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El cese al fuego en Gaza parece ser respetado por ambas partes. Mucha gente ha vuelto a sus viviendas para salvar lo que ha quedado más o menos intacto. Un par de enseres, un colchón, una manta o juguetes. A menudo, no es mucho más lo que ha quedado.
En el barrio de Shejaia, calles enteras son hoy sólo ruinas y restos de lo que fueron casas. Por doquier se expande un olor a descomposición. Debajo de las ruinas aún se hallan muchos cadáveres. Vivir ya nadie puede allí. La mayoría de los habitantes se han refugiado en escuelas de la ONU en el oeste de la Franja de Gaza, por ejemplo en la de Shifa.
Una gran estrechez
Allí viven ahora desde hace tres semanas, en gran estrechez. Hasta cuándo, no saben.
Sus casas ya no existen. Las familias han separado sus pequeñas áreas con mantas. Allí duermen y tienen un poco de privacidad. “Para las grandes familias, con muchos niños, el lugar no alcanza”, dice Raida, una refugiada.
“Dormimos por turnos, una mitad de la familia de día; la otra, de noche”, agrega.
El tiempo lo pasan esperando. “Escuchamos las noticias y esperamos a ver cómo sigue”, dice Raida. “Por la mañana, ACNUR trae agua. Luego nos lavamos nosotros y a los niños”, agrega. No hay mucho más que hacer.
En una esquina del patio de la escuela hay tres tanques de agua con varios grifos. Al lado se hallan unos pocos excusados, ante los que se forman largas colas. Unas 3.000 personas viven en la escuela. Otras 1.000 ya se marcharon. Buscan un albergue en otro lado o intentan reconstruir sus casas.
¿Qué será de los niños?
En el hospital de Shifa hay cierta tranquilidad desde el alto al fuego. La mayoría de los pacientes de las últimas semanas o han muerto o han sido trasladados a otros hospitales. En la unidad de cuidados intensivos yacen tres heridos graves, una niña y dos jóvenes con numerosas fracturas y heridas internas.
En el hospital de Shifa trabaja el Dr. Ghassan Abu Sitta, que llegó hace diez días de Beirut. Es cirujano plástico, especializado en heridas de guerra. “Desde que llegué he realizado entre cinco y seis operaciones por día”, dice. El 80 por ciento de sus pacientes tendrá como secuela un impedimento físico o deformaciones.
En esta guerra fueron matados o heridos particularmente muchos niños, dice Abu Sitta. Él mismo es palestino y tiene tres hijos. Por eso le preocupan mucho sobre todo los niños cuyos padres murieron. “Un niño de ocho años que perdió la vista y es huérfano, ¿qué será de él? No sé quién se ocupará de esos niños. Realmente, no lo sé”.
(Fuente: Deutsche Welle )