Síguenos en Facebook
Reconocen a tiempo señales de un tsunami y usan remedios buscados por la industria farmacéutica. Pero Occidente aún los ve como “primitivos”. DW habló con especialistas.
“Cuando el tsunami que asoló el Mar Indico en 2004, los sentineleses de las Islas Andamán fueron los únicos que supieron leer las señales, detectar signos de alerta. Huyeron a tierras altas y ninguno resultó perjudicado”, dice a DW Laura del Río de Survival International.
“Cuando Survival empezó a trabajar, hace más de 45 años, a los indígenas se los tenía como poco más que bestias. Teníamos que oír de representantes políticos que los indígenas atrasaban el país que había que acabar con ellos hasta el año 2000”, subraya Del Río.
Avances, en el papel
Y aunque desde ese entonces se han logrado avances en cuanto a legislación; uno de ellos, el convenio 169 de la OIT que reconoce el derecho a la consulta previa libre e informada cuando de proyectos de desarrollo en territorios indígenas se trata.
Lamentablemente, “ese compromiso –-que queda muy bonito sobre el papel— no se ve en la práctica. Resulta tremendo que en pleno siglo XXI líderes indígenas sean asesinados cuando pretenden hacer valer sus derechos territoriales y que sigan siendo perseguidos; resulta increíble que por obras de gobiernos o empresas multinacionales, el genocidio aceche a muchas comunidades indígenas y tribales, aduciendo un `desarrollo´ que para ellos no es tal sino la devastación total”, denuncia Del Río.
Racismo y paternalismo
Pero la idea de que estas culturas son atrasadas está profundamente enraizada. “Los principios éticos de “superioridad racial” y “progreso” –entendido erróneamente como un proceso de evolución lineal, con tendencia hacia la acumulación tecnológica- siguen permeando de manera dominante el pensamiento occidental. Pese a los avances científicos, que han desmentido el concepto de superioridad racial, el nacionalismo y el racismo siguen siendo expresiones comunes en las ideologías dominantes”, explica a DW Gustavo Hernández, antropólogo, director de Cross Cultural Bridges, organización no gubernamental europea.
En pleno siglo XX, “a partir de la Segunda Guerra Mundial en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, se destilaron diferentes programas en todo el mundo, también en América Latina, orientados específicamente a `animar a los pueblos indígenas en su asimilación´, un concepto que se convirtió en una idea dominante”, recuerda Hernández subrayando lo paternalista de esta visión.
No es que no pueden, no quieren
Curiosamente, no son pocos los pueblos indígenas y tribales que no han querido asimilarse. Incluso hay algunos que viven en aislamiento voluntario.
“Y no viven ni en la edad de piedra, ni como hace cincuenta ni como hace cinco. Todas las sociedades evolucionan y esas han evolucionado de manera diferente. Si a nivel tecnológico quizá no se hayan desarrollado como las que conocemos, han desarrollado otros sistemas sociales, más amables con el medio ambiente, que no abandonan a los individuos, y viven sosteniblemente en armonía con su entorno natural”, apunta Del Río.
Potentes intereses aduciendo desarrollo
“Pero los potentes intereses que por los recursos de sus territorios, hace que se los quiera seguir viendo como primitivos”, apunta puntualizando que –-en los casos en los que se les ha permitido desarrollarse como han querido—, no se detecta pobreza.
“Miseria se ve cuando se les ha impuesto un desarrollo que no deseaban y para el cual no se ha contado con su consentimiento”, dice la especialista de Survival.
Un caso exitoso
Su organización presenta cinco rostros del genocidio que han sufrido pueblos indígenas en el siglo XX, uno de ellos los Awá del Brasil, uno de los 22 países que ha ratificado el Convenio 169 que les reconoce la propiedad de las tierras y el derecho a decidir sobre los proyectos que las afecten.
En el caso de los Awá, la presión internacional logró que el gobierno expulsara este año a las empresas madereras, invasoras del territorio de la comunidad.
Mucho por hacer
Pero queda mucho por hacer. Aunque la UE, en voz de la Alta representante de la diplomacia europea hoy, “rinda tributo a la herencia cultural y a su enorme contribución a la herencia cultural universal, de Europa sólo España, Noruega, Dinamarca y Países Bajos han ratificado el convenio.
“Los países se niegan a ratificarlo, porque son sus empresas las que en muchísimos casos están poniendo en peligro la vida de estas comunidades, condenándolas a la pobreza e incluso al exterminio, cuando tendríamos tanto que aprender de ellas”, advierte Del Río.
Por ejemplo, según contó a DW Abadio Green, del pueblo Tule de Colombia y coordinador del Programa de Educación Indígena de la Universidad de Antioquia: En 1500 el pueblo Tule ya trabajaba con el oro, pero no utilizaba cianuro, sino plantas que lo hacían maleable”. Y además, concluye la especialista de Survival International, “a las empresas farmacéuticas les haría bien detectar muchos medicamentos que utilizan desde tiempos inmemoriales los pueblos indígenas en sus comunidades”.
(Fuente: Deutsche Welle )