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En el marco de la Cumbre de la Celac, el presidente de Uruguay, José Mujica, brindó una entrevista en la cual habló sobre los principales desafíos de la región. Además, minimizó el rótulo de ‘país del año’ que le asignaron a su nación en 2013.
Nos encontramos en Cuba, donde se realiza la cumbre de la Celac. Muchísimos países de la región aplauden a la Celac y a las iniciativas de integración en la región. Pero también hay críticas incluso de los promotores más fieles de la idea de la Celac, por ejemplo, el presidente de Ecuador ha criticado algunos procesos en la región. ¿Qué problemas ve usted como los más graves en la zona?
Bueno, nuestro continente, Sudamérica, particularmente, es muy rico en recursos naturales. Pero seguimos siendo el continente más injusto que hay sobre la Tierra, hay una desigualdad enorme. Tenemos problemas de desarrollo, pero además tenemos problemas de mala distribución del ingreso en las capas de nuestra sociedad. Entonces, naturalmente, nos damos cuenta de que la lucha contra la pobreza, contra la indigencia, es uno de los cometidos más importantes de esta etapa y, bueno, lo tenemos que señalar.
¿Hasta qué punto coinciden los intereses nacionales y regionales de los diferentes miembros de la Celac y cuál es el caso de Uruguay?
Tenemos una historia en la que cada capital importante, cada puerto importante miraba hacia Europa y hacia el resto del mundo. Ahora hemos llegado a una etapa en la que nos hemos dado cuenta de que tenemos que mirarnos a nosotros mismos. Los latinoamericanos pensamos en una lengua en común, tenemos un patrimonio religioso común. En la base de nuestra sociedad, a pesar de las diferencias, tenemos mucha más identidad que la que existe en muchísimos macroestados. Sin embargo, no hemos podido componer una unidad y estamos tratando de componer complementariamente todo lo que podamos en ese sentido. ¿Por qué?, porque llegamos tarde al desarrollo. Y en el mundo que viene no hay lugar para los débiles, y los que son débiles tienen que juntarse entre sí, para ser fuertes y tener peso en el mundo que nos toca vivir. Por eso, estamos tratando de luchar por integrarnos, pero no va a ser fácil, porque hay una larga historia de andar cada cuál por su lado. Estamos, pues, en un proceso.
¿Qué obstáculos ve, ahora mismo, aparte de la historia, que definitivamente sean un obstáculo para un desarrollo rápido?
Necesitamos capital, necesitamos tecnología, necesitamos mercado, pero nuestro mayor mercado potencial está dentro de nosotros mismos, si logramos sacar de la pobreza a millones de personas que hoy están como al costado del camino. Ese es el desafío que tenemos por delante. No vamos a tener ningún triunfo fácil, acá no hay soluciones mágicas a la vuelta de la esquina. Hay toda una época donde el fenómeno de la integración debe pasar por crear infraestructura complementaria, por empalmar nuestros sistemas energéticos, por crear industrias que ayuden mutuamente a fortalecer la exportación. A ver si me puedo explicar. Si una marca de automóviles quiere poner una fábrica en América Latina, lo mejor es que fabrique motores en un lado, cajas de cambio en otro y los arme en otro, y así ayude al intercambio de este conjunto de países, ¿verdad? Bueno, tenemos que trabajar en ese sentido, para crear trabajo complementario. Aquello de que uno solo quiera ganar es colonialismo. Ese va a ser el proceso de estos años.
Hablando del Mercosur usted ha dicho que está malherido. También en una entrevista para nuestro canal sostuvo que para la región es vital una política de largo aliento a largo plazo. ¿Qué tienen que hacer los Gobiernos para eso, y ve en la región, ahora mismo, algunos cambios grandes?
