Vladimir Putin, presidente de Rusia. (Foto: AFP)

Vladimir Putin, presidente de Rusia. (Foto: AFP)

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El presidente de Rusia , Vladimir Putin , ha decidido jubilar a la vieja guardia formada en el KGB soviético, en vísperas de los comicios legislativos de septiembre y con vistas a su reelección en 2018.

El último en caer fue Serguéi Ivanov, jefe de la Administración del Kremlin, uno de sus hombres de mayor confianza desde que Vladimir Putin asumiera la jefatura del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) en 1998.

La noticia cayó hoy como una bomba, ya que, aunque tiene 63 años, Ivanov ostentaba ese cargo desde 2011, y antes ejerció de secretario del Consejo de Seguridad (1999-2001), ministro de Defensa (2001-2007) y viceprimer ministro (2007-2011).

Durante los últimos 20 años Putin siempre tuvo a su lado a Ivanov, oriundo de San Petersburgo igual que él y que incluso sonó como candidato a sustituirle al frente del Kremlin en 2008, aunque finalmente ese honor correspondió a Dmitri Medvédev.

El líder ruso agradeció a Ivanov los servicios prestados durante tantos años y reconoció que éste le había pedido que le relevara del cargo, aunque pocos son los analistas que creen que la defenestración del mano derecha de Vladimir Putin fue voluntaria.

Su sustituto será Antón Vaino, de 44 años, un diplomático de carrera hasta 2002, año en que entró a formar parte de la Administración del Kremlin, donde es considerado alguien muy cercano al presidente.

Aunque no es miembro de los servicios secretos como su antecesor, sus antecedentes familiares son intachables desde el punto de vista ideológico, ya que su abuelo fue jefe del Partido Comunista de la Estonia soviética entre 1978 y 1988.

Ivanov es el último de una larga lista que ya tiene muchas muescas, algunas pertenecientes a antiguos compañeros de Putin en el antaño temido KGB.

Es el caso de Andréi Belianínov, jefe del Servicio de Aduanas, quien, según la prensa, trabajó con el presidente ruso en la embajada soviética en la República Democrática Alemana en los años 80 del siglo pasado.

Tras dirigir las aduanas durante diez años, a finales de julio agentes del FSB registraron su domicilio, donde encontraron cientos de miles de dólares y euros, además de joyas, muebles y cuadros de incalculable valor.

Las imágenes de la lujosa vida que llevaba Belianínov, que es investigado en el marco de un caso penal por contrabando, fueron filtradas a la televisión y provocaron un escándalo de grandes dimensiones, lo que le obligó a presentar su dimisión irrevocable.

Más inesperado fue aún el relevo hace un año del todopoderoso Vladímir Yakunin, quien encabezó durante diez años una de las mayores corporaciones del país, Ferrocarriles de Rusia (2005-2015).

Yakunin, defensor a ultranza de la política del Kremlin, fue incluido por EEUU en lista de sanciones contra altos funcionarios rusos por la anexión de la península de Crimea y la injerencia en la vecina Ucrania.

Como en el caso de Ivanov, el presidente explicó que Yakunin había pedido que liberaran del cargo, aunque antes de su salida la oposición extraparlamentaria había denunciado que él y su familia poseían grandes propiedades registradas en paraísos fiscales.

En realidad, su gestión había sido muy criticada en los últimos años tanto por los usuarios como por la prensa, que le recriminó por resistirse a publicar su salario como lo habían hecho otros altos funcionarios.

Recientemente, también fueron relevados otros dos antiguos chekistas: Víctor Ivanov, de 66 años, jefe del Servicio Federal Antidroga desde 2008, y el general Yevgueni Murov, de 70 años y jefe del Servicio Federal de Protección.

A esto se suman los recientes casos de corrupción incoados contra altos cargos del Comité de Instrucción, intocable órgano adscrito al Kremlin y encargado de investigar los casos penales más sonoros.

Los analistas siempre han destacado que la lealtad es el rasgo más apreciado por Putin, quien se ha resistido a destituir a sus colaboradores, aunque su popularidad esté bajo mínimos, como es el caso de Medvédev, cuya dimisión es pedida a gritos por algunos sectores.

Además de la implicación de algunos de sus antiguos aliados en casos de sobornos, los expertos consideran que Putin se ha propuesto renovar los cuadros con vistas a las elecciones presidenciales de 2018 para evitar caer en la gerontocracia.

Cada vez son más numerosos los rumores que apuntan a que, al igual que hizo con las legislativas al pasarlas de diciembre a septiembre, el Kremlin adelantará las presidenciales a 2017.

El motivo es la profunda recesión en la que se encuentra sumida la economía nacional, de la que el país no saldrá hasta el próximo año con el Mundial de Fútbol en el horizonte, y el creciente descontento de la población con la gestión del Gobierno.

Según los analistas, el mensaje para navegantes es que en tiempos de crisis nadie es intocable, más aún cuando hablamos de que Rusia se encuentra sometida a sanciones internacionales y con el petróleo bajo mínimos.

(Fuente: EFE)