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Este 23 de agosto se cumplió el 75 aniversario de la firma del conocido como Pacto Molotov-Ribbentrop. La Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin llegaron a ser aliados durante 22 meses.
El pacto preveía un protocolo secreto, que incluía la partición de Polonia entre ambos Estados y sellaba el destino de los países Bálticos. En concreto, se declaraba a Finlandia, Besarabia (nombre con que el imperio ruso identificó a la parte oriental de Moldavia) y el norte de la región de Bucovina (parte central de Moldavia) como zonas de interés soviético.
Una semana después de la firma del pacto por los ministros de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop y Vyacheslav Molotov, comenzó la Segunda Guerra Mundial con el ataque alemán a Polonia. Dos semanas más tarde, las tropas soviéticas ocuparon territorios polacos. La victoriosa campaña terminó con una hermandad de las unidades de la Wehrmacht alemana y el Ejército Rojo, que se escenificó en un desfile conjunto en la ciudad de Brest.
Intenciones de Stalin
Los historiadores se refieren, unánimemente, al objetivo de Hitler con este pacto. Aunque no tienen tan claras las intenciones de Stalin. “En el verano de 1939, Stalin tenía el ejército con la infantería más grande del mundo. Y en cuanto Hitler invadió Polonia, podía haber enviado millones de soldados soviéticos a la frontera polaca. No hubiera habido guerra. Pero Stalin no quería molestar a Hitler”, dice en una entrevista a Deutsche Welle el periodista ruso Mark Solonin.
Stalin actuó de forma estratégica, afirma el historiador alemán Jörg Ganzenmüller. “Sabía que, más tarde o más temprano, Hitler atacaría la Unión Soviética. Pero calculó que, mientras Alemania estuviera inmersa en una guerra con las potencias occidentales, no se atrevería a abrir un segundo frente. La guerra fue la garantía de seguridad para Stalin. No el propio pacto”.
En aquellos 22 meses, los ataques a los nazis desaparecieron de la prensa soviética y en las salas de cine y teatros se prohibieron las películas y obras antifascistas.
Beneficio para la policía secreta y la economía
Para ambos regímenes, el pacto supuso una ventaja política y económica. Entre agosto de 1939 y junio de 1941, Moscú suministró petróleo, cereales, níquel, manganeso, cromo, madera y otros materiales a la Alemania nazi. El “Tercer Reich” surtió a los combatientes soviéticos de explosivos, emisoras de radio e, incluso el buque “Lützow”. También recibieron un préstamo de 200 millones de marcos.
También se produjo una colaboración entre la policía secreta soviética (NKVD) y la Gestapo alemana. El pacto contenía una cláusula, que permitía extraditar a antiguos ciudadanos alemanes y austriacos, que estaban en territorio soviético y que habían luchado contra Hitler. Varias docenas de ellos, incluido el conocido comunista alemán Margarete Buber-Neumann, fueron entregados a la Gestapo. La mayoría de ellos fueron asesinados.
“Stalin perdió”, comenta Solonin, que añade que calculó mal la relación de fuerzas. A mediados de 1940, Hitler controlaba la mayor parte de Europa. “Hasta el 22 de junio de 1941, Stalin creyó que Alemania no abriría un segundo frente”, explica Ganzenmüller. El hecho de que esta estrategia no funcionara, fue una sorpresa y decepción para Stalin”.
(Fuente: Deutsche Welle )