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La competitividad feroz, la intensa presión social y el desamparo de la tercera edad explican que Corea del Sur sea el país desarrollado con mayor tasa de suicidios, a pesar de los numerosos e imaginativos intentos de frenar esta tragedia.
Un cantante famoso es acosado por detractores en internet, un emprendedor pierde dinero y honor tras un negocio fallido, un estudiante no logra la nota deseada en la prueba de acceso a la universidad y un anciano dependiente se siente una carga.
Los cuatro se quitan la vida y a nadie le parece extraño. Son hechos habituales en este país, donde cada día se suicidan unas 40 personas.
Corea del Sur es, con 29,1 casos por cada 100.000 habitantes en 2012, la nación desarrollada con más suicidios, según datos publicados este mes por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Este Estado asiático ocupó el primer puesto por noveno año consecutivo muy por encima del segundo, Hungría, con 19,4 casos por 100.000 habitantes.
Al margen del “club oficial de los países ricos” solo le supera Lituania, con 31 casos sobre 100.000 en 2012.
Más de 14.000 personas se suicidan anualmente en Corea del Sur y la incidencia se duplica en la tercera edad, lo que destapa el lado más cruel de un país entregado al desarrollo, al dinero y al honor.
“Cuando los mayores carecen de recursos económicos, la idea de convertirse en una carga para sus hijos puede llevarles a quitarse la vida”, indica a Efe la doctora Ansuk Jeong, psicóloga e investigadora de la universidad Yonsei en Seúl.
El sistema de pensiones de Corea del Sur , creado en 1987, es muy precario, por lo que cada ciudadano es responsable de garantizar su autosuficiencia hasta el final de su vida.
En cuanto a los jóvenes, el suicidio es la primera causa de muerte entre los surcoreanos de 10 a 39 años, por encima del cáncer y los accidentes de tráfico, según la Oficina de Estadística de Seúl.
“El principal motivo que lleva a niños y jóvenes a pensar en el suicidio es la presión para obtener los mejores resultados en los exámenes, especialmente en la prueba de ingreso a la universidad”, explica a Efe la trabajadora social Park Jae-Young.
Uno de cada cuatro estudiantes de Corea del Sur se ha planteado el suicidio al menos una vez, según el Instituto de Políticas para la Juventud.
Park, que dirige un equipo de asistencia a potenciales suicidas en Seúl, tiene claro cuál es la raíz del problema: “el estrés que causa esta sociedad hipercompetitiva” en la que el estatus social y económico marca el éxito o el fracaso de la vida de las personas.
Así, apunta la experta, “los surcoreanos de mediana edad suelen suicidarse por problemas económicos”, por ejemplo un negocio que sale mal, mientras numerosas celebridades se han quitado la vida en los últimos años al perder fama o recibir duras críticas en internet.
Si bien siguen intactas las raíces de la frustración que empuja al suicidio a los surcoreanos, organizaciones públicas y privadas han lanzado innumerables proyectos para detener esta dramática tendencia.
Con más de un kilómetro de ancho, el río Han divide en dos Seúl. En sus aguas calmadas, que contrastan con la agitación de esta metrópolis de 10 millones de habitantes, naufragan las vidas de quienes deciden dar su último salto desde uno de los 27 puentes que unen Gangnam (sur) con Gangbuk (norte).
“Los momentos difíciles fluyen y se van, como las aguas del río”, reza en el puente de Mapo, el favorito de los suicidas, uno de los carteles disuasorios colocados junto a cámaras de vigilancia, sensores y cabinas de teléfono en conexión directa con un equipo de psicólogos.
Otros métodos de prevención son aún más imaginativos, como es el caso de empresas y organizaciones que simulan el entierro de sus clientes – ataúd incluido – para que éstos reflexionen sobre su vida y encuentren la luz al final del túnel.
Con un territorio cinco veces menor que el de España y sin apenas recursos naturales, Corea del Sur ha avanzado desde la pobreza extrema en los años 50 a ser la decimotercera economía mundial a base de sudor, constancia y una implacable competitividad arraigada en todos los ámbitos de la sociedad.
Alcanzado el objetivo económico, el país se enfrenta ahora al reto de corregir las graves consecuencias humanas de su vertiginoso progreso y frenar el contador de vidas naufragadas en las aguas del Han.
(Fuente: EFE)