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Los sondeos de opinión publicados recientemente en el marco de las elecciones presidenciales a celebrarse el próximo 10 de abril en Perú ubican a la candidata conservadora, Keiko Fujimori , en el primer lugar con 35 por ciento de apoyo. Casi triplica en intención de voto a su competidor más cercano, el liberal Pedro Pablo Kuczynski, quien obtiene un 13 por ciento de respaldo según las encuestas.
Sin embargo, mientras más avance la campaña y como ya ocurrió en la elección de 2011, sus adversarios políticos se encargarán de traer a la memoria de los peruanos los abusos cometidos durante el gobierno de su padre, el expresidente Alberto Fujimori (1990-2001), quien cumple condena por corrupción y violación a los derechos humanos, y cuyo régimen es considerado uno de los diez más corruptos de la humanidad, según la organización Transparencia Internacional en su Informe Global de Corrupción 2013. En 1994 y con apenas 19 años, Keiko Fujimori asumió como primera dama de Perú en reemplazo de su madre, Susana Higuchi.
Bajo la sombra de su padre
“La alta aprobación de Keiko se debe en primer lugar a la alta desaprobación del presidente Humala por escándalos de corrupción que envuelven también a su mujer, quien es percibida como una persona arrogante y que le gusta el lujo”, señala Bettina Schorr, politóloga del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín.
Por otro lado, la candidata de 40 años vive aún bajo la sombra de su padre. “Los pobladores de las zonas rurales de Ayacucho, afectados durante el conflicto interno, quieren a Keiko porque recuerdan a su padre: por su lucha contra el terrorismo de Sendero Luminoso y contra la pobreza. Para ellos, Alberto Fujimori representa aún la imagen del pacificador. Incluso, muchos de los que fueron torturados o detenidos por las fuerzas militares durante su gobierno lo ven de la misma forma porque los perciben como entidades diferentes”, señala la investigadora Elisabeth Bunselmeyer, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), especializada en las víctimas del conflicto armado en Perú.
El nuevo “fujimorismo light”
En una conferencia en la Universidad de Harvard en septiembre pasado, Keiko Fujimori reconoció por primera vez el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) – que investigó, sobre todo, la violación a los derechos humanos cometidos bajo el régimen fujimorista – y dijo que se cometieron “errores graves, aprendimos de ellos y no permitiré jamás que vuelvan a repetirse”.
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al menos 300.000 mujeres y unos 30.000 hombres fueron esterilizados en el contexto del proyecto de planificación familiar del régimen fujimorista. En Harvard, la hija del expresidente condenó a los médicos y se solidarizó con las mujeres que sufrieron las esterilizaciones forzadas.
“Las mujeres de Ayacucho me contaron que estas operaciones no fueron voluntarias. Les decían que solo era un chequeo de rutina y las que no querían, eran esterilizadas a la fuerza. Hoy es muy difícil para estas mujeres hablar del tema porque se sienten estigmatizadas como si tuvieran culpa.”, explica la experta Bunselmeyer.
Asimismo, Keiko Fujimori reconoció que la re-reelección de su padre debilitó a las instituciones democráticas del Perú. En este contexto, la politóloga Bettina Schorr sostiene que la candidata es consciente de que ahora no puede presentarse tan cercana a su padre, por eso, ella hace todo lo posible para distanciarse. Así, Keiko Fujimori quiere dar la imagen de que la líder del partido es ella y no Alberto Fujimori.
“Los que la quieren, la quieren por su padre y los que la odian, la odian también por su padre. El fuerte antivoto está disminuyendo. Ella aprovecha lo bueno del fujimorismo y ofrece hoy un programa más abierto, como la unión civil entre personas del mismo sexo o el aborto terapéutico, es decir un fujimorismo light.”, afirma la analista Bunselmeyer.
¿El turno de una mujer presidente?
Para el expresidente peruano Alejandro Toledo (2001-2006), y también actual candidato presidencial, “es paradójico que la primera dama de la dictadura participe ahora en elecciones democráticas que su padre destruyó”, según ha dicho en el marco de la contienda electoral. Sin embargo, la politóloga Bettina Schorr admite que no se puede culpar a los hijos por los errores de sus padres: “No existe una culpa colectiva. A ella se la puede juzgar por sus acciones políticas, no por ser la hija de Alberto Fujimori. Ella trata de diferenciarse de él y se está alejando de los fujimoristas radicales”.
Otro punto a su favor sería su condición de mujer, pero “es paradójico también que las mujeres del altiplano voten por Keiko.
A pesar de los casos de esterilizaciones, ellas dicen que ahora le toca gobernar a una mujer y, sobre todo, están agradecidas porque Alberto Fujimori construyó para ellos, carreteras, centros de salud y colegios. Ellas dicen que nunca antes un Presidente se había preocupado de ellos”, finaliza la experta Bunselmeyer.
(Fuente: Camilo Toledo Leyva/Deutsche Welle )
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