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Encontrar un donante de órganos en el Perú es casi una misión imposible, solo 3.2 personas por cada millón han tomado esta loable decisión.
(Por Sandra Otoya B.) Una mascarilla cubre la mitad de su rostro para protegerlo. Abrigado en su polera amarilla, el pequeño Yedar Paraipaza observa con tranquilidad y asiente mientras su mamá, Dánae Peña Quispe, explica que dio a luz a su hijo dos veces.
“Empezó a hincharse, perdía el apetito y se cansaba”, cuenta sobre los primeros síntomas del pequeño que los hizo dejar su casa en Juliaca, Puno, para obtener un diagnóstico certero.
Fue en el hospital Cayetano Heredia donde al menor se le detectó insuficiencia renal, por lo que el pequeño Yedar, hoy de 13 años, debió someterse al tratamiento de diálisis peritoneal, con un catéter, durante cinco largos años.
Encontrar un donante cadavérico, aquel que presenta muerte cerebral, era casi como ganarse la lotería, por lo que Dánae, tras comprobar la compatibilidad, tomó la decisión de donar uno de sus riñones a su hijo.
“No me gustaba verlo enfermo, quería su recuperación, gracias a Dios todo salió bien, Dios me ha dado la oportunidad de darle un riñón”, expresa con infinita alegría dos meses después de realizada la operación.
Mitos vs realidades
La vida después de la muerte es un enigma sobre el cual las religiones poseen diversas posturas. Sin embargo, casi todas coinciden en que la donación de órganos es uno de los actos más humanos y altruistas.
“Las religiones no se oponen a la donación de órganos, incluso las confesiones católica y cristiana la favorecen”, señala el director ejecutivo de la Organización Nacional de Donación y Trasplantes (ONDT), doctor César Flower.
Sin embargo, el Perú tiene una de las tasas de donación más bajas en la región, con 3.2 donantes por cada millón de habitantes, frente a Uruguay (14 por millón) y Argentina (16 por millón).
Cerca de 78 mil personas están inscritas en el Registro Nacional de Donantes de Órganos, cifra que refleja una dura realidad. Así, de los 82 trasplantes de riñón realizados en el Hospital Cayetano Heredia, el único en el país donde se realiza este tipo de intervención, solo el 20% proviene de un donante cadavérico o con muerte cerebral.
“Cada cuatro a cinco meses hacemos trasplantes de donante cadavérico. El equipo está listo, lo que pasa es que faltan donantes”, detalla el doctor Luis Zegarra, jefe de la Unidad de Trasplante Renal de dicho nosocomio.
Actualmente unas 9 mil personas aún están en lista de espera para un trasplante, 6 mil de ellos de riñón, según cifras del Minsa.
La confusión entre la muerte cerebral y el coma profundo desanima a los posibles donantes. Lo primero sucede cuando el cerebro deja de recibir sangre y muere, pero los órganos reciben oxígeno en la sangre que bombea el corazón. Gracias a ello pueden ser útiles entre una a 48 horas más.
“Es el cese irreversible de todas las funciones del cerebro. Es equivalente ética, médica y legalmente al fallecimiento de la persona”, puntualiza el doctor Flower.
En cambio, en el coma o estado vegetativo el cerebro está dañado, pero sigue la circulación sanguínea y puede mantenerse a la persona con vida.
Es importante que los donantes voluntarios conversen con sus familiares sobre su decisión, ya sus seres queridos son los que tienen la última palabra.
Lo sabe bien Dánae, quien expresa convencida su fe en que cada vez más peruanos se sumen a esta cadena de vida.
“Hay personas que tienen familiares con muerte cerebral, a veces no donan órganos, pero no saben qué es vivir con la insuficiencia renal. Pueden dar la oportunidad de vivir a un niño, personas jóvenes y mayores”, concluye mientras contempla a Yedar, el niño que nació dos veces.
(Foto: Sandra Otoya)