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Por: Viviana García y Catalina Guerrero | EFE
Londres | VIDEO | La Unión Europea afronta un nuevo ciclo con retos cruciales, como relanzar el proyecto europeo o hacer valer su peso en el tablero del mundo, pero antes tiene que cerrar el “brexit” y reconquistar a los ciudadanos caídos en brazos de la extrema derecha para seguir construyendo la identidad europea.
BREXIT
Mientras Bruselas espera a que Londres clarifique, ya con la mayoría absoluta de Boris Johnson, su situación para poder negociar después de su partida la relación futura, las consecuencias de la victoria del “brexit” en el referéndum de 2016 han sumido al Reino Unido en su peor crisis desde la II Guerra Mundial y dejado a un país profundamente dividido, además de encender la retórica extremista, en especial contra la inmigración.
Esta división es transversal, ya que los partidos tradicionales tienen en sus filas tanto a partidarios del “brexit” como a proeuropeos, por lo que quedan atrás, por ahora, las viejas rivalidades entre izquierda y derecha.
Y la incapacidad de la clase dirigente para resolver los términos de la retirada británica de la UE, con un Parlamento fragmentado y debates tan acalorados que rozan los insultos, ha aumentado la frustración entre la población, que en las urnas ha premiado la voluntad “brexiter” del primer ministro conservador y exalcalde de Londres, Boris Jonshon.
El “brexit” ha dado “legitimidad a expresiones que buscan denigrar a los inmigrantes y limitar la inmigración, y ha exacerbado la crisis de identidad, dice a Efe el experto político Andrew Mycock, de la Universidad de Huddersfiel.
“Ha planteado más interrogantes sobre el futuro del Reino Unido y el legado del Imperio (británico). Estos problemas existían antes de 2016 pero han resonado más” tras aquel plebiscito, añadió.
La crisis económica de 2008, la decadencia de algunas zonas del país, como el norte de Inglaterra, cuyos habitantes se han sentido marginados al no ver los beneficios de la integración europea, así como el alza de la inmigración desde los nuevos países de la UE – Rumanía y Bulgaria -, han dado pie a este respaldo al “brexit” y al auge del populismo de derechas, como el Partido del Brexit de Nigel Farage, y a los grupos de extrema derecha.
Para algunos analistas, como Matthew Feldman, experto en radicalismo y profesor de la Universidad de York, la extrema derecha “tiene soluciones fáciles para asuntos difíciles”, pues solo aporta eslóganes a los debates políticos.
Por su parte, Chris Allen, experto en Estudios del Odio de la Universidad inglesa de Leicester, señaló a Efe que la retirada británica de la UE “ha envalentonado a varios grupos y activistas” de extrema derecha, “con un énfasis abrumador sobre la inmigración y los ‘problemas’ asociados a aquellos que vienen al país”.
La alerta sobre el interés de estos grupos por el “brexit” fue el asesinato de la diputada laborista proeuropea Jo Cox el 16 de junio de 2016 en West Yorkshire, norte de Inglaterra, donde un británico simpatizante del grupo National Action, le pegó varios tiros y la acuchilló en pleno día al grito de “Gran Bretaña primero”.
La conmoción por este asesinato obligó a los servicios de seguridad a aumentar la lucha contra la extrema derecha.
“Desde marzo de 2017, la Policía y los servicios de seguridad han frustrado 24 ataques terroristas, de los que una octava parte está relacionado con el terrorismo de (extrema) derecha”, explicó a Efe el subcomisario Neil Basu, jefe de la unidad antiterrorista de Scotland Yard, quien consideró que “la sociedad en su conjunto” debe trabajar para combatirlas.
RIESGOS Y RETOS
También en los otros Veintisiete, la conjunción de las dos crisis que sacudieron a la UE en la última década, la del euro, consecuencia directa de la económica, y la de los refugiados fueron detonantes de todo lo que vino después: el “brexit” y el rebrote de la extrema derecha, del nacionalismo, del populismo y el nacimiento de nuevos partidos.
