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Oporto | Con el fin de dotar a los electrodomésticos y aparatos eléctricos considerados residuos de una “segunda vida” y evitar que contaminen el medioambiente, un proyecto hispanoluso ha adoptado una nueva gestión con el fin de recuperar estos “monstruos” domésticos.
Frigoríficos, lavavajillas, lavadoras, microondas, televisores, ordenadores, planchas y otros equipos llegan casi todos los días a las instalaciones de LIPOR, el Servicio Intermunicipal de Gestión de Residuos de la región de Oporto, dirigido por Fernando Leite.
OBJETIVO: RECICLAR
Leite define los “monstruos” domésticos como aquellos residuos que no pueden ser depositados en ecopuntos o contenedores para residuos sin clasificar, pero que “pueden y deben” ser enviados para su reciclaje, como los electrodomésticos y los equipos electrónicos.
En LIPOR, esos aparatos, que a veces son entregados por los consumidores y otras abandonados en las cunetas o al lado de los contenedores de basura, “duermen” en una “pequeña caja”, similar a un contenedor de mercancías, donde esperan su fin.
Pero su fin está aún muy lejos. En LIPOR, como en tantos otros ecocentros, los técnicos que gestionan estos dispositivos son incapaces de seguir el ritmo del mercado, con una aceleración casi feroz de producción y sustitución de equipos.
Por lo tanto, hasta que continúen su viaje a la zona donde se separan por categorías, llamada “plataforma”, los materiales se colocan en los pequeños contenedores como piezas de “Tetris”.
Y esperan al aire libre hasta que se envían a reciclar. Mientras tanto, algunos de los componentes de estos equipos, como el sistema de refrigeración de los frigoríficos, liberan gases y sustancias que son tóxicas para el medio ambiente.
De estos aparatos no se aprovecha nada y la utilidad que tuvieron hasta llegar a LIPOR, como a tantos otros centros, deja de existir.
Para combatir esta falta de utilidad se han unido entidades españolas y portuguesas. ¿El objetivo? Darles una “segunda vida”.
Así lo afirma Maria do Céu Silva, técnica superior de medioambiente y una de las responsables portuguesas del proyecto, quien subraya la necesidad de reinventar todo el proceso.
“Hay que potenciar la recogida selectiva en origen de material y equipos que todavía tienen un potencial de reutilización”, explica.
Y esto es precisamente lo que pretende hacer el proyecto “Estrategia sostenible transfronteriza para la gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos” (ESTRAEE), dentro del Programa INTERREG V-A España-Portugal (POCTEP), a través de la implementación de “nuevas cajas” o contenedores.
El proyecto ESTRAEE, coordinado por la Diputación de Pontevedra, está dotado con 2,14 millones cofinanciados en un 75% con el fondo FEDER para desarrollar una estrategia de economía circular para la provincia gallega y el norte de Portugal.
UNA “BOLSA DE MATERIALES” RECICLADOS EN LÍNEA
“Las nuevas cajas permitirán preservar el material que todavía tiene potencial, separándolo de lo que no puede ser reparado”, dice Do Céu Silva.
El proyecto prevé que, en el futuro, los equipos se pesen, etiqueten y envíen a un centro de recuperación para ser reparados.
Una vez recuperados, como dice Do Céu Silva, el objetivo es que estos equipos puedan ser almacenados en cada ecocentro y, después, “devueltos a la comunidad” a través de una “bolsa de materiales”.
“El objetivo de esta bolsa es crear una plataforma en línea que estará disponible de forma gratuita para diversas entidades que puedan estar interesadas en este tipo de materiales y piezas”, destaca, y añade que todavía se está estudiando la posibilidad de vender o donar las piezas recuperadas.
Las “nuevas cajas” y, en consecuencia, los “nuevos albergues” de los materiales recuperados deberían implantarse en LIPOR, pero también en otros socios, hasta finales del primer trimestre de 2020.
Hasta entonces, la apuesta de las entidades hispanolusas pasa por reforzar la comunicación con los consumidores y concienciarlos de este problema, que repercute no sólo en el medioambiente sino también en la economía de las familias, según el director de LIPOR.
Para Leite, como los ciclos de vida de los equipos tienen reflejo en el “propio gasto de las familias”, el “poder” está en manos del consumidor y “sólo él podrá cambiar la mentalidad del productor”.
“Cuando el consumidor empiece a exigir equipos más duraderos, y que, en lugar de tirar un equipo, lo repare y aumente así su vida útil, es evidente que el productor tendrá menos posibilidad de tener electrodomésticos que se desechen más fácilmente”, concluye.
Fuente: EFE