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Cerca de 800 víctimas del conflicto armado interno, en su mayoría nativos machiguengas y ashánincas, se encuentran en la fosa común más grande hallada hasta hoy en el Perú, en la provincia de Satipo, región Junín. La zona donde se hicieron los entierros clandestinos es conocida como Saigón.
A 130 kilómetros al este del distrito de San Martín de Pangoa, el equipo forense que inició esta semana la búsqueda de indígenas desaparecidos halló la zanja donde fueron arrojados los muertos aniquilados por Sendero Luminoso entre 1984 Y 1990.
“Los mataban porque no querían seguir a los terroristas o porque estaban enfermos (…) Saigón es la fosa común más grande hallada en el país. No fue mencionada por la Comisión de la Verdad y Reconciliación”, observó a El Comercio Carlos Angulo Mera, miembro de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso.
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En la zona operaban los cabecillas subversivos conocidos como ‘Dalton’, ‘William’ y ‘Andrea’, terroristas del grupo de aniquilamiento que dirigieron ‘Feliciano’, ‘José’ y ‘Gabriel’.
Los restos pertenecen a pobladores de las comunidades de Yanaipango, Boca Matzuriniari, Alto Tzoniari, Alto Tincabeni, Pachacútec, Túpac Amaru, Anapati, Libertad Anapati y del mismo Saigón. Este pueblo se ubica en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). Para llegar allí es necesario caminar 12 horas desde donde se acaba la carretera. La fosa será abierta en presencia de forenses del Ministerio Público.
A su turno, Luis Pichuca Quintimari, regidor de la Municipalidad de Pangoa, indicó que su comuna trabaja para que los deudos reciban las reparaciones que les corresponden. “Pueblos enteros fueron arrasados por terroristas. Por ejemplo, en Alto Tincabeni, de 300 personas, se salvó solo una”, relató.