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El exdictador filipino Ferdinand Marcos fue enterrado hoy en el Cementerio de los Héroes del país en medio del secretismo oficial y protestas de las víctimas de su régimen, diez días después de que el Tribunal Supremo autorizara el sepelio.
“Hoy se cumplió el deseo final de mi padre: ser enterrado con sus soldados compatriotas”, dijo ante los medios la primogénita del exdictador, Imee, minutos después de las exequias en el camposanto , protegido por unos 2.000 efectivos de la Policía y el Ejército para evitar incidentes violentos.
El sepelio de Marcos, responsable durante sus más de dos décadas de mandato de la muerte, tortura y detención ilegal de decenas de miles de personas, se produjo tres meses después de lo ordenara el actual presidente del país, Rodrigo Duterte , que pidió hoy comprensión a los filipinos.
“Marcos fue nuestro presidente durante mucho tiempo y fue un soldado. Si lo hizo bien o mal, no hay un estudio sobre eso”, afirmó en un comunicado Duterte desde Lima, donde participa en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).
El antiguo dictador fue sepultado en una ceremonia militar privada que no se anunció públicamente hasta una hora antes de la hora prevista para el entierro, y al que se prohibió la asistencia de los medios de comunicación, que informaron sobre el evento a las puertas del recinto.
Según explicó el portavoz de las Fuerzas Armadas de Filipinas, Restituto Padilla, en una rueda de prensa, la organización de la ceremonia se mantuvo en secreto “por petición de los Marcos”.
“Nosotros mismos solo recibimos confirmación ayer a las 5 de la tarde”, agregó.
El secretismo y el carácter repentino del sepelio ha contribuido a la indignación de miles de filipinos, que se concentraron en varios puntos del país con carteles para protestar contra el entierro de Ferdinand Marcos.
“Los Marcos saben bien que su padre no era ningún héroe. Tienen que esconder su entierro porque saben que la gente rechaza la decisión del Tribunal Supremo”, dijo a Efe Susan Quimpo, víctima del régimen de Marcos.
Decenas de figuras destacadas de la política filipina también mostraron su indignación por el entierro y la manera en la que se llevó a cabo, que consideran ilegal al no haberse cumplido el plazo estipulado de 15 días para considerar la decisión del Tribunal Supremo firme y final.
“Obviamente han desobedecido la ley, ya que la decisión no es final ni se puede ejecutar hasta 15 días después de la resolución”, afirmó en un comunicado la vicepresidenta de Filipinas, Leni Robredo, perteneciente a un partido político distinto del presidente.
La vicepresidenta también se mostró “perturbada” por el hecho de que el entierro sucediera “en coordinación con las Fuerza Armadas de Filipinas y la Policía Nacional, que demuestran que el proceso judicial ha sido totalmente ignorado”.
“Marcos era un ladrón, un asesino y un dictador”, aseveró Robredo.
Por su parte, el expresidente del Senado, Franklin Drilon, afirmó que el entierro de Marcos “es de todo menos noble”, y apuntó que “incluso muerto, sigue siendo un ladrón”.
Ferdinand Marcos fue depuesto en febrero de 1986 tras una protesta pacífica después de haber gobernado Filipinas con puño de hierro durante más de dos décadas, y murió durante su exilio en Hawai tres años después.
Desde que el cadáver de Marcos volviera a Filipinas en 1993, la familia del exdictador ha pedido su sepultura en el Cementerio de los Héroes, en el sur de Manila, pero hasta ahora habían sido ignorados por los mandatarios filipinos.
Sin embargo, Duterte prometió que enterraría a Marcos como un héroe durante su campaña electoral, y el mes pasado confesó que no puede “disociarse” de la familia del exdictador, a los que está conectados por su difunto padre, Vicente Duterte.
“Mi padre fue un miembro del gabinete de Marcos en su primer mandato. Mi padre fue uno de los dos que apoyaron a Marcos en sus momentos más oscuros”, dijo Duterte durante un discurso.
Además de ser responsable de la muerte, tortura o detención ilegal de más de 100.000 filipinos, Marcos se apropió de forma ilícita de entre 5.000 y 10.000 millones de dólares, según la ONG Transparencia Internacional, lo que le convierte en el segundo líder más corrupto de la historia, solo por detrás del indonesio Suharto.
(Fuente: EFE)
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