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Una enorme nube negra y maloliente flota sobre Trípoli. Desde el pasado domingo (27 de julio), los bomberos intentan en vano extinguir el incendio en un depósito de combustible en cercanías del aeropuerto de la capital libia. Un tanque de combustible fue alcanzado por un cohete en medio de la lucha entre milicias rebeldes. Un segundo tanque también ha comenzado a arder.
Los bomberos no dan abasto. La situación es “muy peligrosa”, declaró el gobierno y advirtió sobre la posible irrupción de una “catástrofe humanitaria y medioambiental”. Otros tanques de petróleo, con una capacidad de más de 90 millones de litros, podrían explotar, así como una instalación de almacenaje de gas. Las autoridades han solicitado a países extranjeros el envío de aviones para extinguir las llamas. Los habitantes del área circundante han sido exhortados a abandonar sus casas.
Los tanques de combustible se encuentran en una de las calles que llevan al aeropuerto. Desde hace más de dos semanas, milicias rebeldes luchan por el control del aeropuerto. Según informaciones del gobierno, hasta ahora se han registrado más de 100 muertos. Las luchas continúan a pesar del gran incendio. Y también en otras regiones de Libia imperan el caos y la violencia.
Evacuación diplomática
Varias embajadas han sido evacuadas. Este lunes (28 de julio), el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán informó que, si bien su personal en Trípoli ha sido puesto a salvo, la embajada continuará realizando su trabajo en la región. Una caravana de autos de la embajada británica fue atacada a tiros.
Los Estados Unidos ya habían desalojado a su personal el fin de semana. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores estadounidense, Jen Psaki, intentó atenuar los temores de que la retirada diplomática pueda agravar la situación en el país: “Aunque nuestro personal no se encuentre en Libia, seguiremos apoyando al gobierno libio en distintos aspectos”.
Un Estado al borde de la desintegración
Andreas Dittmann, experto en Libia de la Universidad de Gießen, Alemania, es mucho más escéptico. Sostiene que el retiro de los diplomáticos muestra que los países occidentales han abandonado toda esperanza de una evolución positiva: “Libia se dirige hacia el caos”.
El gobierno ya no logra cumplir las tareas básicas de un Estado, como la preservación de la seguridad interna y exterior, y de la integridad territorial. “Los acontecimientos actuales evidencian cuán débil es el país. Libia es un Estado al borde de la desintegración”, dice Dittmann.
Los Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) apoyaron a la oposición libia en el derrocamiento del dictador Muamar el Gaddafi en 2011. Pero desde entonces, según Robin Wright, del think tank del Wilson Center en Washington, Libia ha sido “dejada cada vez más sola”. Con consecuencias fatales: “El gobierno central se ha diluido en tal medida, que ya ni siquiera puede controlar el aeropuerto de Trípoli, por no hablar de otras vastas regiones del país”.
“Los países occidentales han cometido muchos errores”, añade Andreas Dittmann. Las propias decisiones sobre la reconstrucción de Libia no fueron llevadas a cabo.
“La oportunidad de consolidar una verdadera democracia en Libia fue desaprovechada”. La violencia se encendió también a causa de un posible cambio en la correlación de fuerzas tras las elecciones parlamentarias del pasado 25 de junio. Si bien los resultados aún no son oficiales, los islamistas temen perder influencia en el Parlamento. Por ello intentan compensar su previsible derrota a través de las armas.
Tropas de paz para Libia
El influjo de los muchos grupos armados es uno de los problemas principales en Libia. Aquellos grupos tendrían que haber entregado sus armas tras la caída de Gaddafi. “Pero este desarme de la población jamás tuvo lugar”, dice Dittmann. En Libia, el poder y la influencia se aseguran a través de fusiles y cañones.
¿Qué hacer? Para Dittmann solo hay una forma de apaciguar la situación: “Se necesita de ayuda externa para desarmar a las milicias”. No es coincidencia que el presidente de transición libio solicitara hace poco en Nueva York el envío de cascos azules al país.
Pero, por el momento, eso no parece probable. Por una parte, es cuestionable que haya Estados que quieran enviar sus tropas al caos libio. Por otra, es muy posible que Rusia, en vista de su actual confrontación con los países occidentales a raíz de Ucrania, no apruebe por principio una misión de cascos azules en Libia.
(Fuente: Deutsche Welle )