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Europa y Estados Unidos quieren mantenerse unidos en la crisis de Ucrania. Pero la postura común ante Rusia está amenazada en un momento en el que hay señales positivas, opina Christoph Hasselbach.
La canciller alabó en Bruselas la estrategia común del G7 en la crisis de Ucrania. Pero ahora, esa cohesión amenaza con romperse. La grieta pasa por el Atlántico, entre Europa y América. Pero también dentro de Europa. Algunos países del antiguo bloque de Este temen convertirse en las próximas víctimas. El presidente Barack Obama se presentó esta semana como su defensor en Polonia, prometiendo protección.
Muchos ciudadanos del Este sospechan que los negocios con Rusia son más importantes: mientras los estadounidenses envían soldados para proteger a sus aliados, los franceses venden barcos de guerra a Rusia; mientras Washington exige duras sanciones, un excanciller alemán celebró su cumpleaños con Putin.
Polacos, estonios y lituanos se preguntan en quién deberían confiar si la cosa se pone fea. El argumento de Putin de marchar sobre Crimea para proteger a la comunidad rusa, podría también aplicarse en el Báltico. Y, por el momento, la OTAN no estaría en condiciones de evitar una invasión rusa. No hay por qué compartir esta visión, pero debería tenerse en cuenta si se quiere mantener la unión.
Puertas traseras
Especialmente visible es la discrepancia sobre las sanciones. Todavía no se ha planteado el tercer nivel de sanciones, el más doloroso que afectaría a todas los sectores económicos. Si fuera por Merkel, Hollande o Cameron, no se plantearía nunca. Obama defiende una posición más dura y tiene sus razones. Mientras Europa occidental importa gran parte de los recursos energéticos de Rusia, Estados Unidos es independiente.
En Bruselas, la pregunta de cuándo se darán las condiciones para entrar en el tercer nivel se planteó varias veces sin conseguir una respuesta clara. Las sanciones económicas deberían aplicarse solo con la entrada de Rusia en Ucrania oriental.
En eso no cabe interpretación. Oficialmente, el G7 formuló que las sanciones entrarían en vigor si Rusia continúa desestabilizando el Este de Ucrania. Pero esto también puede ser aplicado de distinta forma. No existe automatismo para las sanciones, dijo Merkel. Los socios del G7 tendrían que votarlo y entonces la puerta de atrás quedaría abierta.
En principio, la anexión de Crimea sería suficiente para aplicar duras sanciones. Obama dijo en Varsovia: “No aceptaremos nunca esta anexión”. Sus socios europeos guardaron silencio. Pero Obama también sabe que Putin nunca devolverá Crimea y en la situación actual, no debería temer más sanciones. Otra pregunta es cuándo el G7 volvería a ser el G8. Por el momento, es poco probable que Rusia vuelva al grupo. Si los gobiernos occidentales la expulsaron por violar el derecho internacional, no podrían volver a aceptar a Rusia sin que la causa de expulsión haya terminado.
Medir a Putin por sus actos
Lo decisivo, sin embargo, no es reconstruir el G8, sino la estabilización de Ucrania y el final del enfrentamiento. Hay signos que indican que las sanciones impuestas contra Rusia bastan para evitar futuras aventuras. Y que también la expulsión del G8 sentó mal a Moscú. Entretanto, Putin estaría dispuesto a encontrarse tanto con Obama como con el recién elegido presidente ucraniano, Petro Porochenko, durante la celebración del aniversario del desembarco de Normandía en Francia, un gesto importante.
Los gobiernos occidentales deberían sobre todo medir a Putin por sus actos y su actitud ante Ucrania. En Normandía, Merkel, Hollande y Cameron tendrán la oportunidad de mostrarle a Putin su intención de entenderse, dejando claro al mismo tiempo que, de otra forma, tendría que atenerse a las consecuencias. Obama puede pensar que los europeos del G7 son muy blandos con Rusia. Pero tampoco debería someter la cohesión de Occident a una prueba demasiado dura.
(Fuente: Christoph Hasselbach/Deutsche Welle )