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Pese al hartazgo evidente en las redes sociales y otros sectores, en México no hay una respuesta política unitaria a sucesos como los de Ayotzinapa. Sobre las causas, expertos mexicanos y alemanes mencionan hipótesis.
A principios de noviembre, una frase del Procurador General de la República en México, Jesús Murillo Karam, a raíz del caso Ayotzinapa (#yamecanse) fue convertida en etiqueta de Twitter y llegó a ser trend mundial con cientos de miles de “trinos” en esa red social.
En diciembre, encuestas realizadas por dos importantes medios mexicanos, El Universal y Reforma , revelaron que la popularidad del presidente Enrique Peña Nieto cayó a su nivel más bajo al cumplir dos años en el gobierno (39 por ciento, según el sondeo de Reforma).
Además, desde que se dio a conocer la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, la noche del 26 y 27 de septiembre cerca de Iguala, escritores, académicos y activistas mexicanos han asegurado que en su país “hay un régimen de impunidad”, o que el gobierno de Enrique Peña Nieto no atiende debidamente a las víctimas de estos crímenes.
¿Dónde está la gran oposición?
Todos estos, y otros más, son indicios de una inconformidad que sin embargo no ha desembocado en un movimiento político unitario en México. Las causas son diversas.
“Al carecer el país de una clase media sólida, perdemos muchas posibilidades de impulsar una agenda social” , dice a DW Gibrán Ramírez Reyes, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Quienes menos tienen, están ocupados en conseguir un salario de subsistencia. Quienes más tienen, están abstraídos de la realidad de los barrios y los pueblos. Los del sector medio, por otra parte, no se ven impulsados a actuar de manera solidaria, sino a proteger lo que tienen”, agrega.
A ello se añaden otros factores. “La información no se difunde como debería porque los medios tienen una vinculación fuerte con el gobierno en la política de contenidos”, dice el también investigador de El Colegio de México. La polarización de la sociedad es, según Ramírez Reyes, otro obstáculo para que se forme un movimiento político mayoritario a partir de la indignación causada por Ayotzinapa.
“Algunas franjas de las escasas clases medias y algunos sectores adinerados, en lugar de llamar a un frente plural en defensa de la paz, actúan más en función de su clase social”, asevera.
Izquierda fragmentada
Los problemas se extienden incluso al ámbito de la izquierda política en el país. “La polarización y la tentativa del sectarismo es una caracteristica básica de las movilizaciones sociales de izquierda. Ahí México no se distingue, desafortunadamente, de otros países y contextos”, afirma a DW Anne Huffschmid, de la Universidad Libre de Berlín.
No obstante, la académica subraya que las movilizaciones sociales son desde hace décadas una constante en México, empezando por el neozapatismo en 1994, las dos candidaturas presidenciales de Andrés Manuel López Obrador o el movimiento “Paz con justicia”, encabezado por el poeta Javer Sicilia.
¿Un “Podemos” mexicano?
En alguna medida, el hartazgo manifestado por el movimiento de los “indignados” en España contribuyó a la conformación de Podemos, que compite ya en niveles de intención de voto con los dos partidos españoles mayoritarios (PP y PSOE). ¿Podría suceder algo similar en México a partir del caso Ayotzinapa?
“El proyecto de Podemos me parece un buen ejemplo como estrategia de empoderamiento ciudadano desde abajo, sin pasar por sectarismos ni populismos baratos, y basado sobre todo en inteligencia suprema en asuntos estratégicos y comunicativos”, dice Huffschmid. Por su parte, Gibrán Ramírez Reyes considera que “Podemos es un movimiento fuertemente alentado por clases medias y liderado por académicos”.
No obstante, en este mismo tema surgen más diferencias que semejanzas entre España y México. “Si bien se comparte la plaga de una corrupción enraizada y de una fallida política economica y social, la de México es una crisis aún más existencial, marcada por la abismal desconfianza de los ciudadanos hacia sus instituciones políticas y jurídicas, ante las experiencias concretas de violencia y vulnerablidad por un lado, y la percepción de una impunidad generalizada, por el otro”, dice Anne Huffschmid.
Por su parte, Ramírez Reyes considera que, en México, los sectores equivalentes a los que hicieron surgir a Podemos en España “sólo podrían manifestarse como corriente en un movimiento más grande, que forzosamente debería incluir al mundo rural y a las clases bajas que frecuentemente no tienen capacidad para movilizarse, pero que son susceptibles de una rebeldía electoral”.
En México, dice el politólogo, actualmente hay tres obstáculos para el surgimiento de una opción política como Podemos: “la dificultad de generar un partido político, la cerrazón de los medios de comunicación de alcance nacional y, finalmente, la combinación de un anquilosamiento generacional con un antiintelectualismo de la izquierda”, dice.
Más que retomar el ejemplo español, Huffschmid ve para México una posible alternativa local: “la nueva iniciativa de una ‘constituyente ciudadana y popular’, propuesta desde inicios de febrero por una amplia alianza de líderes sociales, ONGs, artistas y activistas, y presentada en Alemania por el obispo Raúl Vera. Ésta podría ser un punto de partida para enfrentar la actual crisis desde la raíz. Habría que apostar al renacimiento de la imaginación política en la cual México, aún con todas sus crisis y quiebres existenciales, ha sido siempre un país de vanguardia.
(Fuente: Enrique López Magallón/Deutsche Welle )
(Fuente: Deutsche Welle)