Vladimir Putin. (Foto:EFE)

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El presidente ruso, Vladimir Putin, no está en contra de la monarquía como institución, pero la jefa de la Casa Imperial Rusa, María Románova, cree que aún no se dan las condiciones para la reinstauración del zarismo, cuando se cumple un siglo de la abdicación de Nicolás II, el último zar.

“Es sabido que Vladimir Putin no tiene una opinión negativa sobre la monarquía como institución, valora objetivamente su papel en el mundo actual y también respeta la historia de la tradición monárquica rusa”, manifestó hoy a Efe en una entrevistas por escrito la Gran Duquesa María de Rusia.

La descendiente de la dinastía de los Románov, que reside en Madrid, considera que “no sería correcto” abordar ese asunto con el jefe del Kremlin “por propia iniciativa”, ya que Vladimir Putin es un presidente democráticamente elegido que se rige por los principios de una república.

“Tanto nosotros, como guardianes de las ideas monárquicas, como el presidente (…) coincidimos que ni ahora ni en un futuro próximo se dan las condiciones para la reinstauración de la monarquía”, señaló.

La duquesa opinó que, dada la situación en el país y en el mundo, “lo ideal es una república presidencialista fuerte”, aunque consideró que Rusia es un país “suficientemente libre” para que el ideario monárquico “siga viviendo”.

“Creo en el futuro de la monarquía como modelo histórico arraigado en los valores espirituales, morales y culturales de la civilización rusa”, destacó.

Con todo, agregó, “el restablecimiento de la monarquía sólo puede tener lugar como resultado de la expresión de la voluntad popular”, pero consideró “inadmisible” su reinstauración automática a espaldas del pueblo.

“Nosotros vivimos fieles al principio heredado de nuestros antepasados: ‘Haz lo que debas y que sea lo que tenga que ser’. Los Románov desde el principio de su reinado vieron el poder no como un fruto deseado, sino como una pesada cruz”, explicó.

Eso sí, matizó, “en caso de que el pueblo nos llame a nosotros o a nuestros descendientes para el cumplimiento del deber zarista que hemos heredado, no rechazaremos esa apelación”.

“Pero es falso e injusto acusarnos de ambición de poder”, dijo sobre sí misma y su hijo, Jorge (Gueorgui), heredero al trono ruso, cuyo primer inquilino fue el zar Mijaíl en 1613.

A día de hoy, María Románova ve el papel de la Casa Imperial en mantener viva la llama de los mil años de historia del país y, entre otras cosas, proyectar una imagen positiva de Rusia a nivel internacional.

Recuerda que, según las encuestas, entre un 10 % y un 30 % de los rusos apoyan actualmente la monarquía, aunque advierte de que muchos la equiparan erróneamente con una dictadura o un simple decorado, lo que vinculó con muchas décadas de propaganda soviética.

Con ocasión del centenario de la abdicación de Nicolás II, que renunció al poder tras el estallido de la Revolución de Febrero de 1917, admite que el mayor error del último zar fue no haber sido capaz de ver las ansias de cambio y reforma del pueblo ruso.

Aunque mantiene que “seguramente ningún mandatario, independientemente de lo sabio y fuerte que fuera, podía haber evitado la revolución”, ya que ésta fue consecuencia de una crisis de valores mundial, más que resultado de una conspiración política.

“La renuncia de Nicolás II fue dictada precisamente por amor al pueblo y el deseo de evitar una guerra civil o al menos minimizar las víctimas. Lamentablemente, no pudo frenar la guerra fratricida”, confesó.

María de Rusia, que no es descendiente directa del último zar, ya que su abuelo Kiril I, que asumió el trono en el exilio en 1924, era primo de Nicolás II, cree que éste era profundamente creyente y un patriota que en 23 años colocó a Rusia en el primer lugar en crecimiento económico y aumentó la población en un 50 %.

En su opinión, los bolcheviques querían “romper lazos” con las raíces históricas de Rusia y “llevar a cabo un gran experimento social a nivel mundial”.

“Pero el intento de crear un ‘paraíso en la tierra’ totalitarista y ateo, como cualquier utopía, estaba condenado al fracaso desde un principio”, afirmó la aristócrata, que acusó a la Unión Soviética de causar innumerables víctimas y un gran daño a Rusia y al resto de países que cayeron bajo la órbita comunista.

Lamenta que la sociedad rusa aún no haya superado del todo la división entre rojos y blancos, aunque cree que Rusia no es el único país donde aún no han supurado las heridas de una guerra civil (1917-1923) y pone como ejemplo a España.

“Yo siempre recuerdo las palabras del emperador Nicolás II (…) pronunciadas poco antes de su tormentosa muerte: ‘No es el mal el que derrota al mal, solo el amor’”, asevera sobre el último zar, fusilado por los bolcheviques junto a su mujer e hijos en 1918.

Fuente: EFE