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Un tiempo atrás, el catedrático Ahmet Toprak tuvo una entrevista en la radio. Una vez que concluyó, una mujer llamó a la estación y solicitó que le permitieran, de inmediato, hablar con Toprak.
El motivo de su llamada era que no podría creer que Toprak fuese profesor universitario. La señora conocía a Ahmet Toprak de mucho tiempo atrás: en los años ochenta, había sido su profesora en Colonia de ese hijo de trabajadores temporales provenientes de Turquía en una Hauptschule (en el sistema alemán de educación secundaria, los graduados de éste tipo de centro no pueden acudir a la universidad).
Toprak recordó de inmediato a su antigua profesora y se dirigió a ella por su nombre. “De verdad que *ella no podía creerlo*”, cuenta el científico, “y estaba convencida de que debía tratarse de un error del sistema”. Hoy, Ahmet Toprak, este “error del sistema”, tiene una oficina con vista al campus en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Dortmund. Desde hace siete años, imparte allí cátedra en el área de Pedagogía.
El hogar define la carrera universitaria
Topak tiene 43 años, un profesor muy joven para Alemania. No obstante, si se lo compara con los, aproximadamente, otros 5 mil profesores provenientes de familias de inmigrantes que hay en Alemania, su edad viene a estar acorde al promedio.
Según un nuevo estudio, éstos tienen entre 40 y 55 años y trabajan principalmente en universidades alemanas; la mayoría se dedican a las matemáticas o las ciencias naturales y alrededor de la quinta parte a los idiomas o las humanidades.
Mientras los científicos internacionales, reclutados de las universidades, hacen carrera rápidamente, los postulantes de familias de migrantes siguen enfrentando dificultades.
“Nuestro estudio constituye la primera investigación en la que se aborda a todos los *catedráticos universitarios descendientes de inmigrantes*”, explica la directora del estudio Ayla Neusel.
Cerca de 200 cuestionarios han sido evaluados por la investigadora en el Centro Internacional de Investigación para la Educación Superior, de la Universidad de Ciencias Aplicadas en Kassel. Allí, se demuestra que 64 por ciento de los sujetos del estudio son hijos de académicos. En el caso de los académicos alemanes, este porcentaje es menor, de 45 por ciento. “Para un hijo de inmigrantes turcos, conseguir una cátedra sigue siendo algo muy poco habitual”, explica Neusel.
Ensamblador o escuela en Turquía
Durante muchos años, Ahmet Toprak no creía que un día sería catedrático universitario. Cuando tenía diez años, llegó desde Turquía, junto con su hermano, a Colonia. Sus padres y otros cuatro hermanos los esperaban ya allí. Ahmet siguió, en un inicio, el usual camino que se le deparaba al hijo de un trabajador invitado. De entrada, lo inscribieron en la Hauptschule. “Había unas cuántas clases de alemán, pero la expectativa, en general, era que uno terminaría regresando a su país de origen”, recuerda. En el caso de Toprak, se trataba de Turquía.
Eso no cambió con el paso del tiempo. Tras graduarse de la secundaria, Ahmet tuvo la posibilidad de entrar, en calidad de aprendiz de ensamblador, en la fábrica de Ford. Era el mismo lugar en el que trabajaba su padre. Era una opción segura, pero la rechazó.
En lugar de ello, Ahmet, entonces de 15 años, decidió volver a Turquía y retomar los estudios secundarios. Pese a todos los posibles reparos, sus padres lo apoyaron. Evidentemente, fue la decisión correcta. Toprak terminó en Turquía el equivalente al Gymnasium (el tipo de educación secundaria en Alemania que permite a sus graduados acudir a la universidad) y aprobó el examen de ingreso a la universidad. En ese entonces, el índice de rechazo era de 82 por ciento, pero él estuvo entre los afortunados, parte del 18 por ciento, que fueron aceptados.
Valor para postular
En Ankara, comenzó a estudiar Filología Inglesa. Al cabo de un semestre, se mudó de regreso a Alemania y volvió a estar cerca de sus padres. La próxima parada fue la Universidad de Bonn y, luego, Regensburg, donde estudió Pedagogía, con énfasis en Psicología. De ahí vino su doctorado y, a continuación, el título de Professor, que obtuvo en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Dortmund. Para ello, se impuso entre 109 postulantes.
Tras concluir sus estudios, comenzó como trabajador social. En un curso de capacitación de trabajo contra la violencia, conoció a un catedrático de Hamburgo. Fue esto lo que lo motivó y le dio el coraje suficiente para perseguir su doctorado. Por sí solo, admite Toprak, no hubiera tenido la confianza suficiente.
El ahora catedrático habla frecuentemente de las dudas que, en su momento, lo asaltaron. Busca así servir de ejemplo a otros estudiantes que comparten su trasfondo migratorio, como Fatma. La estudiante proviene de una familia turca; su madre es ama de casa y su padre trabajador. Estudia para ser trabajadora social y se encuentra ya en sexto semestre. Quiere, a como dé lugar, que el profesor Toprak dirija su tesis. “Creo que pudiera acudir a él para cualquier detalle”, explica ella. “Confío más en él que en los otros docentes”, explica.
(Fuente: Deutsche Welle )