Sí, nosotros tenemos el problema… Los Gobiernos siempre están preocupados por los problemas inmediatos que tienen. Y está bien, eso no se puede evitar. Pero necesitamos tener una visión de más largo plazo, para que las decisiones de corto plazo que tomamos no torpedeen las decisiones de largo plazo. Más claro, si caemos en un proteccionismo pequeño en cada uno de los países no nos vamos a integrar. Necesitamos una política inteligente que ayude a desarrollar el comercio complementario. Si nos cerramos entre nosotros mismos, va a ser muy difícil que nos podamos integrar. Tal vez necesitamos más apertura entre nosotros y un poco menos con el resto del mundo, es posible.
Hablando de esa apertura con el resto del mundo, usted también está interesado en ser miembro de la Alianza del Pacífico. Otros critican que es como un instrumento de Estados Unidos ¿Cómo ve usted en realidad esa alianza?
Nosotros somos observadores en la Alianza del Pacífico. También somos observadores en el ALBA, aunque somos miembro pleno en el Mercosur. Donde se hable de fenómenos de integración de América Latina, nosotros siempre vamos a estar. Es posible que la Alianza del Pacífico algunos la puedan ver como un instrumento de la política de Estados Unidos. Si no estamos, va a ser más instrumento. En todo caso, tenemos que estar para que sea instrumento de nosotros. Usted en una lucha puede perder porque le ganan en el campo de batalla, pero también puede perder por no estar en el campo de batalla. Bueno, donde se está discutiendo integración, hay que estar y hay que dar batalla.
Usted tenía planes para la Celac de reunirse con la presidenta argentina. ¿Ha tenido la oportunidad de hablar con ella? ¿Cómo ve en este momento el desarrollo de las relaciones entre los dos países?
Sí, nos pudimos reunir con varios funcionarios y establecimos una agenda de cómo vamos a funcionar para intercambiar soluciones a algunos problemas comunes que tenemos. Es natural que cuando se está al costado de un gran río como en el que estamos, existan problemas de vecindad. No los podemos ignorar. Tenemos que hablar para tratar de negociarlo y resolverlo. Eso es lo que vamos a intentar hacer.
Bueno, como nos encontramos en Cuba, un tema inevitable son las FARC que tienen negociaciones de paz aquí. ¿Qué podría hacer usted para ayudar a esas negociaciones o Uruguay en general?
Yo lo único que puedo hacer es aplaudir. Me parece que los caminos de paz hay que ayudarlos siempre, como principio, en cualquier parte de la tierra. Pero acá en América Latina, mucho más. Por supuesto, es una decisión de los colombianos. Será el Gobierno y las FARC los que tendrán que decidir en definitiva lo que hacen. Pero considero moralmente justo que tratemos de alentar y de apoyar ese proceso, lo que significa que no es que nos tengamos que meter, sino que si ellos necesitaran, estar dispuestos a apoyarlos en todo lo que podamos. Y creo que es saludable porque siendo un conflicto de Colombia es una amenaza de continuar como conflicto para toda América Latina. Nosotros en América Latina no necesitamos conflictos armados. Necesitamos paz, trabajo y enfrentar los problemas de miseria y de pobreza que tenemos. Hace dos o tres décadas podíamos pensar que había guerras justas y guerras injustas. Pero cuando hacemos un balance de los últimos 20 años, llegamos a esta conclusión: todas las guerras terminan siendo injustas hoy, porque las pagan los más débiles. A veces, los más responsables no pagan el costo de la guerra. Siempre lo pagan los más débiles, por eso hay que tener una actitud, en general, de contribuir a no echar nafta en la guerra.
Señor presidente, usted ha estado en todos los noticieros por ser el primer país en Latinoamérica por aprobar una ley que regula el mercado de marihuana. Sin embargo, la iniciativa de regular el mercado de drogas… esa sí es como una vía alternativa, ¿no? ¿Por qué cree que ha sido posible la aprobación de esta ley en Uruguay?
Ha sido posible porque estamos cansados de reprimir y de reprimir y cada vez estamos peor. Y decía Einstein: Si quieres cambiar, no puedes hacer lo mismo. Nosotros no tenemos ninguna receta mágica. Lo que constatamos es que la represión sola no resuelve este problema y lo que tratamos de experimentar es un camino que procure robarle el mercado al narcotráfico. Así de sencillo. Tratar de sacarles el mercado, conociendo a los clientes, conociendo a la gente y cuando vemos que consume o tiende a consumir demasiado, poderles decir: “mi hijo, usted se tiene que atender, usted tiene un problema de salud”. Si lo seguimos teniendo clandestino, no podemos hacer ese trabajo. Pero no sabemos si da resultado, tenemos que experimentarlo. Nosotros somos un pequeño país muy institucionalizado. El Estado está presente en todos lados y tenemos una larga tradición de no ocultar o tapar los problemas sino que cuando los tenemos, los ponemos arriba de la mesa. Es parte de nuestra historia. 1914: Se reconoció la prostitución y se estableció un servicio de registro y de control de las meretrices de esa época. El Estado compró la refinación de alcohol y durante 50 años el único que producía alcohol de boca era el Estado. El alcohol era bueno y de ahí sacaba recursos para atender la salud pública. Por esa misma fecha el Estado hizo una universidad femenina para que las familias se animaran a mandar a sus hijas a estudiar porque eran tan conservadoras que les parecía que las mujeres, si estudiaban conjuntamente con los hombres, iban a perder las relaciones familiares y cuestiones por el estilo. Tenemos una historia. Bueno, seguimos en la misma línea. Con esto de la marihuana, nosotros, más que… Nosotros no defendemos el consumo de marihuana o de drogas. Por el contrario, esas son adicciones. Lo que queremos es combatir el narcotráfico, porque es peor el narcotráfico que la marihuana. Nos produce efectos sociales, nos tiende a corromper el aparato policial, nos pudre toda la sociedad porque establece una consigna: plata o plomo. Y bueno, esa es la lucha que queremos llevar adelante.
Pero, ¿cuánto tiempo cree que necesita el país para apreciar los efectos de este experimento?
Tres o cuatro años, como mínimo. Pero hay que sacarse la idea de que va a haber turismo, de que vas a ir a Uruguay a comprar en un café marihuana. No, no, no es así. No somos tan ingenuos, no.
Pero hay países que ahora proponen abrir fábricas, a lo mejor medicinales, en Uruguay.
Mujica: No, en Uruguay no van a tener suerte. Se dicen muchas cosas. El que quiera hacer medicina que vaya y la haga donde quiera. En Uruguay se va a plantar en un lugar o dos y se va a trabajar con clones, para poderlos identificar porque tenemos que procurar no perjudicar a nuestros vecinos. Y segundo: si tú eres consumidor, tendrás que registrarte y vas a tener una ración por mes. Si quieres más, te tienes que tratar médicamente. Queremos identificar a esa gente. Hay países ya que han caído en el cinismo. Tú vas a determinados comercios y hay un recetario firmado con firma del médico y tú dices: “necesito tantos gramos de marihuana porque me duele el pescuezo o me duele una oreja”, ¡y ya tienes la firma de un médico! Con ese recibo vas y compras marihuana. No, eso es hacer trampa, eso es cinismo. Nosotros tenemos un camino derecho. No es bueno el consumo de drogas. No hay que defender el consumo de drogas. La drogadicción es un castigo. Hay que luchar, por el contrario, para que la gente no tenga adicción. La única adicción arriba de la Tierra que vale la pena es la del amor. Las otras adicciones son para desgracia. No hay que defenderlas. Pero más bien hay que educar y controlar mucho más que reprimir.
¿Y qué les pasará a otros países que adopten la misma ley? De la región.
Veremos, somos un banco de prueba, la humanidad nos dio mucho. La humanidad nos ha dado muchas cosas. Si nosotros pudiéramos contribuir con un poco de conocimiento y de técnica que ayude a otros pueblos, sería un aporte que le haríamos. Somos apenas tres millones y poco de habitantes. Un país donde no existen analfabetos, con buenas comunicaciones, con un nivel de enseñanza aceptable. Es un país ideal como para hacer un experimento de esto. Y alguno tiene miedo de la palabra experimento. Nosotros, por el contrario, creemos que el camino del progreso es la prueba y el error, y la prueba, y volver a aprender.
Señor presidente, Uruguay fue declarado el país del año 2013 por un diario de renombre, ¿cómo comenta usted este hecho?, ¿y cómo lo lograron?
Si este es el país del año, ¡qué mal anda el mundo! Nosotros tenemos nuestros problemas. Sé que tenemos un ingreso medio aceptable para América Latina. Hace diez años teníamos un 39% de pobreza. Hoy tenemos un dígito. Hemos disminuido mucho la indigencia, tenemos una tasa de ocupación buena, pero tenemos muchos problemas. ¿Sabes cuál es el peor problema que tenemos? La bajísima natalidad.
¿Y está el país haciendo algo para luchar contra ello?
Tenemos que hacerlo, porque si no los derechos sociales de los futuros viejos van a estar comprometidos porque el sector de juventud en edad de trabajo se va achicando con relación al sector pasivo. Ese es un problema estratégico que tiene la humanidad, pero que nosotros lo tenemos muy fuerte. Este año han aparecido corrientes de inmigración y en el mundo hay tanto conflicto que podrían mandar a algunos que vinieran a vivir al Uruguay.
Podemos decir también que usted despierta sorpresa y admiración en mucha gente por su estilo de vida humilde. ¿Es difícil seguir siendo uno mismo y también ser presidente a la vez?
Yo viví muchos años en una pieza y me ponía contento la noche que me ponían un colchón. Ahora, preciso poco para vivir. Porque si la felicidad tú no eres capaz de lograrla con poco, no la vas a lograr con mucho. Mi definición es la de Séneca: “Pobres son aquellos que precisan mucho”. Porque no te alcanza nada y la vida se te va, se te va. Se necesitan ciertas cosas para vivir, pero no hay que sacrificar la vida totalmente por tener cosas, porque la vida no la compras, se te está yendo. La tienes que vivir y para vivirla necesitas tener tiempo. Si el tiempo de la vida se te va pagando cuentas y luchando por tener plata para comprar más cosas y después cuidas las cosas que compraste, cuando te quieres acordar se te fue la vida. Tú no puedes ir a un supermercado y decir: “Señor, véndame diez años de vida”. Por eso, soy sobrio y lucho por la sobriedad, vivir liviano de equipaje. Casa chica con pocas cosas, porque mi compañera y yo la limpiamos en un ratito y se acabó.
Así no se pierde el tiempo.
Claro.
También en una entrevista a RT usted dijo: “Hay que empezar a preocuparse no por los pobres, sino por los infelices”. ¿Cree usted que hace felices a los uruguayos?
No sé si puedo, pero por lo menos les llamo la atención para que no dejen que se les escape la vida, la juventud, todo lo que ello significa y que no se sientan un día arrinconados, envejecidos y arruinados sin haber vivido lo más hermoso, que es la vida. Hay que aprender a quererla a la vida. Es casi un milagro. Esto tiene que ver con el delito, tiene que ver con las drogas, con el estropear la vida. Hay que cuidar la salud física, hay que cuidar la salud mental. Hay que tener tiempo para trabajar, no vivir a costilla de los demás, pero hay que tener tiempo para vivir. Y veo que en la sociedad moderna la gente vive como desesperada. Hay mucha más riqueza que nunca, tenemos más medios. Sin embargo, hay una soledad en medio de las grandes ciudades que muerde, que lastima. Uno se da cuenta de que hay mucha gente sola y el peor flagelo es la soledad. (Fuente: RTEnEspañol)
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