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Cuando se trata de política exterior –-especialmente la de las grandes potencias— los expertos, los periodistas y la opinión pública siempre parecen partir de que los gobiernos tienen un gran plan para tratar con las diferentes regiones del globo.
Y cuando los políticos no cuentan con aquello que George Bush padre llamó “visión”, pagan por su error siendo castigados por los medios y los electores. El problema con las grandes estrategias que todos exigen tan vehementemente es que es difícil resumir la política exterior para una región como el Cercano Oriente en una sola frase que quede en la memoria y sea más que una perogrullada.
El gobierno estadounidense actual lo sabe bien. Desde que el presidente Barack Obama pronunció su famoso discurso en El Cairo, en 2009, con el título “Un nuevo comienzo”, las expectativas que despertó su viaje aún lo persiguen. Los puntos más importantes de su alocución fueron un llamado a mejorar las relaciones entre el mundo islámico y Occidente, a lograr la paz entre Israel y Palestina y a luchar contra el terrorismo. Cinco años más tarde, la realidad golpea nuevamente sin piedad y la política de Obama, que muchos creyeron su gran estrategia para Cercano Oriente, enunciada en su discurso en El Cairo, ha sufrido un duro revés.
Estrategia engañosa
“No ha habido una estrategia concluyente para Cercano Oriente desde la intervención del gobierno de George W. Bush (hijo) en Irak”, señala Hall Gardner, profesor de Política Internacional en la American University of Paris, en Francia. Según él, el intento, nuevamente retomado por el gobierno de Obama, de revivir el proceso de paz entre Israel y los palestinos es uno de los pilares de una estrategia más amplia para la región.
“Uno de los objetivos más importantes del gobierno de Obama es haber tratado al menos de que los israelíes y los palestinos volvieran a acercarse, a pesar de que ese intento no haya dado resultado.” El fracaso de la iniciativa de paz, que muchos habían pronosticado, dice Gardner, tiene efectos negativos en toda la región.
“Dudo que Washington logre una estrategia coherente para Cercano Oriente “, dice Erwin van Veen, investigador en Clingedael, el Instituto Holandés de Relaciones Internacionales de La Haya, y explica que las diferencias religiosas irreconciliables y las diferentes etnias que conforman el Cercano Oriente no permiten llevar a cabo una estrategia congruente en toda la región.
Los cuatro principales objetivos de EEUU en Cercano Oriente son la seguridad de Israel, detener la carrera nuclear de Irán, cuidar las relaciones con los poderes regionales de Turquía y Arabia Saudita y frenar el avance de grupos islamistas radicales. Esas metas geopolíticas, unidas al objetivo número uno de Obama, es decir, impedir todo tipo de intervención militar de grandes magnitudes, no resulta en una estrategia unificada, pero, al menos, deja en claro qué es lo que quiere hacer Washington en Cercano Oriente.
Sin embargo, también esos objetivos se contradicen entre sí, opina Gardner. Debido a la guerra civil en Siria e Irak, “creo que EEUU no sabe cómo actuar y no encuentra una solución, ya que hay demasiados intereses en pugna entre los sauditas, los iraníes, el gobierno de Irak y el gobierno sirio, además de otros actores involucrados”, subraya.
“Ese es el dilema al que se enfrentan, y ese es también el motivo por el cual la política de EEUU para Cercano Oriente parece ser tan incoherente, y se la critica fácilmente”, añade, por su parte, van Veen.
Dado que es imposible llevar a cabo todos los objetivos, EEUU tiene que sentar prioridades en la región. “Sin duda lo están haciendo”, dice el experto. “Es un hecho conocido que por todos que Irán apoya al régimen sirio de Bashar Al Assad con dinero, armas y asesores internacionales. Y eso a EE. UU. parece no preocuparle demasiado. Eso tiene que ver con que no quieren poner en peligro las negociaciones nucleares con Irak, ya que ejercer demasiada presión en uno de los frentes puede tener consecuencias en el otro”.
El asunto es más que complejo, ya que, además, Washington no debería ordenar sus metas según la importancia de las mismas, sino tratar de ser lo suficientemente flexible como adaptar sus prioridades a las circunstancias o a las necesidades, independientemente de los acontecimientos en la región. Si la lucha contra los extremistas islámicos, como ISIS/ EIIS toma mayores dimensiones, es posible que se produzca un cambio de paradigma en las prioridades de EEUU Sin embargo, la lucha contra los terroristas debería llevarse a cabo con un slogan más eficaz que ayude a “vender” mejor la estrategia del presidente Obama.
(Fuente: Michael Knigge/Deutsche Welle )