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En la lucha contra el narcotráfico, la prohibición estricta de las drogas ha dejado de ser la única alternativa. La Organización de los Estados Americanos debate sobre si se podría legalizar el consumo de marihuana.
Alternativas a las penas de cárcel por consumo de drogas, y la legalización de la marihuana – al menos para uso terapéutico – son dos de los temas de la agenda de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de las Drogas, CICAD. Entre el miércoles 19 y el viernes 21 de noviembre, el órgano dependiente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) se reúne en Ciudad de Guatemala para diseñar un plan de acción para el período 2016-2020.
“Cada vez son más los políticos – especialmente en Europa Occidental y América Latina – que creen necesario suavizar la estrategia de prohibición de las drogas”, constata Ted Galen Carpenter, en un escrito aún inédito a cuyo borrador ha tenido acceso DW. Experto en política de drogas, y firme opositor a la política de estricta prohibición de las drogas que aplica el Gobierno de EEUU, Carpenter trabaja para el Instituto Cato, una organización sin ánimo de lucro con sede en Washington.
Personalidades de la nueva política de drogas
Entre los que favorecen políticas alternativas se cuenta también la Comisión Global de Políticas de Drogas (CGPD), a la que pertenecen 21 ilustres ciudadanos del mundo, entre los que destacan el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, el Premio Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa, y el ex alto comisionado de ACNUR Thorvald Stoltenberg. Todos ellos abogan por un cambio radical en lo que a la política sobre drogas se refiere, en un documento titulado ‘Tomando el control: caminos hacia políticas sobre drogas que funcionen’.
La política actual ha fracasado, escribe el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, en el prefacio. “En su lugar, sugerimos una política enfocada a la salud pública, la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo”, sostiene.
Los peligros de la legalización
La verdad es que el tema no es nuevo. Ya en 1971, el entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, inició la conocida como “Guerra contra las drogas”. A pesar de que este plan ya ha costado más de un billón de dólares, los cárteles, y en especial los mexicanos, son hoy en día más poderosos que nunca.
Los opositores de la liberalización señalan los peligros de la adicción a las drogas y sus consecuencias para la sociedad. Su portavoz, John P. Walters, fue el experto sobre drogas del gobierno estadounidense entre los años 2001 y 2009. En la cadena de televisión estadounidense Fox News, Walters puso en duda la credibilidad de algunos miembros de la CGDP y arremetió duramente contra el documento publicado por la Comisión: “Todos sabemos el coste y los efectos devastadores de la adicción y el abuso de las drogas. ¿Queremos una sociedad en la que la adicción a las drogas socave la libertad?”.
Importante papel del consumidor
Que el número de adictos a las drogas se dispararía tras una hipotética legalización, como el prohibicionista Walters advierte, hasta ahora no ha podido ser confirmado. En los Países Bajos, el consumo y la distribución de marihuana y hachís es legal – aunque no formalmente, pero sí de facto – desde finales de la década de los setenta.
A pesar de ello, el número de adictos no es superior al de los países vecinos. En 2001, Portugal despenalizó el consumo de drogas y amplió el presupuesto destinado al tratamiento de adicciones. En este país, el Instituto Cato observó incluso una disminución del consumo de drogas entre los menores. Asimismo, y según varios estudios, desde que en 2012 se legalizara la marihuana en Colorado y California tampoco se ha producido una expansión significativa del consumo de drogas en estos Estados.
Estos pioneros son importantísimos para la aceptación de la legalización, argumenta Carpenter. Una nueva política sobre drogas en las regiones receptoras – EEUU y Europa, sobre todo – jugaría un papel muy importante a nivel mundial en la lucha contra la delincuencia relacionada con las drogas. Sin consumidores ricos, la delincuencia organizada –especialmente la de América Latina- probablemente nunca habría llegado a ser tan influyente.
(Fuente: Deutsche Welle )