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El presidente de Rusia, Vladimir Putin, eligió la iglesia donde fue bautizado su padre, en el centro de su natal San Petersburgo, para recibir durante la misa del gallo la Navidad ortodoxa que los rusos celebran cada 7 de enero.

El líder ruso, en plena campaña electoral para ser reelegido en las presidenciales del próximo 18 de marzo, cumplió con su costumbre de celebrar la Navidad fuera de Moscú, aunque esta vez se decantó por la iglesia de El anciano Simeón y Ana Profetisa en la que fue bautizado su padre, Vladímir.

El presidente ruso confesó hace unos años que él mismo fue bautizado a escondidas de su padre, un miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética, en la catedral de la Santa Transfiguración de San Petersburgo, ciudad en la que nació en 1952.

Putin le hizo un generoso regalo a la iglesia de Simeón: un icono de mediados del siglo XIX en el que se representan el nacimiento de la Virgen y la resurrección de Cristo.

Un cuarto de siglo tras la caída de la Unión Soviética – el imperio comunista en el que los retratos de Lenin sustituyeron a las reliquias religiosas – los políticos rusos van de la mano de la Iglesia y se esfuerzan en proyectar la imagen de una Rusia que se ve a sí misma como la última defensa de los valores cristianos.

En su felicitación a los creyentes, Putin destacó el papel de la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR) “en el fortalecimiento de los valores morales de la sociedad, la educación de las nuevas generaciones y la resolución de los problemas sociales”.

En los últimos años, sobre todo después de la anexión de Crimea y el consiguiente empeoramiento de las relaciones con Occidente, las autoridades rusas, incluida la jerarquía eclesiástica, ponen el acento en la supuesta pureza espiritual de Rusia frente a la decadencia de las democracias occidentales.

“La idiosincrasia de Rusia está en su conciencia, algo que a veces ha traído problemas para el país”, dijo el Patriarca ruso Cirilo, en una entrevista emitida este domingo de Navidad en la televisión estatal Rossia.

Esa conciencia, explicada por Cirilo como el sentido del deber de los rusos para defender a sus hermanos ortodoxos allá donde sea necesario, es lo que llevó a Rusia a embarcarse en muchas guerras durante el siglo XIX, según el jefe de la Iglesia rusa.

La guerra de Crimea (1853-1856) y los conflictos balcánicos durante la segunda mitad del siglo XIX son algunos ejemplos esgrimidos por el jefe de la IOR, quién dijo que en sus enfrentamientos con otras potencias europeas Rusia nunca se movió por el “pragmatismo geopolítico”.

El sentido de la justicia que se atribuyen los rusos en contraposición al egoísmo materialista de Occidente “tiene una enorme importancia para todo el mundo”, concluyó Cirilo.

La Navidad ortodoxa, declarada día festivo en Rusia tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, sigue el viejo calendario Juliano por el que todavía se rige la Iglesia Ortodoxa, a diferencia del Estado, que utiliza desde 1917 el moderno Gregoriano, adelantado trece días.

La costumbre marca que los creyentes en esta jornada acudan a la iglesia y, hasta que la primera estrella aparezca en el cielo, no pueden comer nada excepto “sochivo” (trigo cocido), un plato por el que los rusos llaman “Sochelnik” a la Nochebuena.

Desde hace trece años, las Navidades en Rusia se enmarcan en un largo puente festivo de diez días en el que, paradójicamente, se rompen muchos matrimonios y se disparan los suicidios debido al excesivo consumo de alcohol y la dificultad de la convivencia.

Y por delante queda el llamado “Viejo Año Nuevo” del 13 de enero que, sin tener rango de fiesta oficial, supone para los rusos otro motivo para brindar con familiares y amigos.

(Fuente: EFE / Arturo Escarda)