquier zoológico: lo identifican con la graciosa criatura de la popular película de Disney El Rey León. Los sentimientos de afinidad con el animal son inmediatos, en buena parte debido a la representación de un ingenioso suricato que canta y baila que se puede ver en la película. En la realidad, el suricato es un animal poco sociable y agresivo.
Pero gracias a su alteración de personalidad, y a la ayuda que le presta al león protagonista, Simba, Timón ha ganado un lugar para todos los suricatos en la larga lista de criaturas idolatradas y humanizadas por la cultura moderna y la industria del entretenimiento.
Esta atribución de emociones, características e inteligencia humana que se da a los animales se conoce como antropomorfismo. Incluye la generación de imágenes de animales con rasgos muy humanos, como ojos redondeados que permiten expresar emociones familiares para los humanos (felicidad, ira o tristeza), o la representación de animales vestidos o realizando actividades humanas. Cuanto más humanización percibimos en los animales, más fácil nos resulta identificarnos con él y desarrollar un sentimiento de empatía.
¿Una herramienta estratégica?
La comunidad científica se pregunta cada vez más si esa compasión y empatía por los animales que evoca el antropomorfismo se puede usar como herramienta para potenciar la protección medioambiental y crear programas de conservación que lleguen a la gente a través de sus lazos emocionales.
“El antropomorfismo es un camino hacia el conocimiento”, dice John Fraser, psicólogo de conservación y presidente de New Knowledge, un think tank educativo con sede en Nueva York. “La empatía es esencial para promover el amor por los animales y las especies, y si lo podemos conseguir proyectando nuestras percepciones personales en estas criaturas, entonces es importante hacerlo”.
En un estudio publicado en 2013 en la revista Biodiversity and Conservation, investigadores descubrieron que el antropomorfismo ayuda a la gente a dar sentido a sus interacciones con el mundo no humano. Y donde hay un sentido de conexión, a menudo hay un mayor compromiso para la conservación. El estudio se centró en cómo la gente crea elementos antropomórficos en las especies animales y en su forma de interactuar con ellas a través de diversos mecanismos.
“Los científicos se han mostrado escépticos con el antropomorfismo durante mucho tiempo porque se consideraba que llevaba a hipótesis poco científicas sobre el comportamiento de los animales”, dijo la autora que dirigió el estudio, Meredith Root-Bernstein, de la Universidad de Oxfortd, en la página web About.com. “Pero como conservacionistas que somos, nosotros lo vemos como una suerte de teoría popular sobre las similitudes entre humanos y todas las demás especies. Estas formas de identificarse con el mundo natural son una poderosa herramienta, y deberíamos tratar de entenderla y trabajar con ella”.
Las mascotas ayudan a extender el mensaje de la conservación
En la mayoría de los casos, esta idea se observa en la creación de campañas de conservación que se centran en una mascota “antropomórfica” que ayuda a acaparar la atención pública y, en consecuencia, financiación. “Sabemos que la clave de la persuasión está en atraer la atención en el primer momento”, dice Paul Butler, vicepresidente y fundador de la organización ecologista Rare, recordando las palabras del psicólogo medioambiental Doug McKenzie-Mohr.
Un caso actual es la colorida mascota del Mundial 2014 en Brasil, Fuleco el armadillo de tres bandas, una especie nativa del país. La criatura con rasgos humanos y un atuendo de camiseta y pantalones cortos no solo se ha creado para atraer a su audiencia objetivo, niños de entre 5 y 12 años, al Campeonato Mundial, sino también para generar conciencia sobre la conservación medioambiental, en concreto sobre el hábitat del armadillo en Caatinga, al noreste de Brasil.
“Es importante elegir la audiencia apropiada y establecer objetivos”, dice el científico conservacionista y profesor Diogo Veríssimo. “Al igual que lo es considerar cómo se perciben las especies y las mascotas a nivel local”.
Rare, organización conocida por sus exitosas mascotas en sus campañas, tales como Spike la langosta, insiste en que una mascota debe ser parte de un programa de educación más extenso y demostrar un comportamiento particular conectado a un mensaje medioambiental claro. En el programa de Rare con la Sociedad Ebiil, en Palaos, por ejemplo, la mascota es Armella, un papamoscas. Se trata de un ave endémica de la región famosa por realizar una danza “que indica que lloverá pronto, algo que los ciudadanos locales saben desde hace mucho”, explica Vanessa Fread, directora del programa. La mascota Armella imita la danza y es un recordatorio para que los agricultores no se olviden de aplicar métodos de control de erosión en sus terrenos.
¿Supervivencia del más tierno?
La pregunta es: ¿es el antropomorfismo siempre algo bueno para los animales involucrados? Hacer que una mascota resulte interesante y lo suficientemente humana como para que la gente la adore, a la vez que mantiene algunos de los atributos reales de la especie, no es fácil. Esto es especialmente notable cuando la especie no es una criatura tierna, graciosa o carismática. De hecho, los críticos afirman que el antropomorfismo en la conservación de especies a menudo se limita a animales sociales e inteligentes, tales como chimpancés, pandas, osos polares y delfines, en ocasiones a expensas de otras especies “menos atractivas”.
Además, se ha demostrado que con la creación de lazos entre humanos y animales se consigue, en ocasiones, el efecto contrario. Hace algunos años, un grupo de conservacionistas escribió a Google para pedirle que retirara algunos videos virales de Youtube en los que aparecía un loris perezoso, una linda criatura con grandes ojos saltones nativa del sudeste de Asia. Dos videos, uno en el que alguien le hacía cosquillas a uno de estos animales y otro en el que el loris agarra una sombrilla de cóctel, recibieron millones de visitas. El grupo dijo que los videos estaban promoviendo la demanda de conseguir este animal como mascota, además de su caza para uso en medicina tradicional asiática, provocando por ello el contrabando ilegal de la criatura.
Problemas similares surgieron con los miles de mapaches que se importaron a Japón para su comercio como mascota en los años 70 después de que una serie de dibujos animados popularizara esta especie animal.
A pesar de que los efectos del antropomorfismo no siempre son beneficiosos, algunos sugieren que se siga utilizando como estrategia para ayudar a la conservación de especies. “Vivimos en un mundo en el que todos tratan de manipularnos”, dice el psicólogo medioambiental John Fraser. “La comunidad conservacionista debe promover la conservación usando las mismas herramientas que se usan para potenciar el abuso de recursos que está llevando a la degradación de hábitats y provocando la extinción de muchas especies”.
(Fuente: Deutsche Welle )