(Foto: Army.mil)

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Un escándalo de corrupción sacude al Ejército iraquí. Se pagaban salarios a miles de soldados que no existen. El caso ayuda a explicar la debacle en el campo de batalla ante el Estado Islámico.

En junio de 2014, el Ejército de Irak no dejó una buena impresión. En la batalla por Mosul, unos 60.000 soldados entregaron casi sin combatir el terreno ante el avance de unos 1.200 combatientes del Estado Islámico. Como una tormenta, los milicianos atacaron y golpearon con sus modernos equipos a los soldados, que huían despavoridos.

Para las fuerzas armadas de Irak eso significó no solo una devastadora derrota militar, sino también una enorme pérdida de reputación. Los soldados fueron derrotados por un enemigo no solo menor en número, sino presuntamente peor preparado.

Eso parecía hasta ahora. Pero el pasado fin de semana, el primer ministro Haider al Abadi entregó una explicación que puede hacer que la batalla de Mosul se entienda de otra forma. ¿Eran tan superiores las tropas regulares iraquíes en número? ¿O acaso el despliegue de fuerzas sobre el terreno era mucho menor de lo que se creía?

Los números de Al Abadi invitan a la sospecha. De acuerdo al Ministerio de Defensa, alrededor de 50.000 soldados que figuraban en las listas son simplemente nombres muertos. Es decir que para una fuerza militar de alrededor de 170.000 hombres, cerca de un tercio son sencillamente “soldados fantasma”, como se conoce a las tropas inexistentes, con nombres inventados o también hombres que ya murieron en combate y que, sin embargo, siguen figurando como vivos y con salarios transferidos.

Enorme estafa

Las sumas involucradas son gigantescas. En el Ejército iraquí, un recluta recibe, al comienzo de su servicio, un salario mínimo de alrededor de 600 dólares. Los rangos más altos reciben, claro, ingresos más elevados. Se estima que los fondos dilapidados ascenderían al menos a 380 millones de dólares.

“Esa cifra podría multiplicarse hasta por tres”, explica el político iraquí Hamid al Mutlaq, miembro del Comité de Defensa de Irak, en una entrevista con Washington Post. Es muy probable, de hecho, que aparezcan nuevas listas con más soldados inexistentes. “Las arcas iraquíes han sido saqueadas”, lamenta Al Mutlaq. Los beneficiarios eran en su mayoría oficiales iraquíes. En sus papeles anotaban más nombres de los que realmente estaban bajo su mando.

Quienes llenaron esas arcas saqueadas fueron, en gran medida, los contribuyentes estadounidenses. Entre el comienzo de la invasión de las tropas de Estados Unidos hasta su retiro en 2011, el país invirtió alrededor de 20 mil millones de dólares en equipos y entrenamiento para el Ejército de Irak. De hecho, el próximo año Washington quería transferir otros mil 200 millones de dólares.

Denuncias contra el expremier Al Maliki

“Los soldados fantasmas fueron una de las razones del vergonzoso colapso del Ejército ante la ofensiva del Estado Islámico”, explica el político iraquí Mohamed Othman al Khalidi a la revista Al Monitor.

Durante el mandato del hasta agosto de 2014 gobernante premier Nuri al Maliki, las acusaciones de corrupción se repitieron una y otra vez. Y no solo contra el Ejército, sino también contra el gobierno. Pero hay más factores para explicar la debacle militar. El gabinete de Al Maliki se mantuvo firme en su política de gobernar para un solo sector de la sociedad, los chiitas, entregando a la minoría sunita en bandeja de plata a los intereses del Estado Islámico.

Baja moral de combate

Con su política, Al Maliki enterró la moral de lucha de las fuerzas militares iraquíes de origen sunita. El politólogo de la Universidad de San Francisco Stephen Zunes dijo, citado por Globalsecurity, que los soldados no se sentían preparados para combatir en batallas complejas. “Por desgracia, el gobierno de Al Maliki distanció tanto a la sociedad iraquí, que los soldados muchas veces no sentían el respaldo de la gente, lo que es necesario si queremos que un militar esté dispuesto a poner su vida en riesgo”.

Lo que este escándalo de corrupción muestra con toda claridad es que a las tropas iraquíes no les faltan armas, sino una moral suficiente para combatir. Elevar esa moral es una de las tareas más urgentes que tiene por delante el primer ministro Heider al Abadi.

(Fuente: Deutsche Welle )