Algunos vecinos se encargan de tomar la temperatura a los vecinos, de atender sus peticiones y de darles conversación si lo necesitaban. (Foto: EFE)

Algunos vecinos se encargan de tomar la temperatura a los vecinos, de atender sus peticiones y de darles conversación si lo necesitaban. (Foto: EFE)

Síguenos en Facebook



Coronavirus | Voluntarios, transportistas y repartidores a domicilio forman parte del anónimo ejército de ciudadanos que ha mantenido a flote a los 11 millones de residentes de Wuhan durante los más de dos meses de cuarentena en la ciudad.

Cuando el pasado 23 de enero las autoridades prohibieron que ningún ciudadano saliera de la ciudad y dejaron a los residentes confinados en sus casas para parar el brote de coronavirus, varias organizaciones de voluntariado comenzaron a crear programas para distribuir material médico, llevar a pacientes a los hospitales o traer comida a los complejos residenciales.

En los peores días de la epidemia, estas personas llevaban a cada comunidad de vecinos comida hasta 5 veces al día, de forma gratuita, que eran racionadas para asegurar la subsistencia de los habitantes.

Muchos de ellos trabajan todavía hoy, cuando los wuhaneses ya pueden pisar la calle si certifican un buen estado de salud, y lo seguirán haciendo después del 8 de abril, cuando la ciudad tiene previsto levantar definitivamente las restricciones impuestas.

“Nada más estallar el brote, la asociación de estudiantes de mi universidad creó un equipo de voluntarios para trasladar a doctores y enfermeras y entregar comida a las comunidades de vecinos. Convencí a mis padres para que me dejaran participar: algún día ellos necesitarán ayuda de voluntarios como yo”, explica a Efe Wang Xin Yi, estudiante de Derecho en la Universidad Huazhong.

Después, cuando la ciudad puso en marcha la estricta cuarentena, el gobierno local tomó cartas en el asunto y reorganizó a los voluntarios en 11 tipologías: servicios médicos, seguridad, asistencia, ayuda psicológica, propaganda, transporte y administración, entre otros.

“Solicité participar en el programa de asistencia para ayudar a la gente que necesitaba ayuda en mi comunidad. Hay 192 voluntarios en mi subdistrito, seis de ellos en mi complejo residencial. Mi trabajo todos aquellos días era distribuir arroz, aceite, fideos y verduras a los que más lo necesitaban”, relata Xin Yi.

También se encargaba de tomar la temperatura a los vecinos, de atender sus peticiones y de darles conversación si lo necesitaban.

Y si alguien se empeñaba en pedir un permiso especial para salir a comprar, los acompañaba, porque los ciudadanos no tenían la autorización para entrar en los supermercados.

“Había un ciudadano extranjero en nuestro complejo residencial que se había mudado a Wuhan hacía unos tres meses. Le ayudamos a traerle comida, mascarillas, todo lo que necesitara”, agrega.

Lo más difícil del trabajo, asegura Xin Yi, es la incomprensión: “Hay gente que me pregunta que cuánto me pagan, otros se quejaban de que la comida que recibía no era tan buena como la de otra comunidad”, afirma.

“Tenemos también que explicar la situación y confortar a la gente todo lo posible. Y aunque llevamos trajes protectores, a veces la gente se apartaba, nos evitaba y eso era muy incómodo”, relata, aunque “todos esos sentimientos se desvanecían cuando alguien nos agradecía nuestro esfuerzo”, añade.

LOS REPARTIDORES, CLAVES EN LA LOGÍSTICA CHINA

Las organizaciones de base, como las llama el Partido Comunista de China (PCCh), necesitaban que llegara a Wuhan material de otras provincias, para lo cual se recurrió al ferrocarril o a transportistas que conducían largas horas en sus camiones.

Y una vez en la ciudad, al margen del voluntariado oficial, fueron las plataformas de entregas a domicilio y sus repartidores los protagonistas.

