Vista actual de los barracones de Auschwitz-Birkenau. (Foto: Wikimedia)

Vista actual de los barracones de Auschwitz-Birkenau. (Foto: Wikimedia)

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A veces sólo es necesaria una palabra. Auschwitz. Un nombre que representa el Holocausto y a los seis millones de judíos asesinados, y que también resume lo que sufrieron otros millones de personas que, entre 1933 y 1945, murieron brutalmente a manos de los nazis.

Lo mismo ocurre con las fotos. La imagen de la puerta del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau es capaz de transportarnos al horror vivido durante aquellos años. Y qué decir de las vías del tren que llegaban hasta la entrada. Del resto se encarga la memoria colectiva: los trenes, los vagones de ganado llenos de hombres, mujeres, niños y ancianos que durante días, y a veces incluso semanas, viajaban sin agua ni comida hacia el fatal destino. Personas en cuyos ojos era posible atisbar, aún, un rayo de esperanza.

Mengele: un nombre que inspira terror

Y es que sólo una pequeña parte de los que llegaban sabían lo que les esperaba: la muerte. Una muerte presente ya en la plataforma entre las dos vías, donde se decidía el futuro de los prisioneros. Uno de quienes decidía era en Auschwitz, Josef Mengele. Un nombre que es imposible no relacionar con el Holocausto.

Una superviviente de aquel campo de exterminio, Esther Bejarano, se acuerda aún de aquel hombre: “El Dr. Mengele se puso delante de nosotros y comenzó a hacer gestos con la mano. Con el pulgar señalaba a izquierda o derecha. Cuando apuntaba a la izquierda, aún quedaba una última oportunidad. Hacia la derecha significaba, directamente, a la cámara de gas”.

Más de un millón de personas fueron asesinadas en Auschwitz. La mayoría eran judíos y nada más llegar eran mandados a la cámara de gas. Pero también había polacos, sinti y romaníes. Hombres, mujeres y niños procedentes de toda Europa.

No solo murieron personas en Auschwitz. Majdanek, Treblinka, Belzec y Sóbibor también eran “campos de exterminio”, en los que como si se tratase de una línea de producción de una fábrica, las personas eran asesinadas sistemáticamente. Y tampoco fueron la excepción.

(Foto: Wikimedia)

En campos de concentración como el de Ravensbrück, Dachau, Buchenwald y Mathausen, entre otros, las personas morían a causa de los trabajos forzados, las torturas, el hambre o, simplemente, tras recibir un disparo. Por no hablar de los fusilamientos masivos en el barranco de Babi Yar, cerca de Kiev, o en el bosque de Ponar, a las afueras de Vilna. Entre otras atrocidades.

Auschwitz es el símbolo de lo ocurrido en todos esos lugares. Los crematorios humeaban día y noche. Tras el ahogamiento producido por el gas “Zyklon B”, los cuerpos eran incinerados. Esa es una de las imágenes que no sólo Esther Bejarano, sino muchos otros que lo vieron con sus propios ojos, no serán capaces de olvidar nunca. Al igual que muchos otros supervivientes del Holocausto, hoy día Bejarano sigue hablando incansablemente de las imágenes de los crímenes de los que fue testigo. Lo ha hecho en colegios, en programas de televisión e incluso, hace pocas semanas, esta nonagenaria tuvo la oportunidad de hablar personalmente con el Papa.

¿De dónde sacaron las fotos?

La verdad es que a los supervivientes no siempre se les prestó tanta atención. Y es que una vez terminada la guerra, en Alemania nadie quería haber visto ni oído nada. Ni siquiera aquellas personas que habían vivido a tan sólo unos minutos a pie de Bergen-Belsen, y que fueron enviadas por los británicos al campo de concentración para que viesen, con sus propios ojos, las montañas de cadáveres y a las personas medio muertas de hambre, que más bien parecían esqueletos andantes.

Para evitar que cayera en el olvido, los británicos llevaron a cabo numerosas filmaciones. De hecho, la idea de realizar un gran documental no estaba limitada al material obtenido en Bergen-Belsen. Y es que después de liberar Auschwitz, el Ejército Rojo también se encargó de documentar lo ocurrido allí. Para abordar todo el material recabado se encargó el proyecto al gran director de la época Alfred Hitchcock.

