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Las estadísticas hablan por sí mismas: desde que Barack Obama asumió el cargo, en 2009, la vida de los afroamericanos no ha mejorado sustancialmente. En comparación con la mayoría blanca, los negros continúan siendo desproporcionadamente afectados por la pobreza, el desempleo y la violencia, sus oportunidades educativas y profesionales son escasas y su esperanza de vida es menor.
Esperar que Obama lograra en sus hasta ahora cinco años de gestión lo que ningún otro presidente anterior ha sido capaz de alcanzar –-el equilibrio de los niveles de vida y la creación de una sociedad posrracial-– es pedir demasiado. Pero incluso si se reducen algo las exigencias, el resultado de la gestión de Obama es magro. ¿Qué gran iniciativa nacional lanzó para mejorar la situación de las personas de color? Incluso sus más ardientes partidarios deben admitir que no ha habido ninguna.
Falta un programa
De hecho, cuando se trata de cuestiones importantes para los afroamericanos, como la “affirmative action” (discriminación positiva), la elevada tasa de desempleo entre la población de color y la violencia, Obama no ha hecho ni dicho mucho.
Por supuesto, Obama pronunció un emotivo discurso en el caso de Trayvon Martin. Pero tan cierto como eso es que, si bien en El Cairo supo comentar y analizar brillantemente la relación de Estados Unidos con el islam, nada comparable ha dicho sobre la vida actual de los afroamericanos.
No obstante, es simplista decir que Obama ha fracasado, tal como lo hace un creciente grupo de críticos en relación con el manejo que Obama ha hecho de las numerosas crisis nacionales e internacionales. Para juzgar adecuadamente la actuación del primer presidente negro de Estados Unidos debemos ampliar nuestros horizontes. Cuando Obama llegó a la Casa Blanca, los Estados Unidos se hallaban en medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión y estaban involucrados en dos guerras, en Irak y en Afganistán.
Un político normal
En el primer año de gobierno de Obama, la economía mundial se tambaleaba al borde del abismo y la tasa de desempleo en Estados Unidos pasaba del 10 por ciento por primera vez en décadas. Sin duda, el argumento de que la crisis en el mercado laboral estadounidense afecta desproporcionadamente a las personas de color exige tomar medidas especiales. Pero las declaraciones de Obama de que no puede hacer solo leyes que favorezcan a los negros, demuestran su actitud respecto al tema y su forma de hacer política.
Los partidarios del presidente señalan que la población de color se beneficia particularmente de algunas medidas de Obama, como la ampliación del seguro de salud y el planeado aumento del salario mínimo. Esto es cierto y se corresponde con el cauteloso estilo político de Obama, pero no es el gran proyecto político que muchos esperaban del primer presidente negro. Debe subrayarse, sin embargo, que el Obama real no es un supuesto salvador, tal como se lo vio durante su primera campaña presidencial, sino… un político normal.
La contribución de Obama a la mejora de las relaciones entre blancos y negros no debe medirse por sus actos políticos diarios o grandes discursos, sino en dimensiones mucho mayores. Con su histórica elección en 2008, su reelección en 2012 y su balance político hasta la fecha, Obama ha logrado algo que, por definición, ninguno de sus 43 predecesores había podía hacer: no solo demostró que un estadounidense negro puede ser presidente, sino también que un estadounidense negro puede ser un presidente tan común y corriente como uno blanco.
(Fuente: Michael Knigge/Deutsche Welle )