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La oposición rusa ha iniciado la precampaña electoral para tratar de desbancar al jefe del Kremlin, Vladimir Putin , en las elecciones presidenciales de marzo de 2018, que podrían ser adelantadas.
“Lamentablemente, estamos acostumbrados a que las elecciones no decidan nada. No es sorprendente, ya que en Rusia no ha habido unas auténticas elecciones desde 1996”, dijo Alexéi Navalni, líder de la oposición extraparlamentaria rusa, al presentar su candidatura.
Precisamente, “Es hora de elegir” es el lema de la precampaña de Navalni, el único dirigente opositor con tirón electoral, como demostró en 2012 en las elecciones a la Alcaldía de Moscú, donde logró un histórico 27,5 % de los votos.
“Quiero ser la voz de las decenas de millones de personas que trabajan honestamente, crían a sus hijos, pagan impuestos y aman a su país, pero cuyas voces no son escuchadas por las autoridades”, afirmó.
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A sus 40 años, Navalni ha labrado su fama en la denuncia de la rampante corrupción en la administración pública, lo que le ha convertido en el enemigo número uno del partido del Kremlin, Rusia Unida.
“¿Cómo se repartirá la riqueza nacional? Con justicia o el 88 % de la riqueza seguirá perteneciendo al diez por ciento de la población”, dijo, en referencia a los oligarcas y las grandes fortunas leales a Vladimir Putin.
A diferencia del resto de políticos liberales, este abogado moscovita no tiene relación alguna con los oscuros años 90, década que la mayoría de los rusos relacionan con las privatizaciones fraudulentas y la llamada rendición ante Occidente.
Además cuenta con el apoyo del otrora hombre más rico de Rusia, Mijaíl Jodorkovski, y de las cancillerías occidentales, aunque Navalni es considerado por sus detractores un nacionalista que nunca renunciará a la anexión de Crimea.
El histórico líder de Yábloko, Grigori Yavlinski, también confirmó esta semana que se presentará de nuevo a las elecciones, pero casi todos dan por hecho que su participación será meramente simbólica.
Peor lo tiene el ex primer ministro Mijaíl Kasiánov, reelegido el sábado líder de PARNAS, partido cofundado por el asesinado Boris Nemtsov y que ya fracasó estrepitosamente en las últimas elecciones legislativas.
Como ya es tradición, Vladimir Putin mantiene un absoluto secretismo sobre sus planes de futuro, aunque dada su popularidad, que supera el 80 por ciento desde el inicio de la intervención en Siria, es muy probable que opte a la reelección.
“Quiero terminar mi carrera de manera exitosa”, dijo hace un par de semanas.
Las previsiones de la oposición de que la profunda recesión económica y la caída del poder adquisitivo causaría un estallido social no se han cumplido y, de hecho, la economía comenzará a crecer el próximo año.
Además, Putin se ha apoderado de la agenda anticorrupción de Navalni y en los últimos meses ha lanzado una purga de altos cargos, cuya principal víctima ha sido el ministro de Economía, Alexéi Uliukáev, en arresto domiciliario por soborno.
Las sanciones occidentales han sido prolongadas, pero la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y la probable de François Fillon en Francia también aventuran una relación más conciliadora entre Rusia y Occidente.
No obstante, los candidatos de la oposición tienen problemas más graves que la popularidad de Putin, quien no ha dudado en tachar de “traidores nacionales” a aquellos que critican la política del Kremlin.
Navalni podría ver frustradas sus esperanzas de participar en las elecciones presidenciales si la Justicia le vuelve a condenar por el robo de madera después de que el Tribunal Supremo ordenara repetir el juicio tras el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El nuevo proceso arrancó a principios de diciembre y en caso de confirmar la condena de cinco años de cárcel dictada en 2013 privaría al opositor del derecho a postular su candidatura al tener antecedentes penales, como recordó recientemente el Kremlin.
El propio opositor cree que el juicio es el as en la manga que se guarda el Kremlin en caso de que las encuestas demuestren en los próximos meses que su candidatura representa una amenaza para Putin.
En el caso de Kasiánov, el enemigo lo tiene dentro de su propio partido, ya que esta semana los antiguos correligionarios de Nemtsov abandonaron el partido descontentos con la gestión del ex primer ministro.
Consideran que su imagen está muy deteriorada por los escándalos y sus estrechos vínculos con Occidente, por lo que le propusieron que dejara el cargo y dejara paso a una nueva generación de dirigentes políticos, a lo que este se negó.
Con todo, el mayor obstáculo para la oposición extraparlamentaria es “el consenso de Crimea”, el acuerdo tácito del resto de partidos de apoyar sin rechistar a Putin en su defensa de los intereses nacionales, lo que ha reducido a la nada el debate democrático en este país.
(Fuente: EFE)
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