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Los asesinatos de 17 menores en Honduras en los últimos días, algunos por negarse a entrar en pandillas, conmueven al país centroamericano. Los crímenes ocurrieron en Tegucigalpa, considerada como la ciudad más violenta del mundo por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Al respecto, el presidente Juan Orlando Hernández consideró que los asesinatos podrían ser respuestas a su estrategia de seguridad. “Rogaría a Dios que no sea cierto que este tema de los niños sea una reacción a lo que hemos estado haciendo”, declaró.
El cuerpo de un niño de siete años, muerto a tiros y torturado, fue hallado el jueves 2 en un solar de San Pedro Sula, a 240 kilómetros al norte de Tegucigalpa. Otros seis asesinatos de escolares ocurrieron en los primeros días del mes. El domingo, en San Pedro Sula, miembros de la Mara Salvatrucha (MS-13) entraron a un centro correccional de menores y lanzaron una granada que mató a cinco integrantes de la Mara 18 (M-18).
Las muertes de menores generó las críticas al uso de militares como parte de la política de seguridad, medida que emprendió Hernández tras asumir la presidencia el 27 de enero. El mandatario prometió “mano dura” contra los criminales.
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“Los delincuentes ahora saben que están cercados, saben que están muy limitados, saben que buena parte de sus jefes están siendo capturados (…). Si hay consecuencias las vamos a enfrentar”, advirtió Hernández, quien en cuanto asumió su mandato envió miles de militares a zonas sitiadas por pandillas y narcotraficantes, y bloqueó celulares en las cárceles desde donde operan los criminales.
Un promedio de 86 niños y jóvenes menores de 23 años han sido asesinados al mes, aproximadamente, desde el 27 de enero. La cifra representa un 6,2% más que la media del gobierno anterior, según la ONG Casa Alianza. El índice de homicidios en Honduras es de 79 por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional.