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La cifra de muertos por el brote del virus del ébola en Guinea se incrementó ya a 83, a la vez que hay 127 casos de infecciones confirmadas, indicaron las autoridades de salud.
En la capital de Guinea, Conakry, se registraron 11 de estos casos. Debido a la fuerte propagación de la enfermedad, el presidente Alpha Conde declaró el fin de semana la emergencia sanitaria. También se detectaron los primeros casos en Liberia . Al menos dos personas murieron, mientras que según fuentes oficiales hay al menos 11 casos sospechosos, según indicó el Ministerio de Salud la semana pasada.
Letal en el 90 por ciento de los casos
En el 90 por ciento de los casos, una infección con el virus del ébola provoca la muerte , y todavía no se han desarrollado ni medicamentos ni vacunas contra esa enfermedad. El virus del ébola se propaga mayormente en África central y occidental, cerca de selvas tropicales, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán, Gabón, Costa de Marfil y Uganda. Ahora apareció también en Guinea, donde ya fallecieron cerca de 90 personas desde mitades de febrero.
El ébola se transmite a través de contacto directo, no a través del aire. Los murciélagos de la fruta de la familia Pteropodidae son considerados los huéspedes naturales del virus. Las personas que cuidan a los enfermos pueden contraer la enfermedad, así como quienes tocan a sus seres queridos que ha muerto por el ébola para darles el último adiós.
En cuanto a su tratamiento, algunos medicamentos nuevos han dado resultados prometedores en estudios de laboratorio y actualmente se están evaluando, informa la Organización Mundial de la Salud . Actualmente, varias vacunas experimentales están en fase de prueba, dice esa organización, pero podrían pasar varios años antes de que alguna de ellas pueda utilizarse.
Según el profesor Adrian Hill, director del Instituto Jenner, de la Universidad de Oxford , en Gran Bretaña, ya hay unas 20 vacunas contra las grandes enfermedades que ya podrían haber sido desarrolladas: “La realidad es que hay unas 20 vacunas que consideramos que deberían existir, ya que harían una gran diferencia en cuanto a salud pública. Se podrían salvar millones de vidas, como en el caso de la tuberculosis o el sida, o cientos de miles de enfermedades graves, como en el caso de la vacuna contra la influenza.”
Mucho dinero y mucho tiempo
¿Por qué la industria farmacéutica no invierte más en esas vacunas? Lo que sucede, señala Hill, es que “las compañías farmacéuticas se ocupan de las enfermedades donde hay grandes mercados. Y lo que dificulta todo esto es que desarrollar vacunas toma más tiempo que desarrollar medicamentos. Puede llevar de 10 a 20 años crear una vacuna nueva y colocarla en el mercado. Y todo el proceso puede costar 500.000 millones de euros.”
Pero eso no justifica, naturalmente, que no se investigue ni se invierta dinero en mejorar la vida de los afectados, especialmente en los países más pobres. Un factor clave que obstaculiza el desarrollo de las vacunas es el de la seguridad, señala Hill. Se utilizan nuevas tecnologías que aún no han sido probadas en seres humanos. Y la única forma de probar que no son perjudiciales es llevar a cabo estudios clínicos con miles de personas. Eso implica mucho dinero y mucho tiempo.
En cuanto a si se puede crear un marco legal que obligue a la industria farmacéutica a invertir una cantidad de sus ganancias en medicamentos de moda en remedios y vacunas para ayudar a la gente en los países más pobres, Hill piensa que tal vez esa no sería la mejor solución: “No hay tal legislación. Algunas compañías lo hacen para el bienestar público. Por ejemplo, la GSK, una compañía en la que trabajo, invirtió muchísimo dinero en medicamentos y vacunas contra la malaria a pesar de que no se prevé cómo recuperarán su dinero. Pero eso mejora la imagen de la compañía, y eso también es beneficioso. Lo que nos gustaría es que hubiera más compañías que hicieran lo mismo, y tal vez se podrían repartir las grandes enfermedades entre ellas para que pudieran asumir todas juntas ese gran desafío. Eso sería lo ideal”.
Según Adrian Hill, lo mejor sería, probablemente, lograr que grupos de investigación sin fines de lucro, interesados en desarrollar estas nuevas vacunas, se ocuparan de diseñarlas, realizar pruebas clínicas y –-una vez que obtuvieran una vacuna efectiva— tratar de convencer a las compañías de que se ocupen de su manufactura y distribución. Todo un desafío, tanto para la industria de los medicamentos como para los investigadores, con el objetivo de hallar vacunas que ayuden a combatir enfermedades mortales como el ébola.
(Fuente: Deutsche Welle )