Síguenos en Facebook
Llorar, y escribir juntas después. Dos madres belgas, una de un yihadista encarcelado en Siria y la otra de una herida en los atentados de Bruselas en 2016, preparan un libro sobre lo que las une más allá de las diferencias.
El encuentro entre Fatima Ezzarhouni, de 48 años, y Sophie Pirson, de 61 años, remonta a 2018, dos años después del atentado reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI) que provocó 32 muertos y más de 340 heridos en la capital belga.
El marco del encuentro fue un grupo lanzado por dos sociólogos clínicos para que madres de yihadistas y de víctimas de la serie de atentados de 2015 y 2016 puedan conversar y compartir su dolor.
“Conectamos inmediatamente”, asegura Sophie. “Se produjo un clic”, confirma Fatima durante un encuentro con la AFP en el apartamento de la primera en Bruselas.
Una es francófona, hija de un cirujano valón, mientras que la otra, nacida en Marruecos, llegó con cuatro años a casa de su abuelo minero en Amberes, donde recibió una educación en neerlandés.
Sophie trabaja en un museo de arte contemporáneo y Fatima, como auxiliar de enfermería.
En principio, todo las separa. Hasta ese encuentro que las convencerá de expresar “lo que las une”, los valores de hospitalidad, de apertura, que como abuelas quieren transmitir a las jóvenes generaciones.
– “Una pesadilla” –
“Queremos plasmar lo que es importante para nosotras, con la esperanza de aportar una reflexión sobre lo que podemos hacer juntas para contrarrestar la barbarie”, explica Sophie.
“Para mí, se trata de transmitir un mensaje”, asegura simplemente Fatima, quien para esta obra se confía como nunca la hecho, explicando el sufrimiento de una vida marcada por brutales rupturas, que la acompañan.
Separada de sus padres y hermanos cuando era pequeña, esta belgo-marroquí confiesa que vive “una pesadilla” desde que su hijo mayor se marchó a Siria en 2019 a los 18 años, sin explicación.
Exmiembro del grupo amberino Sharia4Belgium, actualmente disuelto, Abdellah Nouamane “lamenta” ahora su trayectoria y “quiere regresar”, como dijo en 2019 a cadenas de televisión que lo encontraron en una prisión en el noreste de Siria.
En los últimos siete años, el yihadista ha sido condenado en ausencia en dos ocasiones en Bélgica por participar en un grupo terrorista y por haber amenazado al Estado belga.
Pero, sobre todo, las noticias sobre él, en ocasiones contradictorias, llegan con cuentagotas, explica su madre. “Los dos hijos que tuvo con una holandesa, no se dónde están”.
En septiembre de 2018, Fatima recibió una llamada desde Siria anunciándole la muerte de su hijo y, en su casa en Amberes, lo “enterró” simbólicamente durante una ceremonia de despedida con sus allegados.
– “Ciencia ficción” –
Cuando supo que todavía estaba con vida, un torrente de emociones la llevó al hospital “casi dos meses” en el otoño de 2019.
“Mi hija me dice: ‘Mama, cualquiera diría que vivimos en una película de ciencia ficción’”, explica Fatima, que comparte habitualmente en las escuelas su experiencia de madre de una persona radicalizada.
Para Sophie, “la herida” es de otro tipo. Ella no dice, como Fatima, que la vida de su hija está “destruida”.
Léonor, su segunda hija, viajaba el 22 de marzo de 2016 en el metro, donde un yihadista suicida activó los explosivos que llevaba consigo.
Herida de gravedad en una mano, la mujer, que tenía 30 años entonces, perdió la audición de una oreja y estuvo ingresada durante mucho tiempo en el hospital.
“Rápidamente, cuando estaba a su lado en cuidados intensivos, pensé en las madres de quienes pusieron las bombas”, recuerda Sophie.
“Me dije que debía ser terrible para ellas ver a su hijo muerto y que nadie no podía entender el dolor de estas madres”, agrega.
Actualmente, Sophie espera concluir este relato de entrevistas con Fatima en marzo por el cuarto aniversario de los atentados, para el que buscan un editor.
AFP