(Foto: Cortesía Morguefile)

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América Latina es una región en peligro. Distintos estudios la sitúan como una zona especialmente vulnerable ante los efectos del cambio climático. No sólo por sus condiciones naturales, sino también por sus características sociales y su capacidad de adaptación.

“Podemos no ser el continente más pobre del mundo, pero sí somos el más inequitativo. Esto genera una vulnerabilidad social y económica muy importante. Además nuestras economías dependen de los recursos naturales y estos, a su vez, son altamente vulnerables al cambio climático”, explica la bióloga ecuatoriana Carolina Zambrano, de la Fundación Avina, organización de expertos latinoamericanos que estará participando en la COP20.

Si bien la región es un contaminador menor – estudios la sitúan con un 9 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero globales –, sufre las consecuencias igual y más que otras. En el último tiempo además está causando preocupación un aumento progresivo en sus emisiones.

La mayoría de los países de Latinoamérica están desarrollando esfuerzos, con distintas prioridades, tanto de mitigación como de adaptación, que se ven limitados por la disponibilidad de recursos. Es un desafío mayor, sobre todo el cambio de matriz energética y la disminución de la deforestación.

En opinión de Christian Hübner, del Programa Regional de Seguridad Energética y Cambio Climático de la Fundación Konrad Adenauer, “hay un interés creciente por las materias primas de América Latina, tanto desde Europa como desde China. Los países productores recibirán un beneficio en la medida que se observen estándares ambientales y sociales”.

Ecosistemas en peligro

La mayor exposición directa a los impactos del cambio climático está generando desastres naturales y fenómenos del Niño más intensos. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en América Latina y el Caribe prevé mayor cantidad de huracanes, tormentas, sequías, olas de calor y tornados. También los climas se harán más extremos y se intensificarán las sequías en los lugares áridos y las lluvias en los húmedos.

La interacción entre menores lluvias, mayor temperatura y la presión del hombre puede causar daños irreversibles. “Si esto sigue así, podría haber un potencial colapso de la Amazonía, sobre todo la brasileña. Pasando cierto umbral, el ecosistema empieza a morir y podría convertirse en una sabana, como el paisaje que relacionamos con África, tan distinto a la Amazonía, que vemos como el pulmón verde del mundo”, advierte Carolina Zambrano.

Centroamérica figura como una de las regiones más afectadas. Informes de la organización alemana Germanwatch identifican a Honduras, Nicaragua, Haití y República Dominicana entre los países más afectados. Su vulnerabilidad socioeconómica los hace especialmente más frágiles ante el clima. Brasil, que marcó la delantera en tecnología y políticas ambientales, hoy presenta un retroceso en la reducción de la deforestación, aunque se mantiene activo en monitoreo y acciones locales.

Comunidades en acción

“América Latina tiene una creciente experiencia en trabajo a nivel local y regional, con intercambios de los que sus países se pueden beneficiar”, señala Christian Hübner. La experiencia de Costa Rica representa un buen ejemplo de políticas de progreso social y economía que respeta a la naturaleza, destaca, por su parte, Zambrano.

Otro buen signo se da en Ecuador, que está priorizando el cambio de matriz energética con un plan de más de 90 por ciento de renovables para antes de terminar la década. También destaca el trabajo de Chile en la incorporación de energías no convencionales, como la fotovoltaica y la eólica, en la que están participando distintas instancias de la sociedad.

En la región se observa una fuerte tendencia a trabajar en la reducción de emisiones por la deforestación y degradación de los bosques. Allí hay una potencial fuente de financiamiento y de cooperación entre distintos países para monitoreo forestal, conservacion y restauración. Perú está apostando también por esta estrategia y acaba de firmar un acuerdo con Noruega por 300 millones de dólares.

Liderazgo y desafíos

La COP20 es la oportunidad para que América Latina asuma un liderazgo, opinan los expertos. “Necesitamos luchar por el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y por el acceso a mayores recursos para la región. Juntos podemos tener más impacto en las negociaciones que los países por separado”, postula Carolina Zambrano.

El desafío es mayor y va más allá de un tema ambiental. La lucha contra el calentamiento global en Latinoamérica pasa también por un mayor progreso social y mayor equidad. Asimismo, tiene la necesidad de emprender transformaciones más profundas relacionadas con el consumo, la ubicación de las poblaciones o inversiones bajas en emisiones. Todo esfuerzo será insuficiente si la curva de emisiones sigue subiendo.

(Fuente: Deutsche Welle )