Presidente sirio Bachar al Asad se reúne con medios rusos. (Foto: EFE)

Presidente sirio Bachar al Asad se reúne con medios rusos. (Foto: EFE)

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Rusia parece estar a la espera de que el líder sirio, Bachar al Asad, le pida oficialmente ayuda para intervenir militarmente en el país árabe y defender al régimen de la amenaza del Estado Islámico.

El Kremlin ha dejado claro que sólo desplegará sus tropas en el extranjero por segunda vez en su historia tras la guerra de Osetia del Sur, en 2008, “exclusivamente a petición y de acuerdo con las autoridades sirias o los Gobiernos de otros países de la región”.

Y siempre que se trate “de ayudarles en la lucha contra el terrorismo”, en referencia a los grupos yihadistas que controlan ya más de la mitad de Siria y han desatado el terror desde Yemen a Irak.

Al Asad podría dirigirse al presidente ruso, Vladímir Putin, en virtud del acuerdo de amistad y cooperación suscrito por ambos países en 1980, cuando su padre, Hafez, dirigía con mano de hierro el régimen sirio, señalan los expertos.

Uno de los puntos del acuerdo señala que, en caso de que “surja una situación que amenaza la paz y seguridad”, las partes “entablarán de inmediato contactos para coordinar sus posiciones y su cooperación para eliminar las amenazas y restablecer la paz”.

El documento no contempla la defensa mutua en caso de agresión, pero sirve de marco jurídico para la firma de acuerdos concretos por la vía de urgencia para el despliegue de tropas de asalto.

En caso de que se tratara de una operación especial y no incluyera la movilización de un gran número de tropas, Putin ni siquiera tendría que recibir autorización del Parlamento, como sí ocurrió en marzo de 2014 en el caso de Crimea.

“Para no tener que combatir con ellos aquí (en Rusia), hay que derrotarles allí”, en Siria, señalan los expertos, ya que Moscú maneja informes sobre los planes de los yihadistas de atacar objetivos en Rusia, Europa y Asia Central.

Militares e instructores rusos ya asesoraron al Ejército sirio en las guerras contra Israel en 1967 y 1983, aunque no participaron directamente en los combates.

En realidad, sobre el terreno ya han sido desplegadas varias compañías de infantes de marina, cuyo cometido es garantizar la seguridad de dos bastiones estratégicos: la base naval rusa de Tartus y el aeropuerto de Latakia.

Según la prensa local, esas unidades especiales contarían con blindados, tanques y helicópteros de asalto, aunque medios occidentales sugieren que Rusia también ha emplazado en territorio sirio desde cazas a baterías antiaéreas.

Rusia no ha dejado de insistir en las últimas semanas que el Ejército sirio es la mejor arma contra los yihadistas, por lo que la comunidad internacional debe ayudar a las tropas gubernamentales y no a las milicias rebeldes.

Putin, que ha acusado a Occidente de ser el causante del problema terrorista al crear un vacío de poder en Oriente Medio, podría aprovechar su intervención el 28 de septiembre tras diez años de ausencia ante la Asamblea General de la ONU para anunciar sus planes con respecto a Siria.

Por el momento, asegura que Moscú seguirá suministrando armamento a Damasco en su lucha contra “la agresión terrorista”.

“Si Rusia no hubiera apoyado a Siria, la situación en ese país sería peor que en Libia, y el flujo de refugiados sería aún mayor”, afirmó.

Mientras, Al Asad mantiene silencio y en una reciente entrevista con medios rusos únicamente llamó a los sirios a unirse contra el terrorismo yihadista y acusó a Occidente de apoyar a los extremistas, pero no aludió a una posible ayuda rusa.

En cambio, su ministro de Exteriores, Walid Muallem, fue más allá al afirmar esta semana que, en caso de necesidad, Damasco pedirá ayuda a su principal aliado, aunque destacó que, “por el momento, el Ejercito sirio es capaz” de hacer frente a su enemigo y se limitó a pedir más armamento para combatir a los terroristas.

El caso es que las tropas gubernamentales ya sólo controlan una franja que va desde Jordania a Turquía, pasando por la frontera con Líbano y la costa mediterránea, corredor que incluye las ciudades de Damasco, Homs, Aleppo y Latakia.

No obstante, algunos expertos y opositores desaconsejan la intervención y advierten que el Kremlin ya cometió un craso error al invadir Afganistán en 1979, para muchos el detonante que precipitó la desintegración de la Unión Soviética.

Entonces, Moscú rechazó hasta una decena de llamamientos del régimen comunista afgano para intervenir, pero finalmente cayó en la trampa tendida por EE. UU. y el resultado fue la muerte de un millón de afganos y una vergonzosa retirada en 1989.

Según los archivos soviéticos hoy desclasificados, los generales desaconsejaron el despliegue, pero el Politburó comunista prefirió hacer caso a los manipulados informes del KGB.

Como resultado, el Ejército soviético se encontró al poco de llegar a Afganistán con que no estaba preparado para una guerra de guerrillas en un territorio hostil, que costó la vida de más de 15.000 soldados rusos.

(Fuente: Ignacio Ortega/EFE)