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Todo empezó con una llamada en Escocia. El pintor de casas Willie Sibbald, un hombre de 48 años, marcó el número de su compañero de labores Rab Layden. Cuando le contestó, le pidió que tome asiento ya que la noticia que iba a darle podía ser demasiado fuerte: “Me he ganado la lotería, somos ricos”.
Haberle atinado a los seis números, instantáneamente, volvió a Willie en un flamante millonario. El premio es de 7 millones de libras, lo que en nuestro país bordearía los S/.32 millones. Nada de esto sería extraordinario si Willie no hubiese respetado un pacto que alguna vez se hicieron en medio de una faena de trabajo.
Los trabajadores juraron que si algún día uno de ellos ganaba la lotería, la compartirían de tal manera que ambos pudieran arreglar sus vidas por completo. Para ello comprarían a partir de ese momento dos boletos cada semana. Era un simple sueño que tarde o temprano acabaría.
La persistencia de Willie hacía que Rab Layden, su compañero de 57 años, imagine todo lo que podían lograr si tan solo ganaran algunos miles. Tal vez con ello se jubilarían para no trabajar más. “Dos hombres que soñaban como niños… no tenían nada que perder”, recordaron.
La noche del sorteo Willie se quedó dormido, por lo que no pudo ver en la televisión los números ganadores. No fue sino hasta los comerciales de otro programa que alcanzó a verificar que los números eran los mismos. Nadie lo creía en casa.
Ahora que los grandes amigos son millonarios, se sabe que dejarán de pintar casas, al menos las ajenas, para vivir sus días privilegiados. Admiten que como nunca vieron la riqueza tan cerca, no habían hecho planes exactos para gastar el dinero.
Willie y Rab aún tiene una vida por delante. El primero cree que unas clases de manejo no le caerían mal, pues no tendrá choferes porque él mismo quiere conducir los autos que desde hoy comprará.