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El fútbol fue utilizado por el fallecido exdictador argentino Jorge Rafael Videla para desviar la atención sobre las denuncias en contra de su Gobierno por violaciones a los derechos humanos.

Con ese fin, Argentina organizó el Mundial de 1978, dos años después de iniciarse el régimen militar, cuando los familiares de los detenidos y desaparecidos ya comenzaban a revelar los abusos. La intención de la junta fue que la prensa internacional y personalidades influyentes, como los futbolistas, declaren que el país estaba en orden.

Al respecto, el escritor uruguayo Eduardo Galeano recuerda, en su libro El fútbol a sol y sombra, que el entonces exsecretario de Seguridad de Estados Unidos Henry Kissinger acudió al certamen y declaró que “este país tiene un gran futuro a todo nivel”.

“Por fin el mundo podrá ver el verdadero rostro de Argentina”, expresó el entonces presidente de la FIFA Joao Havelange. En tanto, el capitán de la selección alemana, Berti Vogts, dijo que “Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político”.

Mientras se disputaban los partidos, en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), el principal centro de reclusión de los opositores políticos ubicado a pocas cuadras del estadio de River Plate, los militares torturaban a los detenidos, según testimonios de sobrevivientes e investigaciones de organismos de derechos humanos.

Argentina ganó esa Copa del Mundo y las celebraciones en el país hicieron olvidar, por un tiempo, la tensa situación política. Un dato curioso es que el DT de esa selección, César Luis Menotti, quien había sido militante del Partido Comunista de Argentina, aún se reunía con enemigos del régimen militar durante el torneo.

Vea aquí un documental sobre la historia del Mundial de 1978 y la dictadura militar.