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Al presidente ruso, Vladimir Putin, no le gusta el fútbol, sino el judo y el esquí, pero el Mundial de fútbol de 2018 es un proyecto crucial en sus aspiraciones de alcanzar económicamente a Occidente.
“La FIFA ya ha dicho que el fútbol y el deporte están al margen de la política. Yo creo que esa es la única postura válida”, dijo Putin al reunirse el pasado año con el presidente de la FIFA, Joseph Blatter.
El Kremlin espera que el Mundial haga con Rusia lo que no pudieron los boicoteados Juegos Olímpicos de Moscú (1980) con la moribunda Unión Soviética: convertir a este país una de las primeras cinco potencias económicas del mundo para 2020.
Vladimir Putin nunca asiste a los grandes partidos de la selección rusa de fútbol, ni a los encuentros de máxima rivalidad entre el Zenit de su ciudad natal y los equipos moscovitas (Spartak, CSKA, Dinamo y Lokomotiv).
No obstante, el mayor espectáculo del mundo, la Copa Mundial, es la punta de lanza del nuevo desarrollismo ruso, que se propone modernizar las infraestructuras de la Rusia europea, desde el Báltico a los Urales, desde el Volga al mar Negro.
Además de promover una vida sana, Putin quiere utilizar el deporte como -J uegos Olímpicos, Mundiales de Atletismo y Natación, Universiada, Fórmula Uno – como plataforma para atraer inversiones e impulsar el crecimiento económico.
Los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi de febrero de 2014 fueron el primer paso – ese puerto del mar Negro también acogerá varios partidos mundialistas -, pero eso no es suficiente para el país más grande del planeta.
Es por eso por lo que Vladimir Putin, el ministro de Deportes, Vitali Mutko, miembro de la ejecutiva de la FIFA, y el comité organizador apoyaron a Blatter en su reelección, incluso después del estallido esta semana del escándalo de corrupción en Suiza y Estados Unidos.
“No hay alternativa a Blatter”, “un presidente que ha hecho mucho por el mundo del fútbol”, “comparado con otras federaciones internacionales, se puede decir que la FIFA es la más transparente y abierta”, dijeron.
Blatter, que ha sido recibido al más alto nivel por Putin en varias ocasiones en los últimos años, tanto en el Kremlin como en Sochi, siempre correspondió al apoyo.
“Su comité organizador y usted personalmente merecen todos cinco estrellas. En Brasil, Sudáfrica, Corea del Sur y Japón, incluso en Alemania hubo problemas. Aquí todo va fantástico, así que problemas, ninguno”, comentó.
En cuanto a los llamamientos boicotear el Mundial de Rusia, como las olimpiadas de Moscú, Blatter recomendó a los políticos occidentales “que se queden en sus casas”.
Rusia reaccionó rauda al escándalo de corrupción en la FIFA defendiendo la limpieza de su candidatura, acusó a Estados Unidos de intentar arrebatarle el Mundial haciendo un uso extraterritorial de su legislación y siguió adelante con sus planes organizativos.
El primero de los cuales es el sorteo de grupos de la fase de clasificación del Mundial que tendrá lugar el 25 de julio en San Petersburgo en la casa de verano de Putin, el Palacio de Constantino, sede del G8.
Descartada Chechenia por sus problemas de seguridad, aunque será el lugar de concentración de alguna de las selecciones, las prioridades son Moscú, San Petersburgo, Kazán (capital de Tatarstán) y Sochi.
Además, también se disputarán partidos en Yekaterimburgo, capital de los Urales; Volgogrado, antigua Stalingrado; las industriales Nizhni Nóvgorod y Samara; Saransk y el enclave báltico de Kaliningrado.
El plan maestro no sólo incluye la construcción de estadios, sino también aeropuertos, carreteras, hoteles y, en algunos casos, vías de alta velocidad.
Este mismo lunes la compañía española Talgo inaugurará el enlace entre Moscú y Nizhni Nóvgorod, 400 kilómetros que los aficionados podrán cubrir en tres horas y media.
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El reconstrucción del estadio olímpico Luzhnikí, sede de la final de Rusia 2018, está muy avanzada y los operarios ya han comenzado a colocar las tribunas, que acogerán más de 80.000 espectadores.
Ya han sido inaugurados los estadios del Rubín Kazán y del Spartak Moscú, mientras el del Dinamo Moscú, donde previsiblemente tendrá lugar la ceremonia de inauguración, preservará la antigua fachada del campo donde jugaba el legendario guardameta soviético Lev Yashin, “La Araña Negra”.
El único punto negro es el estadio de San Petersburgo, salpicado por retrasos, encarecimiento de costes y escándalos de malversación de fondos públicos, aunque nadie duda de que estará listo para la Copa Confederaciones en 2017, la antesala de la Copa Mundial.
Fuerte: EFE