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A los asaltos, secuestros y detenciones los migrantes que recorren México para llegar a Estados Unidos suman otro obstáculo, el muro anunciado por el presidente Donald Trump, que si bien puede que no repercuta en el volumen del flujo migratorio, sí volverá más inseguras las rutas y los expondrá al crimen organizado.

La prolongación del muro entre los dos países, que actualmente se extiende por un tercio de los 3.152 kilómetros de frontera común, es solo una de las medidas migratorias del republicano para reforzar la “seguridad fronteriza”, a las que se suman otras como el envío de otros 5.000 agentes de la Patrulla Fronteriza.

Estas acciones “ciertamente agravan el tránsito de las personas que utilizan el territorio mexicano para ir hacia EE.UU., y especialmente podemos vislumbrar un foco rojo en la frontera norte”, donde podrían crearse en un futuro “colonias o campos de refugiados”, dice a Efe la directora ejecutiva de Amnistía Internacional en México, Tania Reneaum.

Reneaum señala que hoy en día “es difícil” decir si la cantidad de migrantes que pasan por México, muchos de ellos provenientes del Triángulo Norte centroamericano – Guatemala, Honduras y El Salvador – continuará “con el mismo volumen”.

En un principio, “puede ser que el efecto inmediato sea lo que se llama un ‘chilling efect’, una detención del flujo migratorio”.

“Pero es muy probable que al poco tiempo este efecto se diluya frente a los riesgos que corren las personas en sus propios territorios”, considera la activista, refiriéndose a la situación de violencia que obliga a los migrantes centroamericanos a abandonar sus países.

De acuerdo con los reportes de diferentes organizaciones civiles, las rutas se han vuelto más complejas en los últimos años, y su paso por zonas retiradas hacen a los migrantes más proclives a caer en manos de miembros del crimen organizado, quienes realizan tanto robos como secuestros a los migrantes, a cuyos familiares en EE.UU. piden un rescate.

Cada año, según datos de Médicos Sin Fronteras (MSF), unos 300.000 centroamericanos entran en México, la mayoría de ellos con la intención de llegar a EE.UU.

Los caminos inician en los sureños estados de Chiapas y Tabasco, pasan por la capital y vuelven a diversificarse en varias vías con las que, finalmente, se cruza la frontera por Baja California, Chihuahua o Tamaulipas.

La construcción del muro ya existente, cuyos orígenes se remontan a 1994, hizo que los migrantes buscaran zonas de entrada no cercadas, pero aun así hay algunos que pasan por donde se encuentra este obstáculo.

“Hay algunos túneles manejados por los narcos, si quieres pasar, necesitas pagarles (…) ellos deciden cuánto debes pagar, a quién, es como un túnel con peaje”, afirma a Efe el autor y activista italiano Flaviano Bianchini, quien dice que este monto puede llegar a rondar los mil dólares.

Trazar un muro a lo largo de toda la frontera únicamente “le daría más negocio a las bandas criminales”: “La gente seguiría viajando y pasando, hasta que haya condiciones dignas en los países donde salen”, valora.

Bianchini realizó en 2012, en propia piel y con una identidad falsa – se hizo pasar por peruano -, la ruta de México a EE.UU. como un migrante más, y sus experiencias quedaron reflejadas en su libro “El camino de la Bestia”.

Entonces estaba muy presente el recuerdo de uno de los episodios más oscuros que ha vivido México en el ámbito migratorio: la matanza de San Fernando atribuida a los Zetas, que en agosto de 2010 se llevó las vidas de 72 migrantes en el estado de Tamaulipas.

La Bestia, el tren de mercancías que recorre el país y a cuyo lomo se suben muchos migrantes, se convierte en un aliado en el camino, pero también en una pesadilla, y no solo por los accidentes que sufren las personas que intentan aferrarse a ella a su paso.

Además de los asaltos, que se producen varias veces al día, la llegada del sueño, sobre todo por las noches, hace que se produzcan situaciones de riesgo.

Los migrantes no pueden saltar a tierra para descansar, porque la oscuridad no permite ver dónde se va aterrizar, y algunas personas caen del tren y acaban mutilados por quedarse dormidas en el techo, relata el autor.

Las rutas también se han complicado recientemente por la implementación del programa Frontera Sur en julio de 2014, financiado por el Gobierno estadounidense y que aumentó el número de detenciones y deportaciones, aunque no necesariamente ayudó en la protección de los migrantes, como era su objetivo al comienzo.

“Ahorita la frontera sur es realmente lo peor, es muy, muy difícil pasar por ahí, hay continuos asaltos y la policía se puso más dura”, afirma Bianchini.

EFE