Imagen del proyecto Space Rider. (Foto: ESA)

Imagen del proyecto Space Rider. (Foto: ESA)

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Todos los años se lanzan al espacio decenas de satélites de observación de la Tierra o de telecomunicaciones. Cumplida su vida útil sus piezas no se recuperan, tampoco las de los cohetes, pero ¿es posible la reutilización en el espacio ? La misión Space Rider lo va a intentar.

Space Rider es un proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) que se lanzará previsiblemente en 2020. Está basado en el vehículo IXV (Vehículo Experimental Intermedio, en sus siglas en inglés), de cuyo vuelo y reentrada a la atmósfera se acaban de cumplir dos años: el 11 de febrero de 2015 logró amerizar en el océano Pacífico al oeste de las islas Galápagos.

Y lo hizo en 1 hora 37 minutos de vuelo después de alcanzar los 413 kilómetros de altura respecto a la Tierra, tras lo que descendió a una velocidad de unos 27.000 kilómetros por hora y utilizó la atmósfera para frenar; a través de ella planeó antes de desplegar los paracaídas a 25 kilómetros de altura.

Durante la entrada hipersónica, la nave – de cinco metros de largo y dos toneladas de peso – tomó gran cantidad de datos, gracias a los más de 300 sensores con que estaba equipada y un sistema de guiado, navegación y control (GNC) realizado por la empresa española SENER.

Ahora la hazaña se va a volver a repetir, pero esta vez con Space Rider, un vehículo muy parecido a IXV que estará en órbita dos meses y que volverá a tierra, esta vez a tierra firme.

El objetivo es que aterrice en el aeropuerto de Santa María de Azores.

En la actualidad el proyecto está en fase de diseño, confirma a Efe Antonio Ayuso, de SENER, compañía que volverá a fabricar el sistema GNC y del que este es director: “IXV era un demostrador pero ahora se va a construir un vehículo operacional, que dará servicios de observación de la Tierra a terceros durante dos meses”.

Thales Alenia Space Italia es, junto al Centro italiano de investigación aeroespacial, el contratista principal de Space Rider, que también llevará a bordo experimentos de microgravedad – aún por elegir -.

Lo difícil de esta misión es todo, afirma por su parte Rodrigo Haya, ingeniero jefe del sistema de GNC, sobre todo la reentrada del vehículo, ya que lo hará a una velocidad de 26.700 kilómetros por hora, usando la atmósfera como sistema de frenado.

“El problema principal que tienen estas naves es el calentamiento, así que tienen que buscar un ‘corredor’ para su reentrada. Si entra de manera muy agresiva se quema, pero si entra demasiado suave puede rebotar y volver a órbita”, explica.

Space Rider tendrá además que aterrizar en una zona de 150 metros, después de casi una hora desde que deja su órbita y recorrer en vuelo una distancia de 7.000 kilómetros; a unos 15 kilómetros del suelo desplegará un primer paracaídas, seguido de un parapente.

La clave del aterrizaje está en la precisión, lo que permitirá reutilizar el vehículo: la previsión es que se pueda volver a usar unas cinco o seis veces más (no todo, pero sí aprovechar aproximadamente el 90 %), detalla Ayuso, quien apunta que esta misión abrirá la puerta al reciclaje.

“Es impensable tirar un avión después de un vuelo Madrid-Nueva York y Space Rider abre una vía para evitar esto en el espacio”.

No es la primera vez que se intenta algo así. De los transbordadores espaciales de la NASA Space Shuttle se reutilizaba el orbitador e incluso algunos componentes de los cohetes aceleradores, pero en la actualidad la mayoría de los sistemas de lanzamiento no se reciclan; hay empresas estadounidenses como SpaceX que también trabajan en este sentido.

En la última ministerial de la ESA de diciembre pasado Space Rider recibió 30 millones de euros (31,6 millones de dólares) para la fase de diseño y definición – el coste total es de 250 millones (263 millones de euros) -.

(Fuente: EFE)

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