“Llevo trabajando en este sector desde el año pasado y me ha tocado la epidemia. El trabajo ha sido muy duro. Ahora ya hay menos pedidos en comparación con hace un mes, cuando trabajaba durante todo el día, no había tiempo para descansar”, comenta un repartidor en las calles de Wuhan.

En este periodo, la empresa pagaba la misma cantidad no especifica cuánto por pedido, pero “había muchas más entregas, así que gané bastante dinero. Además, nos daban bonificaciones”, dice.

Pero de entre todos, los grupos más visibles para el púbico son aquellas personas que portan brazaletes rojos y que se encargan de vigilar quién entra y sale de cada edificio y de llamar a la policía si lo consideran necesario.
_
“¡Soy miembro del PCCh!”_, dice orgulloso uno de ellos a la entrada de un complejo residencial.

“El Gobierno me asignó trabajar con las bases. Registro a todo aquél que entra y sale y les tomo la temperatura. Ahora, se necesita un código QR verde obtenido por las plataformas móviles para entrar ahí”, comenta, señalando al edificio.

Añade que ya hay más gente que los tiene, porque han sido dados de alta tras pasar la enfermedad, han regresado al complejo y terminado sus cuarentenas de 14 días.

“La seguridad es lo primero, camarada”, se despide el hombre, que inmediatamente saca su termómetro infrarrojo para comprobar si una chica que acaba de abandonar la comunidad tiene fiebre, uno de los síntomas de haber contraído la COVID-19.

DÍA DE DUELO PARA HONRAR A LOS DIFUNTOS

En el parque de la Ribera de Wuhan, que da al río Yantsé, algunas personas pasan el día pescando, otras caminan en solitario y varios grupos no más de tres o cuatro personas juntas recogen juncos, bailan o juegan a “xiangqi”, como llaman en China al ajedrez.

Allí, un grupo de trabajadores preparan y ensayan una ceremonia conmemorativa para mañana, Día de Barrer los Tumbas, festividad en la que los chinos rinden homenaje cada año a los difuntos.

No obstante, las autoridades locales han pedido a los wuhaneses que se queden en sus casas para evitar aglomeraciones y observen desde casa el día de duelo nacional por los “mártires” que murieron en la lucha contra el coronavirus y por los que perecieron a causa de la enfermedad.

A las 10.00 hora local (02.00 GMT) los ciudadanos de todo el país están convocados a guardar tres minutos de silencio en memoria de los fallecidos, mientras que las alarmas antiaéreas y las bocinas de automóviles, trenes y barcos sonarán en señal de duelo.

Las banderas ondearán a media asta durante la jornada en las instituciones oficiales, así como en todos las embajadas y consulados chinos en el mundo, mientras que las actividades recreativas públicas quedarán suspendidas en todo el país.

“Tenemos que cumplir lo que diga el Gobierno. No hay nada que podamos hacer. Van a venir funcionarios importantes aquí”, comenta un hombre encargado de la logística de la ceremonia de este sábado, que no estará abierta al público.

Una mujer de edad avanzada arregla flores para que el lugar luzca con todos los honores: “No podemos ir al cementerio, no podemos conmemorar a los difuntos… es un poco triste. Pero la situación es todavía complicada, hay que protegerse”, afirma la mujer.

CUATRO FALLECIDOS MAS EN WUHAN

Entretanto, China registró el jueves 29 nuevos casos de coronavirus entre personas que llegaron del exterior del país y dos nuevos contagios a nivel local, al tiempo que se contabilizaron cuatro fallecidos, todos en Wuhan.

Desde el comienzo de la pandemia se han registrado en toda China 81.620 casos confirmados y se han rastreado 710.985 contactos cercanos a éstos, de los que 19.533 siguen todavía en observación.

Cuando el 8 de abril se levante la cuarentena en Wuhan, la ciudad reanudará la operación de casi 100 trenes de pasajeros que partirán a ciudades chinas como Shanghái, Shenzhen y Hangzhou, entre otras.

(Fuente: EFE)