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Algo que Bagdad no había visto en mucho tiempo: un desfile de combatientes chiítas. Uniformados como los soldados iraquíes, con uniforme negro o con túnica y turbante, marcharon este sábado (21.06.2014) miles de ellos por las calles de Sadr City, el más grande distrito de la capital con sus dos millones de habitantes, casi todos chiíes, que lo aclamaban.
Su intención es plantar cara al EIIS en el frente. “¡Vamos a acabar con ellos!”, se oía por todas partes. Portaban armas de fuego, pistolas, granadas y cócteles molotov. Su objetivo inicial es Samarra. Allí piensan enfrentarse a la organización terrorista suní EIIS (Estado Islámico de Irak y Siria/Levante) para salvaguardar su mezquita chií. Esto ofrece a sus luchadores la motivación necesaria. El ayatolá Ali al-Sistani les había llamado a la lucha contra el enemigo que amenaza tanto sus sitios sagrados como la unidad de Irak. Los chiitas están ahora dispuestos para cualquier cosa.
El primer frente se encuentra en Samarra. Ahí deberían hacer retroceder a EIIS. Los 110 kilómetros que la separan de Bagdad la han convertido en la pesadilla de los iraquíes. El minarete en espiral del al-Askari es famoso en todo el mundo. Y aunque la mayoría de los 160.000 habitantes de la ciudad son sunitas, es un santuario chiita indispensable.
En febrero de 2006 una bomba destruyó la cúpula dorada de esa mezquita, lo que recrudeció el enfrentamiento entre ambas facciones del Islam. Miles de suníes y chiíes tuvieron que pagar con su vida. Y crece el temor a que esto se repita.
EIIS avanza en su conquista de la carretera principal que conduce de Mosul a Bagdad. A su paso está Tikrit, la ciudad natal de Saddam Hussein, Baiji, la refinería, y Samarra. Después de que Mosul fuera la primera ciudad que tomaron, hace dos semanas, vino Tikrit. Siguieron intensos combates alrededor de la refinería de Baiji, que suministra a todo Bagdad electricidad y carburante. E informes de la victoria de los rebeldes y el repliegue del ejército iraquí. La situación táctica es confusa, pero la refinería no produce.
Situación confusa
En escenarios secundarios como Baquba, capital de la provincia de Diyala, al noreste de Bagdad y el paso fronterizo con Siria de Al Qaim, que habría sido tomado por los rebeldes, la información es confusa. Al Qaim se encuentra en la provincia de Anbar, gran parte de la cual había caído en enero bajo el control de EIIS.
Muchos refugiados de Al Qaim se alojan en campamentos en las afueras de Bagdad. Algunos dicen que el EIIS no se ha apoderado del puesto fronterizo, sino los miembros de las tribus locales. No es solo EIIS quien combate en Baquba. La provincia de Diyala se ha convertido desde el terror de los años 2006 al 2008, en escenario de violentos enfrentamientos en varias ocasiones entre los distintos grupos étnicos que allí viven. A Diyala también se la conoce como “Pequeña Irak”, porque están representados todos los grupos étnicos del país, y compiten entre sí por el poder y la influencia.
Pero lo que ha sucedido durante el fin de semana en la ciudad de Sadr ha sido el resurgir de una época que creía los bagdadíes creían superada hace tiempo. El líder chiita Muqtada al-Sadr resucitó a su ejército Mahdi. Esta milicia fue fundada en junio de 2003 para luchar contra las fuerzas de ocupación estadounidenses y se dice que llegó a contar con hasta medio millón de seguidores. Jaish al-Mahdi, como se la llama en árabe, era famosa y temida en Bagdad y fue clave en la escalada de los sangrientos enfrentamientos entre suníes y chiíes que en última instancia condujeron a la guerra civil.
Escuadrones de la muerte, que a menudo practicaban ejecuciones arbitrarias, tomaban rehenes en Sadr City, hasta que se cumplían sus exigencias. No necesariamente el pago de un rescate, sino demandas políticas como la liberación de prisioneros o la retirada de las tropas estadounidenses. De forma análoga a la organización terrorista suní Al Qaeda, Jaish al-Mahdi perpetró miles de atentados, detonó explosivos junto a carreteras y disparó morteros hacia la llamada Zona Verde, donde los estadounidenses y el gobierno iraquí centralizaban sus administraciones. Lo que distingue al ejército Mahdi de Al Qaeda, eran los terroristas suicidas. La organización terrorista suní los había convertido en su sello, mientras los chiítas rehusaron recurrir al suicidio.
Si ahora el ejército Mahdi se enfrenta a EIIS, nada bueno espera a muchos residentes de Bagdad. Tanto chiítas como sunitas tienen miedo de la incontrolable confrontación que se avecina.
Tras tres años de sangrienta guerra civil, Moqtada al-Sadr anunció en 2008 la disolución de su ejército, pidiendo a sus combatientes deponer las armas. Esto mismo pasó con la intervención del gran ayatolá al-Sistani en Najaf cuando pidió a los jóvenes chiítas rebeldes (entonces Moqtada al-Sadr no contaba cuarenta años de edad) entrar a formar parte del proceso político en Irak. En el último gabinete, la facción de al-Sadr estaba representada con seis ministros, nombrados de entre sus seguidores. En el Parlamento mantiene 40 escaños. Con sus votos Nuri al-Maliki logró un segundo mandato. Pero al-Sadr se ha distanciado de él, al que considera un “nuevo dictador”. ¿Es el renacimiento del ejército Mahdi la salvación para Maliki o tiene al-Sadr algo más en mente?
(Fuente: Deutsche Welle )