Imagen referencial. (Foto: EFE)

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Nativos del norte de Colombia se unieron a las autoridades ambientales para ayudar a conservar el valioso conjunto de biodiversidad marina y terrestre de un parque de 120.000 hectáreas, actividad que además les permite asegurar su propio sustento.

La iniciativa es una suma de esfuerzos del Parque Nacional Natural Los Corales del Rosario y San Bernardo, en el Caribe colombiano, y de pescadores de la región para la conservación de las especies.

Con este programa los lugareños devuelven al mar las tortugas que utilizan las playas para desovar, que además son usadas en un proyecto científico de investigación.

La coordinadora de educación ambiental del Parque Los Corales, Claudia Patricia Salcedo, explicó a Efe que a partir de esa actividad se inicia la “sensibilización” de la comunidad a la que se le explica “por qué se hace y para qué se hace la actividad de conservación”.

La mayoría de habitantes de los doce poblados situados en el área de influencia del parque deriva su sustento de la pesca y el turismo, actividades que impactan altamente el ecosistema y que se desarrollan sin un control estricto por parte de las autoridades.

Es por esto que los funcionarios del parque natural realizan periódicamente jornadas de sensibilización en las comunidades mediante la puesta en escena de obras de teatro con niños cuyos temas están enfocados en la conservación del medioambiente.

Salcedo manifestó que las obras son presentadas “para mostrar lo que se está haciendo en cada una de las comunidades” y también para para que la gente sepa “el porqué debemos conservar”.

“El verdadero sentido es que los niños, que son los principales guardianes de las tortugas, sean los que lleven a través de la lúdica y la representación el mensaje de la conservación de las tortugas marinas”, aseguró la funcionaria.

Salcedo subrayó que como lo más natural es que los niños que viven en las regiones costeras sean pescadores, “la intención es que estos chicos que están creciendo tomen un mayor nivel de conciencia”.

Destacó como éxito el hecho de que niños de la isla Múcura y de Santa Cruz de Islote, en el sur del parque, se han negado en sus casas a comer tortuga, plato típico de la gastronomía local, y han censurado a sus padres pescadores por atraparlas.

Salcedo recalcó que con esta iniciativa muchas familias han cambiado la carne de tortuga por otras proteínas como la de res o pollo, y sólo comen pescado que tenga el tamaño adecuado para el consumo siempre y cuando no sea de una especie amenazada o en peligro de extinción.

“La idea es que la actividad (de la pesca) se empiece a cambiar por otras actividades más productivas tratando de hacer conservación de todas las especies marinas”, agregó.

Sin embargo, la tarea no es fácil porque muchas de estas comunidades afrodescendientes viven en condiciones de extrema pobreza y se surten de lo que pueden sacar del mar, su principal fuente de sustento.

Pese a los progresos de esa política de concienciación, la langosta todavía es vendida a los turistas que visitan el parque y en muchos casos se ofrecen ejemplares que no han alcanzado su etapa de maduración, por lo que las autoridades de la reserva también enfocan sus esfuerzos en la educación de los visitantes.

“Si (el pescador) no tiene a nadie que le compre (la langosta) pues no la van a ir a capturar porque sabe que perderá su día de faena”, aseveró Salcedo.

La funcionaria recordó que la misma estrategia de conservación de las tortugas la han replicado con el pez loro, especie en peligro de extinción que los nativos dejaron de vender en el sector de San Bernardo gracias a una campaña educativa que los enseñó a reemplazarlo por otros peces no protegidos y que “se pueden vender a un mejor precio”.

(Fuente: EFE)