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Como ministro de Exteriores de la URSS, Eduard Shevardnadze aportó a la reunificación alemana. Como mandatario de Georgia, en cambio, no le fue tan bien. El político falleció este 7 de julio a la edad de 86 años.
El nombramiento del georgiano Eduard Shevardnadze como ministro de Exteriores de la Unión Soviética en julio de 1985 fue toda una sorpresa, sobre todo porque carecía de experiencia en ese área. Eso lo suplía con una amplia carrera partidista —que lo llevó a liderar el Partido Comunista de Georgia— y con su fama de enemigo de la corrupción. También tenía buenas relaciones con Mijail Gorbachov, quien llevaba algunos meses como secretario general del Partido Comunista de la URSS.
Ambos compartían el objetivo de combatir la mala administración, dando una nueva perspectiva a la economía soviética. El estancamiento económico de la URSS a mediados de los 80 ponía en riesgo la legitimidad del sistema. Con el fin de mejorar la calidad de vida de la población, el Estado debía arañar fondos de la industria de Defensa y desviarlos para impulsar el consumo. Y para ello era imprescindible distender las relaciones con Occidente.
Ministro con nueva mirada
Shevardnadze escribió la historia del llamado “nuevo pensamiento” en su rol de ministro de Gorbachov. Con la firma de ambos dirigentes se sellaron tratados de desarme con EEUU la retirada de las tropas de la URSS de Afganistán y la decisión de no intervenir en las revoluciones desatadas en Europa Oriental. Y en la memoria de los alemanes permanecerá como uno de los padres de la reunificación. En contra de los deseos de los viejos comunistas y generales del Ejército Rojo, Shevardnadze se mostró siempre a favor de una Alemania unida.
En diciembre de 1990, el político georgiano renunció a su cargo, advirtiendo sobre el peligro de los poderes que se oponían a las reformas del viejo sistema comunista. Continuó trabajando en el entorno de su antiguo jefe, aunque tras el golpe contra Gorbachov en agosto de 1991 y la posterior disolución de la URSS, en diciembre del mismo año, su rol en Moscú llegó a su fin.
Regreso a la patria
El fin de su paso por Moscú no marcó el término de la carrera de Shevardnadze. Al contrario, volvió a la política y económicamente destruida Georgia para asumir el control en la república, recientemente independizada de la URSS. En 1992 aceptó gobernar el país en triunvirato y a partir de 1995 asumió como presidente del país, donde tuvo éxito en estabilizar la situación interna tras la guerra civil, a pesar de los intentos separatistas de Abjasia y Osetia del Sur.
Su relato político en Georgia, sin embargo, no tuvo un final feliz. En los últimos años de su mandato, Shevardnadze se mostró como un freno para el despegue definitivo de Georgia hacia la democracia y la consolidación de la economía de mercado. En las elecciones de noviembre de 2003, las denuncias de fraude dieron paso a la llamada “Revolución de las Rosas”. Su gobierno terminó sin gloria, pero al menos traspasó el poder sin que se derramara sangre.
Con su renuncia, el 23 de noviembre de 2003, terminó su era política. Su nueva ocupación fue la redacción de sus memorias. “La democracia era mi mayor objetivo”, dijo en una entrevista con DW. La verdad es que esa meta solo pudo cumplirla en parte. Sus enormes logros como ministro de Exteriores soviético se vieron eclipsados por su caída como un presidente que permaneció en el poder más tiempo del que debió.
(Fuente: Deutsche Welle )