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El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) anunció que conmemorará el segundo aniversario de la muerte del expresidente Hugo Chávez (1999-2013) con diez días de actos que abrirán, este 5 de marzo, con fuegos artificiales y una “tribuna anti-imperialista”. La oposición, por su parte, convocó movilizaciones contra la reciente resolución que permite el uso de la fuerza letal en las protestas.
Ambos anuncios ilustran características y consecuencias de dos estrategias fundamentales en la política doméstica del actual Gobierno venezolano: “Por una parte, el aparato propagandístico trata de mantener vivo el discurso socialista y antiimperialista legado por Hugo Chávez y a Maduro como su heredero oficial. Mientras, por otra, el aparato de represión del Estado trata de controlar las ‘desviaciones’ por la fuerza”, opina Víctor M. Mijares, académico visitante del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), de Hamburgo.
POLÍTICA DOMÉSTICA “REACTIVA”
Sin un líder “fuerte” y “carismático” indiscutible, el chavismo “ha mantenido su identidad, pero tuvo que cambiar su estructura”, explica este politólogo venezolano del GIGA. El presidente Nicolás Maduro ha tratado de construir su propia base de poder colegiando el liderazgo, negociando con o desplazando a líderes de su mismo rango como el Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello (quien fuera presidente interino tras la muerte de Chávez), o el actual embajador de Venezuela ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Rafael Ramírez (antes canciller, ministro de Energía y Minas, presidente de PDVSA).
“Neutralizar a la oposición dentro del chavismo” es uno de los “aciertos” que, si bien no han redundado en la efectividad, eficiencia y legitimidad de su Gobierno, sí le han permitido a Maduro mantenerse en el poder: “sin méritos propios” pero enarbolando “los logros del chavismo” – resultado, por ejemplo, de las llamadas “misiones sociales” –, coincide Laura Tedesco, de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), en Madrid.
Otro de esos “aciertos” ha sido, quizás, “mantener el apoyo de las Fuerzas Armadas, sin el cual ya no estaría en el Gobierno”, añade Tedesco. “Las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad en Venezuela no solamente están subordinados al presidente formalmente sino que, informalmente, han venido cumpliendo funciones de Gobierno, con libertades que rayan en la impunidad, para generar lealtad hacia el partido de Gobierno y particularmente hacia la Presidencia de la República desde los sectores militares y policiales”, abunda por su parte Mijares.
Eso no ha evitado, sin embargo, “que la popularidad de Maduro esté en estos momentos en un nivel bastante bajo, cerca del 20 por ciento. Incluso podría estar peor, pero el Gobierno ha presionado a las encuestadoras para que no hagan públicos los datos”, advierte el investigador del GIGA.
Con su “liderazgo post-carismático” Maduro no ha podido siquiera aprovechar la división de la oposición entre un sector radical (encabezado por la exdiputada María Corina Machado y los ahora encarcelados Leopoldo López y Antonio Ledezma) y un sector moderado (representado por los gobernadores Henri Falcón y Henrique Capriles), sostiene el politólogo venezolano.
En un escenario internacional marcado por la crisis en los precios del petróleo y el enfriamiento del apoyo regional, junto a un contexto nacional de creciente deterioro económico (devaluación monetaria, inflación, desabastecimiento) y social (violencia urbana, protestas ciudadanas), el presidente venezolano ha tenido que asumir una “posición reactiva”, “cada vez más agresiva” que compense el déficit de gobernabilidad, agrega Mijares.
Ignorando además a la base de votantes del candidato opositor, Henrique Capriles (cerca del 49 por ciento), en las elecciones que siguieron en 2013 a la muerte de Chávez, desconociendo la extrema y creciente polarización de la sociedad venezolana, Maduro no ha podido resolver las “deudas del chavismo”, “no ha ayudado a generar ningún tipo de consenso sino todo lo contrario”, insiste Tedesco.
POLÍTICA EXTERIOR “DE SOBREVIVENCIA”
Adicionalmente, el gobierno de Maduro carece de recursos materiales e ideológicos “para seguir proyectando su programa político más allá de sus fronteras”, en el marco de la ALBA, la UNASUR o la CELAC, opina Mijares. Así que mientras el aliado histórico del chavismo, Cuba, se acerca a su enemigo histórico, Estados Unidos, el presidente de Venezuela desarrolla una “doctrina de sobrevivencia”: trata de mantener las lealtades y subsidios a los países pequeños de la región y de alinearse con China y Rusia – además de Cuba –, aprovechando su entrada a los consejos de Seguridad y de Derechos Humanos de la ONU.
Pero Maduro “no tiene la legitimidad para jugar a una política exterior tan agresiva como la de Chávez”, así que el objetivo del “discurso antiimperialista” venezolano en esos foros, asegura el politólogo del GIGA, “ya no es impactar al público mundial o regional, sino a la propia base electoral y social del chavismo dentro de Venezuela”.
Maduro, coincide la politóloga de la FRIDE, “ha demostrado que no puede reunir a su alrededor ni a los ciudadanos venezolanos ni a los presidentes latinoamericanos. No tiene ni el carisma, ni la inteligencia, ni la audacia que tenía Chávez”.
No obstante, “el silencio de la mayoría de los presidentes latinoamericanos respecto, por ejemplo, a la reciente detención del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, tiene sobre todo relación con un respeto a la figura de Chávez. Nadie quiere correr el riesgo de una caída del Gobierno de Maduro, que borre de un plumazo todo lo que fue el chavismo”, opina.
ESCENARIOS FUTUROS
En el vertiginoso ritmo de acontecimientos que se suceden casi diariamente en la política doméstica y exterior venezolana, parece imposible predecir en qué condiciones llegará el gobierno de Nicolás Maduro a eventos tan cercanos como la Cumbre de las Américas o las próximas elecciones parlamentarias, a celebrarse en abril y diciembre de este año respectivamente, apunta Mijares.
Por el momento, Maduro “intenta estabilizarse, entre maniobras propagandísticas y de fuerza”. Sin embargo, el problema de tratar de mantenerse en el poder por la fuerza es que “la represión indefinida es muy costosa en términos políticos”, advierte el politólogo venezolano.
Los escenarios que se perfilan hoy por hoy pasan por “una profundización del enfrentamiento con la oposición”, añade Tedesco.
En cinco años, el gobierno de Maduro podría considerarse como de “transición” hacia un gobierno chavista “más fuerte”, “cada vez más autoritario y con menos rasgos democráticos”, o hacia un gobierno de la oposición, que podría llegar de la mano de mayores movilizaciones populares que, en el peor de los casos, como ya se ha visto, podrían incluir eventos violentos.
(Fuente: Rosa Muñoz Lima/Deutsche Welle )