Se ha marcado una profunda división entre el actual Gobierno y el que vendrá el 20 de enero tras las sanciones a Rusia. (Foto: EFE)

Se ha marcado una profunda división entre el actual Gobierno y el que vendrá el 20 de enero tras las sanciones a Rusia. (Foto: EFE)

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Las sanciones estadounidenses a Rusia por sus supuestas interferencias en las elecciones de noviembre han vuelto a poner en evidencia la profunda división entre la actual Administración de Barack Obama y la entrante, a partir del 20 de enero, de Donald Trump .

“Es hora de que nuestro país avance hacia cosas más grandes y mejores”, fue la reacción de Trump a la decisión de Obama de este jueves de expulsar del país a 35 diplomáticos rusos e imponer sanciones económicas contra organismos de espionaje, individuos y empresas de seguridad informática de ese país.

El Gobierno de Barack Obama llevaba meses insistiendo en que Rusia hizo lo posible durante la campaña electoral estadounidense por inclinar la balanza a favor del republicano Donald Trump a través de los ataques informáticos de que fueron objeto el Partido Demócrata y el equipo de la candidata Hillary Clinton.

Y los servicios de inteligencia estadounidenses han dicho que el propio presidente de Rusia, Vladimir Putin, estuvo directamente involucrado en la estrategia de esos ciberataques que permitieron el robo y filtración de 20.000 correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata (DNC) y otros muchos mensajes de la campaña de Clinton.

Putin, que ha negado en varias ocasiones su implicación y la de su Gobierno en esos ciberataques, anunció hoy que no expulsará a ningún diplomático de Estados Unidos en represalia por las sanciones, aunque se reservó “el derecho a tomar medidas de respuesta” en el futuro.

Pero adelantó que “los próximos pasos para el restablecimiento de relaciones ruso-estadounidenses” dependerán de la nueva Administración del presidente Donald Trump a partir del 20 de enero.

Trump, que se ha mantenido del lado de Moscú y ha tachado de “ridícula” la conclusión de la CIA de que Rusia le ayudó a ganar las elecciones, algo que pone en entredicho la legitimidad de su victoria, ya había pedido al Gobierno de Obama en vísperas de las sanciones que demostrase con pruebas sus acusaciones.

En su reacción a las sanciones, no obstante, el magnate neoyorquino anunció que se reunirá con las agencias de inteligencia para “actualizar” su información sobre el caso.

La acción de Barack Obama llegó a escasas tres semanas de ceder el poder a Donald Trump, de quien dependerá entonces si mantiene o levantar estas sanciones y otras previamente impuestas contra Rusia debido a la anexión rusa de Crimea y por apoyar a los insurgentes en las provincias orientales de Ucrania.

El presidente electo, quien ha dicho que desea un cambio de rumbo en las relaciones con Moscú, llegó a sugerir durante la campaña electoral que podría reconocer la anexión rusa de Crimea al asegurar que los habitantes de la península ucraniana “prefieren estar con Rusia que donde estaban antes”.

Además, Kellyanne Conway, una de las principales consejeras de Trump, interpretó anoche las sanciones como una “encerrona” y un intento de Obama de condicionar las relaciones entre el Gobierno del millonario neoyorquino y Putin.

Pero el caso de Rusia, país con el que Obama ha tenido unas difíciles relaciones, frente a la fascinación que Trump parece tener por la figura de Putin, es sólo otra demostración del abismo en cuanto a política exterior que separa a las Administraciones saliente y entrante estadounidenses.

Trump han mostrado visiones muy dispares con el Gobierno de Obama en otros asuntos como el acuerdo nuclear alcanzado por la comunidad internacional con Irán sobre su programa nuclear que ha prometido revocar, las relaciones con China, las intervenciones armadas en Oriente Próximo o la política de acercamiento a Cuba.

Esta misma semana, el Gobierno de Obama y Trump y su equipo protagonizaron otro enfrentamiento, esta vez sobre la política hacia Israel, a raíz de la votación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que exigió el 23 de diciembre al Gobierno israelí el fin a su política de asentamientos en los territorios palestinos.

Un día antes de la votación, el presidente electo había pedido al actual Gobierno vetar esa resolución por considerarla “extremadamente injusta” y que dejaría a Israel en una posición negociadora de debilidad ante los palestinos.

La Administración de Barack Obama, aparentemente irritada por la interferencia de Donald Trump en el asunto y las presiones de Israel a través suyo, finalmente se abstuvo en la votación, con lo que fue aprobada con el voto a favor de los otros 14 países participantes.

“¡Mantente fuerte, Israel, que se está acercando el 20 de enero!”, fue la respuesta de Trump, quien parece ansioso porque llegue esa fecha y por no poder esperar hasta entonces para tomar las riendas de la política exterior estadounidense.

(Fuente: EFE)