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Millones de personas abarrotaron los cementerios de Filipinas para honrar a sus muertos en el Día de Todos los Santos, una tradición que los filipinos ven además como una oportunidad para festejar y reunirse con sus familiares.

“Es un día feliz. Es un día festivo y además podemos pasar tiempo con la familia”, explica a Efe Joel Santos, que ha acudido al Cementerio Sur de Manila, en el distrito de Makati, para presentar sus respetos a sus antepasados.

Sólo en dos de los principales camposantos de Manila, el Cementerio Norte y el Cementerio Sur, las autoridades han previsto recibir más de 2 millones de personas, a las que se unen miles de comerciantes que buscan sacar tajada de uno de los días más marcados del calendario filipino.

En la principal “avenida” del camposanto se mezclan todo tipo de puestos – comida rápida, limonadas, globos, polluelos de colores, flores – con una marabunta de personas que ocupan cada metro cuadrado del recinto.

El sofocante ambiente no es mejor en las cercanías del cementerio, donde se agolpan puestos de comerciantes que venden los imprescindibles cirios y flores para las tumbas, y todo tipo de abalorios, música, ropa; además, se ofrecen desde seguros de vida hasta tatuajes.

Para tratar de controlar esta avalancha humana, la Policía de la Región Capitalina – donde se encuentra Manila – ha desplegado a más de 9.500 agentes en lugares estratégicos desde el pasado sábado y hasta el miércoles.

“En el cementerio Sur de Manila están desplegados casi 500 policías y, además, tenemos aquí voluntarios de la Cruz Roja y otras organizaciones. En total hay más de 1.000 personas (para atender al público)”, explica el director de ambas necrópolis, Daniel Tan.

La mayoría de los filipinos, que dan un gran valor a la vida familiar, pasan gran parte del Día de Todos los Santos frente a la tumba de sus seres queridos, y algunos hasta hacen noche en el cementerio.

“Llegamos anoche y estaremos un total de 18 horas, hasta esta tarde”, cuenta Ana Rose Jacinto frente al nicho de su hermano, que junto a otros 9 de sus parientes ha decorado con velas y flores.

“Vivimos en la misma casa, pero dado que todos trabajamos, esta es una de las mejores ocasiones para pasar tiempo juntos”, explica.

La locura que se desata en los cementerios en Filipinas el 1 de noviembre de cada año ha llevado a las autoridades a prohibir la entrada de cada vez más artículos de venta con el objetivo de reducir el número de incidentes.

“Están prohibidas las bebidas alcohólicas, animales de compañía, altavoces, guitarras, cartas de juego, todo tipo de apuestas… Y armas, cuchillos, incluso disolventes, pinturas o cualquier material inflamable”, esclarece el encargado del Cementerio Sur.

Tampoco se puede entrar en los cementerios del Área Metropolitana de Manila con utensilios de jardinería, ni con mecheros ni cerillas, algo de lo que se asegura el personal de seguridad dispuesto a la entrada de las necrópolis que registra las pertenencias de todos los asistentes.

“La gente a veces se pelea, porque se emborracha y a raíz de eso se producen enfrentamientos. Pero hoy, por ejemplo, sólo hemos confiscado aquí una botella de alcohol”, comenta a Efe el inspector Izen Retobar, encargado de uno de los 8 puestos de Policía desplegados en el interior del Cementerio Sur.

Aunque algunos asistentes se quejan del excesivo control de las fuerzas de seguridad, que conllevan dificultades para prender los miles de cirios que se colocan frente a las tumbas estos días, otros agradecen las medidas.

“Recuerdo haber visto muchos incidentes antes, sí, pero hoy en día la cosa está mucho más controlada, y así es mejor, porque reina la calma”, opina Santos.

(Foto: EFE)