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La Bóveda Global de Semillas de Svalbard, el “Arca de Noé” situada en el Ártico, cuenta desde hoy con un amplio legado genético de variedades de papas entregadas por agricultores quechuas del Parque de la Papa de Cusco.
Representantes de las comunidades indígenas que controlan esta reserva de papas en los Andes depositaron 750 variedades de semilla botánica en Spitsbergen, isla de este archipiélago noruego que acoge el mayor depósito mundial de muestras de cultivo alimentario.
El depósito es el primero realizado en persona por una comunidad de agricultores en la bóveda, el proyecto inaugurado en 2008 por el Gobierno noruego, el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos y el Banco Genético Nórdico y que en la actualidad cuenta con más de 860.000 semillas de cultivos alimentarios de todo el mundo.
Los ejemplares depositados, entre los que figuran variedades autóctonas únicas, constituyen una especie de “seguro de vida” y forman parte de un proceso de evolución conjunta en las comunidades, explica a Efe desde Svalbard Alejandro Argumedo, coordinador de la Asociación ANDES, impulsora del Parque de la Papa.
La cooperación a través del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura de la FAO, con instituciones como el Centro Internacional de la Papa, ha permitido durante más de una década capacitar a los agricultores para producir semilla botánica y reintroducir variedades perdidas.
El resultado, dice Argumedo, demuestra “la necesidad de crear puentes entre esfuerzos locales y globales” para luchar contra el cambio climático, adaptando la papa “a las nuevas condiciones y articulando respuestas desde el desarrollo sostenible”.
“Venir acá ha sido una decisión consensuada de las comunidades en un contexto cultural que ha respetado todos los protocolos, sobre todo culturales, como pedir permiso a las montañas, a la ‘Pachamama’ o hacer una ceremonia de despedida”, añade.
Ese valor simbólico se preservó este jueves en el depósito de muestras en la bóveda, acompañado por canciones y rituales de los tres indígenas de las comunidades quechuas que viajaron a Svalbard.
Al acto acudieron un representante del Gobierno noruego, el director general de la FAO, José Graziano da Silva, y el ministro de Agricultura de Costa Rica, Luis Felipe Arauz Cavallini.
Este país centroamericano realiza también un aporte de parientes silvestres de la patata a cargo del Centro de Investigación Agrícola de la Universidad de Costa Rica, fruto de la cooperación a través del tratado internacional.
El valor de las variedades silvestres, que se han ido adaptando a los cambios climáticos por su cuenta, radica “en ver qué tienen en su genética para ayudar a nuestros cultivos a producir más”, explica Luis Salazar, del Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos.
Esa “lucha constante” por encontrar variedades se plasma en los esfuerzos del fondo por recolectar parientes silvestres de la papa en México, Colombia y Perú, con el objetivo de mejorar las colecciones nacionales y el acceso global a las muestras.
Un ejemplo es la colaboración que el Parque de la Papa ha iniciado, a través del sistema multilateral, para transferir material a otras comunidades en Bután, China, la India y Tayikistán.
“Esto puede servir de incentivo para que otras comunidades puedan desarrollar este tipo de actividades y que estas colaboraciones se puedan extender y ayudar a otros cultivos y a otras culturas”, resalta Argumedo.
La bóveda de Svalbard está excavada a 130 metros de profundidad en una montaña de piedra arenisca, impermeable a los terremotos, la actividad volcánica, la radiación y la crecida del nivel del mar.
Tiene una capacidad total de 4,5 millones de muestras y unos 2.000 millones de semillas, guardadas en paquetes sellados dentro de cajas cerradas herméticamente, y consta de tres cámaras, de las que hasta ahora sólo se ha usado una.
Las semillas están almacenadas a una temperatura de 18 grados centígrados bajo cero, que garantiza una baja actividad metabólica y un perfecto estado de conservación durante siglos. En caso de fallo eléctrico, el “permafrost” (capa permanentemente helada) ártico del exterior actuaría como refrigerante natural.
(Fuente: EFE)