(Foto: Wikimedia)

La película no vio la luz durante mucho tiempo. Mientras que los alemanes no parecían dispuestos a aceptar su culpa, en tiempos de la Guerra Fría británicos y estadounidenses no vieron conveniente buscar culpables. Tuvieron que pasar décadas para que la discusión sobre la culpabilidad de Auschwitz llegase a la opinión pública alemana. Eso sí, por entonces había llegado para quedarse.

Frankfurt: los Procesos de Auschwitz y Peter Weiss

El punto de inflexión del conflicto alemán con los crímenes del nazismo, y su propia culpa, fue el inicio de los Procesos de Auschwitz, que tuvieron lugar en Frankfurt entre 1963 y 1965. Los supervivientes, por primera vez, tuvieron la oportunidad de relatar las atrocidades y los detalles precisos acerca del funcionamiento del campo y los asesinatos. Y también la explotación de su fuerza de trabajo.

Conectado a Auschwitz I (donde había principalmente presos políticos) y Auschwitz-Birkenau (una enorme zona en la que se encuentran los dos cuarteles, las cámaras de gas y los crematorios) se encontraba Auschwitz III, una zona industrial en la que empresas como I.G.Farben obtuvieron beneficios durante aquella época. Y es que además de con el oro de las piezas dentales y la ropa, los alemanes hicieron negocio con el pelo de las víctimas. Imágenes que aún hoy en día permanecen en la memoria colectiva. Montañas de pelo, de zapatos, de gafas.

La prensa reportaba diariamente sobre los procesos. En 1965, el dramaturgo alemán Peter Weiss se ocupó de que la discusión no se cerrase una vez finalizados los juicios de Fráncfort. En su obra “La Investigación”, Weiss enfrentó el testimonio de testigos anónimos con el de los acusados.

El destino de la familia Weiss

A finales de los setenta fue proyectada en la televisión alemana una serie estadounidense: “Holocausto: el destino de la familia Weiss”. Transportados a aquella época a través de la familia judío-alemana del doctor Weiss, la serie – protagonizada por Meryl Streep, en el personaje de esposa no judía – abordó el tema de cómo los padres no sabían qué había ocurrido con sus vecinos judíos “desaparecidos”.

Esta serie fue seguida por el documental “Shoah” (1985), de Claude Lanzmann. Por primera vez un director reunió a diferentes supervivientes de los campos de exterminio, regresó con ellos a los lugares donde se cometieron los horrores, y les animó a decir qué había sucedido allí exactamente. Hoy en día, “Shoah” sigue siendo uno de los documentos más importantes acerca del Holocausto.

Cómo lograr que el horror no caiga en el olvido

Auschwitz está anclado en la memoria cultural de los alemanes, las imágenes están presentes. De que no caiga en el olvido en el futuro, uno vez no queden testigos de lo ocurrido, se ocuparán la literatura, el arte y el cine. Sólo hay que mirar. La película que comenzaron los británicos durante la liberación de Bergen-Belsen y que editó parcialmente Hitchcock, ha sido terminada durante estas décadas. Aunque no siempre resulte fácil de ver, de todos modos hay que hacerlo.

(Fuente: Sarah Judith Hofmann/Deutsche Welle )



NIÑOS JUDÍOS QUE SOBREVIVIERON AL HOLOCAUSTO




CABELLO DE JUDÍOS HALLADO DURANTE LA LIBERACIÓN DE AUSCHWITZ EN 1945.



MUJERES SOBREVIVIENTES EN SUS BARRACAS FOTOGRAFIADAS POR LOS SOVIÉTICOS



HORNOS DONDE SE QUEMABAN LOS CADÁVERES DE LAS VÍCTIMAS



PRISIONEROS LLEGANDO AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE AUSCHWITZ



CIVILES ALEMANES FUERON OBLIGADOS POR BRITÁNICOS A CONTEMPLAR LAS ATROCIDADES DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN