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Cincuenta años después del golpe militar que marcó el inicio de la dictadura en Brasil, el 31 de marzo de 1964, el debate público sobre los Anos de Chumbo es más fuerte que nunca. Sin embargo, tanto sociólogos como historiadores afirman que todavía es muy limitado.
Gran parte de la sociedad brasilera, argumentan, no participa de la discusión, que queda restringida a los sectores más intelectualizados. Además de eso, los archivos oficiales de la época no se abrieron al público, y muchos asuntos aún se consideran tabú. Al aproximarse el cincuentenario del golpe militar, lo sucedido empezó a estar más presente en la opinión pública, con reportajes especiales en la prensa, manifestaciones y conferencias que colocan el tema sobre el tapete.
El 22 de marzo de este año, una reedición de la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad, que en 1964 reunió decenas de miles de personas en São Paulo, acabó esta vez siendo un fiasco, con poco más de 500 participantes. El acto, que, entre otras cosas, se realizaba para pedir el regreso de los militares al poder, fue llevado a cabo también en otras capitales, como Río de Janeiro, con un público aún más reducido. En reacción a la marcha, se convocó a otra manifestación para el mismo día, también en la región central de São Paulo, y también con una reducida participación popular. Cerca de 800 personas participaron de la Marcha Antigolpista y Antifascista, que contó con la participación de militantes de partidos de izquierda, sindicatos y black blocs.
Además de las manifestaciones, la creación de la Comisión Nacional para la Verdad (CNV) y la previsión de la entrega, planeada para este año, del informe final de dicha organización también contribuirán con la intensificación de las reflexiones sobre la dictadura en Brasil. La exhumación de los restos mortales del expresidente Joao Goulart –-figura clave en los hechos que llevaron al golpe— fue uno de esos eventos sobresalientes. Aún sin resultados concretos, la reapertura de su tumba se llevó a cabo por iniciativa de la CNV, en noviembre de 2013, y tuvo una gran repercusión en todo el país.
Las investigaciones sobre otros casos emblemáticos —como la desaparición del diputado Rubens Paiva y las actividades en la “Casa de la Muerte” de Petrópolis— son, asimismo, factores que reavivan la discusión histórica.
Las elecciones presidenciales en Brasil, a realizarse en octubre de este año, también son un factor importante para que el debate se acentúe. “Los actores políticos se valen de la memoria para perfilarse. El año electoral crea, necesariamente, un clima más que caliente en el plano político”, asegura el investigador Américo Freire, del Centro de Investigación y Documentación de Historia Contemporánea de Brasil de la Fundación Getúlio Vargas .
Las limitaciones del debate
Sin embargo, para los expertos consultados por Deutsche Welle, el alcance del debate sobre la dictadura no es todo lo amplio que debería ser. “Es un evento de obvia naturaleza política, pero está circunscripto a los que participan de un debate público en forma general”, explica Freire.
Otro aspecto que complica la elaboración de los hechos es la falta de transparencia sobre los archivos oficiales de la dictadura, que continúan cerrados al público. “Antes había un cierto recelo de parte de las Fuerzas Armadas, pero hoy éstas ya no tienen ningún tipo de influencia política. Creo que lo que falta es la determinación y la convicción de que la libertad de acceso a los archivos es fundamental para la democracia brasilera”, afirma el historiador y sociólogo Marco Antonio Villa, de la Universidad Federal de San Carlos.
Según él, los brasileros perdieron una oportunidad histórica de que el debate se realizara poco después de la vuelta a la democracia. “Lo correcto hubiese sido llevar a cabo la discusión cuando el presidente Sarney llegó al poder. En aquel momento, todos los archivos estaban allí, y las personas aún vivían.”
El filósofo Renato Janine Ribeiro, profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad de San Pablo , opina que “los brasileros tienen el pésimo hábito de no ajustar cuentas con el pasado”. “Brasil debatió muy poco sobre la dictadura, así como debatió muy poco sobre la esclavitud, la colonia y la monarquía. Es un problema serio del país.”
Freire ve en el apoyo civil al régimen militar –-que se refleja hasta hoy en la sociedad— una de las dificultades para profundizar la discusión. “El régimen militar brasilero tuvo un respaldo considerable de parte de la sociedad, junto con determinados sectores de las élites, y parece que, para el Gobierno, no es interesante que se sigan debatiendo a fondo estas cuestiones”.
“Al menos en relación con la dictadura del 64”, concuerda Renato Janine Ribeiro, “un sector de la población brasilera está aún a favor de ella. Es un sector social con dinero y acceso a los medios. Por eso incomoda tanto que exista una Comisión Nacional para la Verdad”.
Para el sociólogo e historiador Marco Antonio Villa, las posiciones políticas e ideológicas también impiden un debate más amplio: “La dictadura de Getúlio Vargas mató a más personas que la dictadura militar, pero es ignorado por completo. Está permitido hablar sobre los éxitos económicos de Vargas, pero no sobre el régimen militar. Una dictadura se demoniza, y la otra no. Pienso que debemos hablar de las dos dictaduras en su conjunto”, subraya.
El último país en abolir la esclavitud
Según Villa, el autoritarismo y la violencia del Estado brasilero son anteriores a la dictadura, y eso debería ser el núcleo central de las reflexiones. “No es accidental que Brasil fuese el último país en abolir la esclavitud. Esa herencia de represión está presente en el Estado”, afirma.
A pesar de todas las críticas, es innegable que la creación de la Comisión Nacional para la Verdad contribuyó a que el debate sobre la dictadura cobrara relevancia: “La CNV muestra las verdades inconvenientes. Buena parte de la sociedad brasilera prefiere esconder ese pasado. Mucha gente piensa que fue necesario el golpe para que llegásemos a donde estamos”, dice Janine Ribeiro.
(Fuente: Deutsche Welle )