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El corralito que entró en vigor este lunes en Grecia tomó por sorpresa a los ciudadanos y asestó ya en su primer día un duro golpe a los jubilados que, por problemas logísticos, no pudieron cobrar su pensión, pese a estar excluidos de las restricciones bancarias.
En la sede del Banco Nacional de Grecia, en el centro de Atenas, pensionistas se vieron sorprendidos por la noticia de que, en contra de lo que habían escuchado, todavía no podían retirar su paga.
“Hasta las cinco de la tarde no sabremos qué sucursales abrirán”, les informaba un empleado que intentaba tranquilizar así a estas personas mayores, que habían escuchado que a partir del mediodía podrían cobrar.
El corralito impuesto este lunes excluye exprofesamente a los pensionistas de las limitaciones y contempla la apertura de una serie de sucursales dedicadas exclusivamente a ello.
Hoy es el día en que en principio debían cobrar todos los jubilados que perciben las pensiones de la Seguridad Social; mañana el de las cajas de autónomos y agricultores.
“Es que yo no llevo ya dinero y no tengo más que una libreta, no tengo tarjeta”, se quejaba una señora, coreada por otros hombres que se encuentran en la misma situación.
Las limitaciones decretadas por el Gobierno son draconianas para todo lo que se refiere a las operaciones en efectivo, pues limitan a 60 euros al día la retirada de cajeros y tan solo mantienen ilimitados los pagos con tarjetas de débito y crédito y las transferencias nacionales por internet.
El problema es que Grecia es un país en el que el uso de tarjeta no está ni mucho menos tan extendido como en otras naciones de la Unión Europea.
“Mi abuela desde luego no tiene tarjeta”, explicaba a Efe un taxista para añadir que muchas pequeñas tiendas, sobre todo en la Grecia rural, no disponen de aparatos de lectura, por lo que nadie usa esta forma de pago.
La situación en los comercios, en cambio, era de aparente normalidad, dentro de lo que significa eso en Grecia, donde la crisis ha golpeado a todo el comercio, e incluso en las tiendas que no venden artículos de primera necesidad la afluencia parecía normal.
Karina, que trabaja en una tienda de bisutería, opinaba que el turismo podría convertirse en estos momentos en un importante sostén para capear el negocio durante los próximos días.
“Esta zona, afortunadamente, es muy turística y esperamos que los turistas, a quienes no les afecta el corralito, puedan ayudarnos a salvar esta situación durante estos días”, dijo en declaraciones a Efe.
A su vez, Karina cree que a medio plazo las restricciones afectarán mucho a comercios como el suyo, ya que “la gente tiene otras cosas en las que pensar”.
En el mercado central, donde se veían más turistas que nacionales, los vendedores veían la situación con pesimismo, al considerar que las restricciones de efectivo “solo empeoran una situación que ya lleva tiempo siendo muy mala”, como decía Aiar, un albanés que vive y trabaja desde hace más de veinte años en Grecia.
Pese a creer que las restricciones bancarias asestan un golpe adicional a la economía y posiblemente llevarán a un mayor desempleo, Aiar no culpa al Gobierno del izquierdista Alexis Tsipras de la situación.
A su juicio, la situación ya era pésima antes del corralito, por lo que a su juicio la única solución a largo plazo “es salir de la eurozona”.
Fotis, conserje en un edificio de oficinas explicaba a Efe, tras llevar toda la mañana escuchando opiniones, que había oído de todo, desde los que “se lo toman con despreocupación” y creen que la situación se resolverá en unos días hasta los que están realmente “atemorizados”.
Yanis, el taxista que contaba lo de su abuela, era uno de los que no compartían ese miedo, a pesar de que el corralito evidentemente afectará primero a servicios que no son absolutamente necesarios.
“Qué quiere que le diga, esto nos toca a todos”, “yo creo que las cosas se resolverán en pocos días”, explicaba, confiado en que los líderes europeos encontrarán una solución de compromiso que ponga fin a los controles de capital.
(Fuente: EFE)