(Foto: wikimedia)

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El guardabosques Danilo González recuerda varias semanas seguidas sin ver el sol, con el cielo cubierto de negro a causa del humo del fuego que quemaba uno de los bosques nativos más antiguos y ricos del planeta en biodiversidad, la hoy Reserva Costera Valdiviana, en la región chilena de Los Ríos.

Una empresa maderera privada quemó hasta finales de los ochenta este bosque milenario, casi 900 kilómetros al sur de Santiago de Chile, para sustituirlo por el más rentable eucalipto.

Su quiebra y el apoyo de dos ONG, WWF y The Nature Conservacy (TNC), permitió a los más de seiscientos habitantes de comunidades locales de Huiro, Chaihuin, Huape, Palo Nuevo, y Los Leales, entre ellos a González, “ver la luz” para descubrir que vivían en un lugar de riqueza natural única y que en su preservación yacía la base de su desarrollo económico.

Cuando los conservacionistas llegaron a la zona, hace más de una década, los habitantes nativos desconocían que vivían junto a árboles milenarios, los alerces, algunos de ellos de más de 2.000 años de antigüedad, que requieren unos 35 pasos de una persona adulta para rodearles.

Tampoco que poseían especies tan emblemáticas como el monito de Darwin, pumas, pudúes, güiñas, torcazas, monitos del monte, huilliches, quiques, comadrejitas trompudas, cisnes coscoroba, cóndores, o pájaros carpinteros negros “porque los privados no les dejaban entrar en la reserva”, explica a Efe Liliana Pezoa, coordinadora de conservación de TNC en este espacio natural.

Esta ONG compró los terrenos de la maderera cuando salieron a subasta pública en el año 2003 por valor de más de 20,4 millones de dólares – más tarde aceptó el dinero minera BHP Billiton para pagar su endeudamiento -, y hoy día ha logrado tornar lo que hubiera sido un bosque destruido en uno de los mayores sumideros de carbono del planeta.

De sus 50.200 hectáreas, TNC ha validado ya 1.273 en bonos de carbono a través del sistema VCS (las siglas en inglés de Verified Carbon Standard) que han adquirido cuatro empresas internacionales para neutralizar las emisiones que produce su actividad.

La Universidad Austral de Chile ha sido la encargada de cuantificar las emisiones que absorbe ese bosque nativo y maduro para que TNC las pueda intercambiar para neutralizar los humos que genera la actividad de, por ejemplo, una compañía que organiza viajes a la Antártida.

TNC trabaja en la certificación como sumidero de carbono del resto de hectáreas salpicadas por árboles milenarios, 30.000 de ellas aún intocables por el hombre.

El dinero logrado se destina a conservar y a mejorar el conocimiento de este bosque, que cae hacia un mar que cobija ballenas azules, pingüinos de Magallanes, delfines australes o leones marinos a lo largo de 37 kilómetros de franja costera.

Algunos de sus habitantes, como Danilo González, ya son guardabosques de la Reserva y se encargan de conducir a turistas e investigadores por los laberínticos y mágicos senderos de este espeso bosque que conducen a los majestuosos alerces.

Pertenecientes a la segunda familia de árboles más longevos del mundo, que llegan a vivir 3.600 años, los alerces de la Reserva llegan a medir más de cinco metros de diámetro y más de 50 de altura.

Otros miembros de las comunidades locales trabajan junto a los conservacionistas en la restitución de las 3.600 hectáreas de la reserva que todavía conservan plantaciones de eucalipto por 2,5 millones de árboles nativos.

La restauración forestal se paga con las ganancias de la venta del eucalipto, asegura Cristian Pérez, otro de los biólogo de TNC.

La Reserva Costera Valdiviviana representa un modelo de protección de la naturaleza “inclusivo, de cómo las áreas protegidas se convierten en base del desarrollo local”, relata Trevor Walter, encargado de Bosques y Recursos Naturales de WWF en Chile.

Así, se ha desarrollado un sello de pesca sostenible para que los pescadores vendan mejor sus productos, y han surgido restaurantes locales promovidos por cooperativas de mujeres de las comunidades, y negocios de ecoturismo.

En una de estas cooperativas trabaja Margarita Huala quien, junto a otras seis mujeres, sacan a sus familias adelante desde que 2012 regentan con éxito un restaurante para deleitar a los visitantes y científicos que trabajan en la zona con productos locales (salmón salvaje, mariscos, frutas del bosque o todo tipo de hierbas medicinales).

Las siete mujeres adoran a Trevor Walter, el biólogo de WWF que les apoyó en la explotación sostenible de los productos forestales no madereros de este bosque que es extremadamente rico en recursos.

La Reserva Costera Valdiviana pertenece a la única eco región de bosque templado en Latinoamérica, con una reconocida capacidad de absorción de CO2, que en un mundo gravemente amenazado por el cambio climático, locales y conservacionistas quieren potenciando más, a través de los bonos de carbono, para quienes quieran neutralizar emisiones.

Fuente: EFE