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Si bien la economía mexicana sigue contrayéndose, el Gobierno de Enrique Peña Nieto es optimista respecto de un repunte a corto plazo. Muchos se preguntan si habrá un cambio profundo en la política económica del país.
El ministro mexicano de Economía, Luis Videgaray Caso, no parecía irradiar precisamente tranquilidad durante el encuentro de banqueros del BBVA Bancomer, una de las instituciones financieras más importantes del país. A fines de la semana pasada, el Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto corrigió el pronóstico de crecimiento económico de México hacia abajo, de un 3,9 por ciento a un 2,7 por ciento. Antes, ya el Banco Central de México había publicado datos que predecían un crecimiento menor que el esperado.
La economía mexicana creció en 2013 solo en un 1,1 por ciento, y las cifras para el año en curso siguen siendo poco prometedoras, en especial si se las compara con las de países como Perú o Colombia. Sobre todo, porque se esperaba que las reformas estructurales promovidas por el Gobierno de Peña Nieto, y elogiadas por sectores conservadores de la prensa –como, por ejemplo, la apertura del sector energético al capital privado, la liberalización del sector de comunicaciones, así como la reforma impositivo-financiera- trajeran al fin el necesario impulso para un verdadero repunte.
Sin embargo, luego de un lanzamiento anunciado como la panacea a todos los males, las medidas de Peña Nieto parecen haberse estancado debido a males crónicos que afectan desde siempre a la economía del país hispanohablante más poblado del mundo.
Esos males fueron acentuados todavía más por las declaraciones de Vicente Rodero, director general del BBVA Bancomer, quien señaló que el anhelado “momento mexicano” se había esfumado en 2013 y en 2014. Si bien las condiciones macroeconómicas eran las esperadas, la corrupción y el crimen organizado impedían que la economía experimentase una mayor recuperación.
“No hay recesión ni crisis”
El ministro Videgaray, por el contrario, se esfuerza por mejorar la imagen de la economía mexicana. Según él, en México no hay recesión ni crisis. Tres problemas –-dos momentáneos y uno estructural— son, en realidad, los responsables del pronóstico negativo. El primero: EEUU, el mayor socio comercial de México, registró un crecimiento menor que el esperado, lo cual tuvo consecuencias negativas en las exportaciones mexicanas. Según Videgaray, un problema temporal, así como la caída del consumo privado, causada por la nueva política impositiva.
El Gobierno introdujo un aumento de impuestos a las gaseosas azucaradas y a la comida rápida, y también aumentaron los precios del combustible. Además, la producción de petróleo cayó un 1,2 por ciento en el primer trimestre, lo que representa un problema estructural, dice el ministro, que también será solucionado a mediano plazo a través de la apertura del sector energético y de Pemex a las inversiones extranjeras.
Las inversiones internacionales directas, por el contrario, registraron un incremento de un 17 por ciento en el primer trimestre, en comparación con el mismo lapso en 2013, lo cual representa una “demostración de confianza” en la economía mexicana.
Alta tasa de desempleo
En otro orden de cosas, Videgaray se mostró preocupado en vista de la reducida competitividad debido a la existencia de un sector de trabajo informal de enormes proporciones. “Uno de los mayores obstáculos para nuestra productividad tiene que ver con el trabajo informal. Está claro que si tratamos de solucionar este problema con los mismos instrumentos y estrategias de siempre, no podemos esperar otros resultados”, dijo el ministro de Economía de México. Más de un 60 por ciento de los trabajadores mexicanos se desempeñan en empleos en el sector informal, es decir, sin seguro social ni aportes jubilatorios.
Según expertos, para responder a la necesidad de empleo de la población y de los nuevos egresados de escuelas secundarias, México necesita entre 1,2 y 1,5 millones de nuevos puestos de empleo regularizados.
Interpretaciones divergentes
Si bien un crecimiento del 2,7 por ciento es insuficiente, opina Videgaray, este supera al crecimiento promedio de la economía mexicana de los últimos 13 años, que fue del 2,3 por ciento. En los dos primeros años del Gobierno de Peña Nieto, sin embargo, ese incremento fue del 1,9 por ciento. Una cuestión de interpretación de estadísticas. De ellas, el ministro deduce que, si las reformas se ajustan detalladamente a las necesidades del país, y sus efectos comienzan a hacerse notar, es probable que se produzca un crecimiento económico promedio del cinco por ciento anual.
De la misma opinión es el presidente de México: “Tengan la certeza de que, con estas reformas, México pasará en los próximos años de un crecimiento débil a uno acelerado”, dijo recientemente Enrique Peña Nieto.
Videgaray estima que en 2014 se producirá un impulso real en la economía mexicana. Como medidas a corto plazo, nombró una política de gastos anticíclica, con mayores gastos estatales en infraestructura y en programas sociales.
Hace poco, Peña Nieto presentó un plan nacional de infraestructura para los próximos cuatro años que prevé inversiones por cerca de 600 millones de dólares —el doble de las realizadas entre 2007 y 2012— y que posibilitaría un crecimiento de hasta un dos por ciento anual. Más de la mitad de los recursos provendrá del sector público. Eso suena más bien a economía keynesiana que al modelo neoliberal al que se ajusta México –sin éxito- desde hace más de veinte años. ¿Se perfila, por tanto, un cambio de paradigma?
(Fuente: Deutsche Welle )