Las soluciones fáciles para problemas complejos ofrecidas por la extrema derecha encuentran un buen caldo de cultivo entre los perdedores de la crisis económica, de la globalización, que por hartazgo terminan votándole, apuntó a Efe el profesor de relaciones internacionales de la Universidad Europea Miguel Ángel Benedicto.
Esos partidos críticos con la globalización, y “la UE es una forma de globalización”, van a seguir existiendo “siempre”, dijo a Efe la catedrática e investigadora principal del Real Instituto Elcano, Carmen González Enríquez.
Detecta también el “incentivo” que los nuevos partidos – incluidos los liberales – han supuesto para un electorado cansado de sus sistemas democráticos con partidos tradicionales y también por la dificultad de la UE de “seguir ofreciendo perspectivas de crecimiento continuo y de aumento del bienestar” de padres a hijos, “algo que había estado pasando desde su fundación” tras la II Guerra Mundial.
Ante esta situación de malestar social ambos expertos alertan de que la política contra el cambio climático si no se tiene muchísimo cuidado con ella puede alimentar aún más a la extrema derecha y producir protestas antisistema, como las vividas en Francia con los “chalecos amarillos” por la subida del precio del gasoil.
Tanto Benedicto como González Enríquez subrayan la necesidad de que se lleve a cabo una transición ecológica justa.
Algunas de las propuestas sobre la mesa de los grupos más activos contra el cambio climático “pueden llevar a una disminución de la actividad económica, a más paro y quizá a mayor pobreza”, “a un aumento de la desigualdad”, señala la investigadora de Elcano, donde dirige las áreas de opinión pública y de migraciones.
Los “necesarios” avances en la economía verde como en la digital “van a dejar perdedores por el camino, y hay que protegerles y ayudarlos, ya que de lo contrario avanzará la extrema derecha en Europa”, advierte Benedicto, que cita como uno de los grandes retos de Europa “coser” esas fracturas, pero también las existentes con los países del Este o entre las metrópolis y las zonas rurales, con el problema de la despoblación.
Ambos estudiosos coinciden también en la necesidad de trabajar a favor de una solución en el problema de la migración.
Frente a la presión migratoria, en este momento sobre todo de África, Benedicto considera “urgente” crear un sistema de asilo común para la UE, con dos patas: “por un lado, los países con fronteras externas (España, Italia, Malta y Grecia) deben comprometerse a controlar la migración irregular, y por otro lado, el resto de los Estados miembros deben solidarizarse” con ellos.
Y, además, añade González, la UE debe diseñar “políticas mucho más activas de presencia en el continente africano y de apertura de vías legales de migración para jóvenes formados capaces de incorporarse a nuestros mercados de trabajo de forma exitosa”.
¿CRISIS DE IDENTIDAD EUROPEA?
¿Se ven a sí mismos los pueblos de Europa como “europeos”, existe una identidad europea, y de existir, está en crisis?
Benedicto piensa que “no hemos alcanzado aún una identidad europea”, que “estamos en camino de, pero aún no” y que falta “mucho” para alcanzarla, “que no haya una lengua también obsta para que no haya unidad”.
Ahora bien, compartimos el euro, la moneda única, concede, y también “preocupaciones e intereses, y entonces, ahí, sí que hay un sentimiento de unidad”.
Tampoco cree que haya una opinión pública europea, aunque sí “picos de opinión pública”, como con los atentados o el incendio de Notre Dame, y constata que la UE “solo avanza si hay crisis”.
“Existe una identidad europea en todos los países en mayor o menor parte”, sostiene, por su parte, la investigadora de Elcano, quien no ve “ninguna señal” de crisis de identidad ni de desapego de la población hacia el proyecto europeo.
“No hay ninguna duda de que los ciudadanos de los Veintisiete quieren seguir en la UE”, afirma.
“El proyecto europeo se ha consolidado tanto que ya las generaciones dan por descontado su existencia y solidez”, remarca González, y recuerda que las identidades nacionales se han creado a lo largo de siglos y la UE solo tiene 62 años.
Fuente: EFE